Nombre que se aplicó, en la Edad Media, principalmente a una supuesta raza formada por seres de pequeña estatura, que habitaban en las cavernas y subterráneos de Escandinavia. Las leyendas populares los describían como una especie de duendes feos y deformes, con abundantes y enmarañadas cabelleras, y armados de dardos o flechas de piedra, que disparaban con certera y mortal puntería. Se les atribuía un poder mágico que empleaban en hacer el mal, aunque algunos de naturaleza generosa se constituían en bienhechores y protectores de los débiles. En su mayoría eran perversos y se dedicaban a robar niños, que sustituían por sus hijos, idiotizados. Tenían o se les atribuyen canciones especiales, de canto alternado, y cierta melodía, a la que se dio el nombre de canto de elfo. Se supone que los elfos formaron una raza primitiva, relacionada en cierto modo con los lapones, y que la leyenda varió sus caracteres, atribuyéndoles un poder sobrenatural que se relacionó en las tradiciones con las virtudes mágicas de que se creían dotados a los lapones. Se ha pretendido ver también cierta semejanza entre los elfos y los pigmeos del África ecuatorial, y se cree que un pueblo análogo a aquellos es el eque dio origen a las historias célticas y teutónicas sobre una clase de enanos o duendes con poderes sobrenaturales.
La raza natural de los elfos, lo mismo que los pigmeos africanos, tenía caracteres simiescos, y Keightley, en su Mitología maravillosa, sostiene que los brazos de los elfos eran tan largos que casi llegaban a los tobillos al estar de pie, y a su vez, el doctor Tyson publicó en 1699 un estudio pretendiendo demostrar que los enanos de que hablan las leyendas antiguas de distintos pueblos no pertenecían a la raza humana, sino que eran antropoides o monos. Es curioso el estudio comparativo de que la leyenda y la tradición atribuyen a los elfos, con lo que las mismas asignan a los duendes, gnomos, follers, etc.
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