lunes, 31 de julio de 2017

El exorcista


Esta popular película se estrenó en el año 1973, fue famosa por su contenido y también porque tuvo diferentes hechos paranormales en el set, se incendiaron los decorados, aseguran que Linda Blair pronosticó la muerte de un técnico de la película y hubo una cadena de muertes, entre ellos los actores Jack MacGowran y Vasiliki Maliaros, la vida de los actores de "El Exorcista" no volvió a ser la misma.


Cada día de trabajo en la filmación, muchos de los actores acudían a la Iglesia para buscar ayuda espiritual, asustados por los fenómenos que sucedieron y no lograban entender. Se dio a conocer que la película se inspiró en un hecho de la vida real y que la misma casa donde se realizó la filmación, habría sido el escenario donde vivió un joven que fue poseído y cuya historia sirvió como fuente de inspiración para la película.


Los problemas empezaron al poco tiempo de empezar el rodaje, con un encadenamiento insólito de sucesos inexplicables en torno a la producción de la película. Cintas que se borraban solas, caída de focos, ruidos y voces estremecedoras que se filtraban por los micrófonos, teléfonos que se levantaban solos, desaparición de objetos o un incendio iniciado en los estudios Warner y que destruyó gran parte de los decorados de la película (excepto la habitación del personaje de Regan Mac Neil, la niña poseída), retrasando las filmaciones durante seis semanas.

Para empeorar las cosas, el arnés empleado para elevar a la joven actriz Linda Blair –que interpretaba a Regan- sobre su cama (y aparentar su levitación) se rompió, por lo que la muchacha sufrió lesiones en su columna vertebral cuyas secuelas perduran hasta hoy. La histeria y el miedo pronto se extendieron entre los miembros del equipo, lo que obligó a la producción a requerir los servicios de un sacerdote para que bendijera el set de rodaje.

Se cuenta que la prestigiosa actriz Ellen Burstyn, quien interpretaba a la madre de Regan (y que protagonizó otras cintas notables como “Alicia ya no vive aquí”, de Martin Scorsese, y “Réquiem por un sueño”, de Darren Aronofsky), en una parte del filme debía pronunciar la frase “¡Creo en el diablo!”. Pero la actriz se negó terminantemente, aduciendo que aunque fuera una línea ficticia escrita en un guión cinematográfico, jamás se debía usar ese ominoso nombre sin esperar sufrir alguna consecuencia.

Extrañas muertes


Lo más impresionante de la supuesta maldición de “El exorcista” tuvo que ver con las extrañas muertes que se produjeron. Se estima que entre cuatro y nueve personas fallecieron durante el rodaje, entre ellos el actor Jack MacGowran, la actriz Vasiliki Maliaros, un experto en efectos especiales y un cuidador nocturno de los estudios Warner. Además, el abuelo de Linda Blair y el hermano del actor Max Von Sydow (que interpretaba al padre Merrin) fallecieron el mismo día en el que se iniciaron las grabaciones. Posteriormente y para rematar la terrible ola de fallecimientos, el hijo de la actriz Mercedes McCambridge, quien hacía la voz del demonio en el filme, se suicidó después de asesinar a toda su familia en 1987.

Pero ¿la fatalidad terminó aquí? 


Al parecer no, pues la mala suerte también acompañó a la adaptación teatral de la historia. En 1975 se estrenó en el Teatro de la Comedia de Londres la obra “El exorcista”, con la actriz Mary Ure personificando a la joven Reagan (a pesar de tener 42 años, la veterana actriz encarnó magistralmente el papel que lanzó a la fama a Linda Blair). Sin embargo, al día siguiente del estreno, el director de la obra encontró a Ure muerta, rodeada de sus propios vómitos. Además estaba tendida con los brazos en cruz, y con cortes y rasguños por todo su cuerpo. El informe policial dictaminó posteriormente que se había tratado de un suicidio provocado por sobredosis de barbitúricos. Pero, para muchos, ella era sólo una víctima más de la terrible maldición que ha perseguido a esta película.

Y 43 años después del estreno de la película... la maldición continúa


En septiembre de este año se estrenó en el cable la serie de televisión “El Exorcista”, basada en la célebre película de terror de 1973 del mismo nombre, dirigida por el director William Friedkin, que a su vez se basó en la novela homónima del escritor William Peter Blatty. Protagonizada por los actores Alfonso Herrera y Ben Daniels, quienes personifican a los padres Tomás Ortega y Marcus Keane, respectivamente, la serie ha sido descrita como “un propulsivo thriller psicológico serializado que sigue a dos hombres muy diferentes que abordan horribles casos de posesión demoníaca de una sola familia, y hacen frente a la cara del verdadero mal”.


La revista “Entertainment Weekly”, en un reciente artículo sobre esta serie de 13 episodios, sorprendió a sus lectores al informar de la ocurrencia de presuntos sucesos paranormales que se han registrado durante su rodaje. Además de reportar algunos problemas técnicos inexplicables en el plató –como lámparas y luces que se apagan solas-, informó que también han sucedido cosas extrañas que han afectado a parte del elenco.

La actriz Hannah Kasulka, que personifica en la serie a Casey Rance, una joven poseída, relató que “cuando estábamos rodando el piloto, de vez en cuando estábamos en el ascensor y éste nos llevaba al piso 13 sin haber pulsado antes el botón”. Su compañera de reparto Brianne Howey corroboró lo anterior, atestiguando que “ninguna de nosotros apretó el botón de ese piso. El ascensor simplemente se detenía por sí solo ahí”.


La actriz Geena Davis, que en la serie encarna a una adulta Regan Mac Neil (el mismo personaje que en la película de 1973 era la niña de 12 años poseída por el diablo), confidenció que los productores, tras enterarse de estos extraños acontecimientos, no se quedaron de brazos cruzados: “Me enteré después que habían traído a un sacerdote para que bendijera el set, cosa que también se debió hacer durante el rodaje de la película de William Friedkin en 1973, porque también allí comenzaron a suceder cosas extrañas en el plató”.

domingo, 30 de julio de 2017

El más allá de los chinos

Para el pueblo chino, desmarcado del resto del mundo conocido durante milenios, los fantasmas no sólo son cercanos, sino inevitables representantes del más allá en nuestra propia Tierra.

Cada chino muerto da origen a un fantasma, pero no todos los fantasmas son de la misma categoría. En China hay fantasmas legendarios y divinos, de la misma manera que hay fantasmas hogareños y cotidianos. Desde el malvado Rey Mono, que luchó contra los hombres para adueñarse del reino material de la Tierra, hasta la Dama de la Campana o el fantasma de la casa que se habita, el universo chino está lleno de espíritus que conviven con los hombres a cada momento.

Entre el Cielo y la Tierra de los chinos hay muchos caminos y puentes que permiten a los espíritus descender y ascender constantemente. Los mandarines y los emperadores, los caciques y las princesas, los monjes y los sirvientes, y hasta los limosneros y las prostitutas, son fantasmas en potencia que deberán su presencia fantasmal en el futuro al interés que despierte entre la gente su particular historia.

Por supuesto, no hay fantasma sin leyenda, no hay espíritu sin historia, ni hay alma sin cuento. Cada fantasma debe tener su propio relato, porque este relato es su razón de ser y de permanecer entre los vivos.

Cada emperador y cada doncella eran fantasmas legendarios en potencia. El emperador, como ser divino que era, tenía garantizada en cierta forma su futura leyenda, mientras que la doncella necesitaría, para acceder al mundo legendario, de una historia dramática e interesante.

En el mundo fantasmal chino siempre hay héroes y doncellas, guerreros y concubinas, madres doloridas e hijos triunfantes, emperadores crueles y súbditos sufridos, porque toda la vida fantasmagórica del pueblo chino se basa en su propio y milenario drama vital, y porque, como en el resto de las culturas, los fantasmas representan la extensión de la vida en el más allá.


En tiempos lejanos, un poderoso Emperador que vivía en la Ciudad Prohibida, encontró una gran roca de bronce que había caído del Cielo. La roca de bronce, por haber venido del Cielo, debía tener propiedades divinas que servirían para agrandar su persona en la Tierra, y el Emperador, que quería gozar de esa fuerza divina, llamó a los mejores herreros de China para que fraguaran con la roca celestial una campana que cantara su realeza a los cuatro vientos.

Pero los mejores herreros del Imperio no pudieron fundir la roca de bronce, y cada uno de ellos fueron siendo decapitados por orden del Emperador.

Una vez que palacio se quedó sin herreros, el Emperador mandó a sus generales a buscar por todo el mundo a un herrero que fuera capaz de fundir la roca celestial y fraguar la campana deseada. Así que se hicieron los pregones y se ofrecieron las recompensas por todo el Imperio y otras partes del mundo.

Hasta palacio llegaron herreros y magos de todo el mundo, con ingenios modernos y crisoles mágicos, pero ninguno de ellos lograba fundir la roca de bronce, y uno tras otro terminaban poniendo su cuello a disposición del verdugo.

Un humilde hojalatero no se pudo negar y no tuvo más remedio que enfrentarse a la tarea imposible de fundir la roca del Cielo, llevando como únicas ayudas a su humilde un viejo crisol, un fuelle que apenas si había usado, y a su propia hija como asistente.

El hojalatero no había tenido hijos varones, y miles de veces se había quejado de esta suerte, ya que las manos de su delicada hija no estaban hechas para el duro oficio de hojalatero, pero tenía que conformarse, porque su hija era el único apoyo que le había enviado el Cielo.

El Emperador llamó al hojalatero a su presencia y le dijo que tenía tres días para fundir la roca de bronce. Si lo lograba, sería nombrado herrero del único ser divino que vivía en la Tierra (el propio Emperador), a la vez que recibiría todo tipo de riquezas y de reconocimientos. Si no lo lograba, también podría alegrarse, porque el verdugo le quitaría de sufrir para siempre de su miserable vida.

El humilde hojalatero, a pesar de haber sufrido mucho en la vida, no tenía la más mínima intención de morir, y se puso manos a la obra ayudado por su débil hija. La enorme roca fue puesta en el viejo crisol y el fuelle sopló en las brazas con fuerza durante dos días, pero la roca celestial como en todas las ocasiones anteriores, ni siquiera se calentó.

Las lágrimas del hojalatero se iban haciendo más abundantes a cada momento, y el pobre, en su desesperación, iba maldiciendo su mala suerte al tiempo que insultaba a su débil e inútil hija, cuyos brazos apenas si podían sostener el fuelle.

Los consejeros del Emperador sonreían compungidos al ver los torpes esfuerzos del hojalatero. Sentían lástima por él, pero no podían dejar de reconocer que era el menos calificado de todos los herreros que habían pasado por ahí.

La hija del hojalatero, al ver el sufrimiento de su padre y las burlas de los consejeros, decidió, ya que no podía calentar el crisol con la fuerza de sus brazos al presionar el fuelle, calentar con su propio cuerpo el fondo del mismo y fundir la roca.

En la madrugada del tercer día, cuando todo se preparaba para decapitar al hojalatero, la débil doncella se lanzó dentro del crisol hirviente gritando de dolor. Su padre, al oír los sonoros y terribles gritos, corrió hacia el crisol, estiró la mano con valor, pero lo único que pudo rescatar de su hija fue una zapatilla raída de raso rojo. El cuerpo de la doncella, ante los ojos sorprendidos del hojalatero, empezó a fundirse junto con la roca celestial, y entre lágrimas y sollozos pudo por fin fraguar la campana que el Emperador deseaba.

La campana fue colocada en la torre de la ciudad prohibida, el hojalatero se convirtió en el más triste herrero real, y el fantasma de la doncella sacrificada, cada vez que sonaba la campana, salía de su encierro a buscar su zapatilla ante el espanto de los habitantes de palacio. Y el mismo tañido de la Campana Celestial es tan amedrentador y poderoso, porque en su potente sonido se encuentran los terribles gritos de la doncella sacrificada.


Leyendas como ésta viven en la conciencia colectiva de los chinos, quienes, a pesar del budismo y del comunismo, siguen conviviendo con el mundo fantasmal de sus más antiguas tradiciones. El pueblo llano de China, como los pueblos llanos del resto del mundo, se han desmarcado siempre de las imposiciones religiosas y políticas, y han mantenido sus creencias populares. Y esto no podría ser de otra manera si tomamos en cuenta que en China pervive un animismo que otorga personalidad (y con la personalidad el fantasma subsecuente) al hielo, las nieves, el frío, el calor, la muerte, los animales, los pantanos, el viento, las artes, la tierra, el árbol, la luz, la oscuridad, etc.

sábado, 29 de julio de 2017

Osiris, el defensor del orden

En un pendiente de oro (h. 850 a.c.) se representa a Osiris momificado, flanqueado por Isis y su hijo Horus. Tras su muerte, Osiris reinó en los infiernos (Duat). Considerado en época primitiva rey temible de un mundo de demonios, pasó a ser el juez justo que recibía a los difuntos virtuosos en el paraíso.

Osiris fue el primer rey y su hermana Isis su consorte. Se le rendía culto como dios de la agricultura y enseñó a la humanidad los secretos del cultivo y la civilización. Su gobierno estaba amenazado por las fuerzas del caos, en las que militaba su hermano Set. Según uno de los mitos, en la creación surgieron las disensiones cuando Set salió bruscamente del vientre materno.

La muerte del buen dios Osiris constituye uno de los acontecimientos más importantes de la mitología egipcia, pero su historia raras veces se recogió en detalle. Se mencionan dos etapas en este episodio: su asesinato y su desmembramiento. Los primeros relatos se limitan a decir que Set arrojó a Osiris al río en Nedyet, lugar mítico que en algunos casos se identifica con una parte de Abidos, el recinto sagrado en el que se celebraban los misterios de Osiris.

Según versiones posteriores, Osiris se ahogó en el Nilo y se considera su asesino a Set, que adoptó la forma de cocodrilo o hipopótamo para atacar a su hermano inocente, si bien según cierta versión se transformó en toro y pisoteó a Osiris hasta que el dios murió. Más adelante, el dios Horus le cortó la pata con la que lo había pisoteado y la arrojó hacia el cielo, donde pasó a formar parte de la constelación de la Osa Mayor. Según otra tradición, Set se convirtió en un pequeño insecto, quizá un mosquito, y picó a Osiris mortalmente en un pie.

Isis inició la búsqueda de su marido y evitó que se degradase su cadáver valiéndose de sus poderes mágicos. Llamó al dios chacal Anubis, que embalsamó y vendó el cuerpo del dios, la primera momia. Según versiones posteriores del mito, Set encontró el divino cuerpo de Osiris, lo hizo pedazos y los enterró en diversos lugares de Egipto: la cabeza en Abidos, el corazón en Atribis, una pierna en la isla de Biga, y así sucesivamente. El desmembramiento de Osiris se comparaba con la siega y la trilla anuales del trigo y la cebada. Se creía que el dios renacía cuando crecían las nuevas simientes.

viernes, 28 de julio de 2017

The Limehouse Golem


Situado en las implacables y miserables calles de la Londres victoriana en 1880, The Limehouse Golem comienza en la barroca sala de música donde sube al escenario el intérprete más famoso de la capital, Dan Leno (Douglas Booth).

En su monólogo cuenta el horrible destino de una joven que actuaba en ese escenario, su querida amiga Elizabeth Cree (Olivia Cooke), quien se enfrenta a ser ejecutada en la horca acusada de asesinar a su esposo, John Cree (Sam Reid). La muerte de Lizzie parece inevitable, hasta que el inspector John Kildare (Bill Nighy) se hace cargo del caso de The Limehouse Golem, un asesino en serie nefasto y calculador, que mata inocentes sin ninguna conexión, dejando tras de sí cadáveres apenas identificables y una marca: "M". Nada es lo que parece, todo el mundo es sospechoso y tiene un secreto.

Fecha de Estreno: Viernes, 08 de Septiembre de 2017 


martes, 25 de julio de 2017

Gente que penetra en el pasado - El restaurante "Las Perdices"

«Trabajé una noche hasta muy tarde -relató una persona en una reunión-, y conducía mi coche por la ruta acostumbrada, cuando de repente dejé de reconocer todo lo que me rodeaba.

¡Diantre! dije para mis adentros. ¿Me habré equivocado de camino?

Pero llevaba varios años viviendo en aquel distrito por lo que lo conocía bien. Además, no había doblado ninguna curva, ni me había internado por ninguna callejuela lateral.

Todo, en torno mío, estaba callado. Bien, puse en marcha la radio y sólo oí ruidos estáticos. Sólo había otro coche a la vista, bastante viejo, aparcado delante de un restaurante llamado "Las Perdices".

Cuando llegué al cruce tuve la sensación de estar pasando por en medio de agua helada. A partir de aquel lugar volví a reconocer cuanto me rodeaba. Supe dónde estaba de manera perfecta.

Lo más gracioso es que he recorrido la misma ruta millares de veces y jamás he visto un restaurante llamado "Las Perdices". He preguntado donde trabajo pero nadie ha oído ese nombre, ni cree nadie que exista en toda la población.

Y ahora pregunto: ¿conduje aquella noche dentro de otra dimensión o lo hice por la misma calle que llevo recorriendo todos esos años? Y lo cierto es que rotundamente no estaba bebido.»


De cuando en cuando, por algún medio todavía desconocido, algunos individuos se hallan de repente en lugares o escenas del pasado. Pero esto obliga a formular muy variadas preguntas. Por ejemplo: si vuelve el pasado ¿a dónde va el presente?

Si la persona cuyo relato he transcrito condujo por una calle que había existido varios años antes ¿por dónde y a dónde desapareció la calle actual? ¿O es posible que una dimensión de tiempo actúe simultáneamente, paralela o interiormente, con otra?

Otra cuestión planteada innumerables veces en las obras de ciencia ficción: ¿puede alguien de otra dimensión, suponiendo que existan, interrelacionarse con otra de una diferente dimensión temporal? ¿Qué hubiese sucedido si la persona del anterior relato hubiese sufrido un choque, por ejemplo, y hubiera atropellado a un individuo de un período anterior en el tiempo al de aquel que iba conduciendo?

En casi todos los viajes al pasado, los habitantes del período anterior no parecen darse cuenta en absoluto de los que pertenecen al presente, quienes pueden, por ejemplo, presenciar una batalla histórica o una feria popular. Es como si el observador no penetrara en el pasado sino que, de manera inexplicable, al menos por ahora, una escena del pasado fuese evocada con detalles fotográficos, como si se tratase de una película etérea, activada y proyectada en una pantalla irreal.

Si la energía, como la materia, es indestructrible, las vibraciones de cada palabra, de cada acto psíquico realizado, pueden resonar como un eco infinito en el éter. Del mismo modo que las emociones de algunas personas a veces puede parecer que permean una habitación o una casa, produciendo un «fantasma» visto solamente por aquellos que poseen afinidad telepática, ciertas escenas del pasado, con carga emocional, pueden quedar impresas en el éter psíquico, y ser evocadas fotográficamente por aquellos individuos que poseen la debida sintonización. Casi todo el mundo ha observado que algunos locales poseen una «atmósfera» propia, creada a través de los años, y esas auras podrían provocar sensaciones bien definidas de inquietud, felicidad, temor o relajación.

Pero si tales viajes al tiempo pasado no son más que una especie de fantasmagoría cinematográfica, resultan por otra parte tremendamente sólidos, y no son solamente las irrealidades tenues y evanescentes de las visiones fantasmales comunes hasta cierto punto. Hay testimonios de personas que han penetrado en oficinas de otra era, que han ido por caminos inexistentes y que han presenciado batallas y peleas ocurridas hace cientos de años.

lunes, 24 de julio de 2017

Centuria I - I


De noche, sentado y en secreto estudio.
Tranquilo y solo, en la silla de bronce:
Exigua llama saliendo de la soledad,
hace prosperar lo que no debe creerse en vano.


sábado, 22 de julio de 2017

Yo soy la única Reina de tu vida

Acércate a mi, atrévete a conquistarme...
Pero sólo si voy a ser la única en tu vida, si por la calle vas a querer llevarme de la mano sin esconderme, si tus estados van a ser dedicados para mi, si en tus fotos a partir de ahora vas a aparecer conmigo...
Atrévete a conquistarme si te atreves.
Pero sólo con esas condiciones, porque yo no voy a ser parte de ningún harén...
Si me quieres conquistar, olvídate de otras, olvídate de harenes... yo soy la única Reina de tu vida.

Abrahel

viernes, 21 de julio de 2017

A 47 metros

Otra buena opción para pasar una buena sesión de cine de terror hoy, es ir a ver el estreno de "A 47 metros", sobre todo si te gustan las películas de tiburones...


Kate y Lisa son dos hermanas veinteañeras amantes de la diversión que viajan a México para disfrutar de las mejores vacaciones de sus vidas. Cuando surge la oportunidad de sumergirse en una jaula para ver tiburones blancos, la aventurera Kate se apunta al instante para desesperación de Lisa. Finalmente, ambas se sumergen a dos horas de la costa de Huatulco para encontrarse cara a cara con el depredador más feroz de la naturaleza. Pero lo que debería haber sido la experiencia definitiva se acaba convirtiendo en una pesadilla cuando la jaula se suelta del barco y quedan atrapadas en el fondo del océano. Con menos de una hora de oxígeno en sus tanques, deben encontrar la manera de regresar a la embarcación a través de 47 metros infestados de tiburones.

Fecha de Estreno: Viernes, 21 de Julio de 2017 


miércoles, 19 de julio de 2017

Siete deseos

Llega el fin de semana y una buena opción para este viernes es ir a ver este estreno al cine... 😉


Clare Shannon (Joey King), de 17 años, sobrevive como puede al infierno que es el instituto, junto a sus amigas Meredith (Sydney Park) y June (Shannon Purser). Cuando su padre (Ryan Phillippe) le regala una vieja caja de música con una inscripción que promete conceder los deseos de su dueño, ella piensa que no tiene nada que perder. Clare pide su primer deseo y, por sorpresa, se hace realidad.

En poco tiempo lo tiene todo: dinero, popularidad y el chico de sus sueños. Todo parece perfecto hasta que las personas más cercanas a ella empiezan a morir de manera espantosa y retorcida. Ahora, con sangre en sus manos, Clare se tiene que deshacer de la caja, antes de que le cueste su vida y la de sus seres más queridos.

Fecha de Estreno: Viernes, 21 de Julio de 2017 

miércoles, 12 de julio de 2017

Cuento original y sin censura de La bella durmiente del bosque

En otros tiempos había un rey y una reina, cuya tristeza porque no tenían hijos era tan grande que no puede ponderarse. Fueron a beber todas las aguas del mundo, hicieron votos, emprendieron peregrinaciones, pero no lograron ver sus deseos realizados, hasta que, por último, quedó encinta la reina y dio a luz una hija. La explendidez del bateo no hay medio de describirla, y fueron madrinas de la princesita todas las hadas que pudieron hallar en el país, y siete fueron, con el propósito de que cada una de ellas le concediera un don, como era costumbre entre las hadas en aquel entonces; y por este medio tuvo la princesa todas las perfecciones imaginables.

Después de la ceremonia del bautismo, todos fueron a palacio, en donde se había dispuesto un gran festín para las hadas. Delante de cada una se puso un magnífico cubierto con un estuche de oro macizo, en el que había una cuchara, un tenedor y un cuchillo de oro fino, guarnecido de diamantes y rubíes.

En el momento de sentarse a la mesa, vieron entrar una vieja hada que no había sido invitada, debido a que durante más de cincuenta años no había salido de una torre y se la creía muerta o encantada.

Mandó el rey que le pusieran cubierto, pero no hubo medio de darle un estuche de oro macizo como a las otras, porque sólo se había ordenado construir siete para las siete hadas. Creyó la vieja que se la despreciaba y gruñó entre dientes algunas amenazas. Una de las hadas jóvenes que estaba a su lado, oyola, y temiendo que concediese algún don dañino a la princesita, en cuanto se levantaron de la mesa fue a esconderse detrás de un tapiz para hablar la última y poder reparar hasta donde le fuera posible el daño que hiciera la vieja.

Comenzaron las hadas a conceder sus dones a la recién nacida. La más joven dijo que sería la mujer más hermosa del mundo; la que la siguió añadió que sería buena como un ángel; gracias al don de la tercera, la princesita debía mostrar admirable gracia en cuanto hiciere; bailar bien, según el don de la cuarta; cantar como un ruiseñor, según el de la quinta, y tocar con extrema perfección todos los instrumentos, según el de la sexta. Llegole la vez a la vieja hada, la que dijo, temblándole la cabeza más a impulsos del despecho que de la vejez, que la princesita se heriría la mano con un huso y moriría de la herida.

Este terrible don a todos estremeció y no hubo quien no llorase. Entonces fue cuando salió de detrás del tapiz la joven hada y pronunció en voz alta estas palabras:

-Tranquilizaros rey y reina; vuestra hija no morirá de la herida. Verdad es que no tengo bastante poder para deshacer del todo lo que ha hecho mi compañera. La princesa se herirá la mano con un huso, pero, en vez de morir, sólo caerá en un tan profundo sueño que durará cien años, al cabo de los cuales vendrá a despertarla el hijo de un rey.

Deseoso el monarca de evitar la desgracia anunciada por la vieja, mandó publicar acto continuo un edicto prohibiendo hilar con huso, así como guardarlos en las casas, bajo pena de la vida.

Transcurrieron quince o dieciseis años, y cierto día el rey y la reina fueron a una de sus posesiones de recreo; y sucedió que corriendo por el castillo la joven princesa, subió de cuarto en cuarto hasta lo alto de una torre y se encontró en un pequeño desván en donde había una vieja que estaba ocupada en hilar su rueca, pues no había oído hablar de la prohibición del rey de hilar con huso.

-¿Qué hacéis, buena mujer?, le preguntó la princesa.

-Estoy hilando, hermosa niña, le contestó la vieja, quien no conocía a la que la interrogaba.

-¡Qué curioso es lo que estáis haciendo!, exclamó la princesa. ¿Cómo manejáis esto? Dádmelo, que quiero ver si sé hacer lo que vos.

Como era muy vivaracha, algo aturdida y, además, el decreto de las hadas así lo ordenaba, en cuanto hubo cogido el huso se hirió con él la mano y cayó sin sentido.

Muy espantada la vieja comenzó a dar voces pidiendo socorro. De todas partes acudieron, rociaron con agua la cara de la princesa, le desabrocharon el vestido, le dieron golpes en las manos, le frotaron las sienes con agua de la reina de Hungría, pero nada era bastante a hacerla volver en sí.
Entonces el rey, que al ruido había subido al desván recordó la predicción de las hadas, y reflexionando que lo sucedido era inevitable, puesto que aquellas lo habían dicho, dispuso que la princesa fuera llevada a un hermoso cuarto del palacio y puesta en una cama con adornos de oro y plata. Tan hermosa estaba que cualquiera al verla hubiera creído estar viendo un ángel, pues su desmayo no la había hecho perder el vivo color de su tez. Sonrosadas tenía las mejillas y sus labios asemejaban coral. Sólo tenía los ojos cerrados, pero se la oía respirar dulcemente, lo que demostraba que no estaba muerta.

Mandó el rey que la dejaran dormir tranquila hasta que sonara la hora de su despertar. La buena Hada que le había salvado la vida condenándola a dormir cien años, estaba en el reino de Pamplinga, que distaba de allí doce mil leguas, cuando le ocurrió el accidente a la princesa; pero bastó un momento para que de él tuviese aviso por un diminuto enano que calzaba botas, con las cuales a cada paso recorría siete leguas. Púsose inmediatamente en marcha la hada y al cabo de una hora viéronla llegar en un carro de fuego tirado por dragones. Fue el rey a ofrecerle la mano para que bajara del carro y la Hada aprobó cuanto se había hecho; y como era en extremo previsora, le dijo que cuando la princesa despertara se encontraría muy apurada si se hallaba sola en el viejo castillo. He aquí lo que hizo.

Excepción hecha del rey y la reina, tocó con su varilla a todos los que se encontraban en el castillo, ayas, damas de honor, camareras, gentiles-hombres, oficiales, mayordomos, cocineros, marmitones, recaderos, guardias, suizos, pajes y lacayos; también tocó los caballos que había en las cuadras y a los palafraneros, a los enormes mastines del corral y a la diminuta Tití, perrita de la princesa que estaba cerca de ella encima de la cama. Cuando a todos hubo tocado, todos se durmieron para no despertar hasta que despertara su dueña, con lo cual estarían dispuestos a servirla cuando de sus servicios necesitara. También se durmieron los asadores que estaban en la lumbre llenos de perdices y de faisanes, e igualmente quedó dormido el fuego. Todo esto se hizo en un momento, pues las hadas necesitan poco tiempo para hacer las cosas.

Entonces el rey y la reina, después de haber besado a su hija sin que despertara, salieron del castillo y mandaron publicar un edicto prohibiendo que persona alguna, fuese cual fuere su condición, se acercara al edificio. No era necesaria la prohibición, pues en quince minutos brotaron y crecieron en número extraordinario árboles grandes, pequeños rosales silvestres y espinosos, de tal manera entrelazados que ningún hombre ni animal hubiera podido pasar; de manera que sólo se veía lo alto de las torres del castillo, y aun era necesario mirarle de muy lejos. Nadie dudó de que la Hada había echado mano de todo su poder para que la princesa, mientras durmiera, nada tuviese que temer de los curiosos.

Pasadas los cien años, el hijo del monarca que reinaba entonces, debiendo añadir que la dinastía no era la de la princesa dormida, fue a cazar a aquel lado del bosque y preguntó que eran las torres que veía en medio del espeso ramaje. Contestole cada cual según lo que había oído; unos le dijeron que aquello era un viejo castillo poblado de almas en pena y otros que todas las brujas de la comarca se reunían en él los sábados. Según la opinión más generalizada, moraba en él un ogro que se llevaba al castillo todos los niños de que podía apoderarse para comerlos a su sabor y sin que fuera posible seguirle, abrirse puesto que sólo a él estaba reservado el privilegio de paso por entre la maleza.

No sabía a quien dar crédito el príncipe, cuando un viejo campesino habló y le dijo:

-Príncipe mío: hace más de cincuenta años oí contar a mi padre que en aquel castillo había la más bella princesa del mundo, que debía dormir cien años, estando reservado el despertarla al hijo de un rey, de quien debe ser esposa.

A estas palabras sintió el joven príncipe que la llama del amor brotaba en su corazón, y sin duda al instante creyó que daría fin a aventura tan llena de encantos. Impulsado por el amor y el deseo de gloria, resolvió saber en el acto si era exacto lo que el campesino le había dicho, y apenas llegó al bosque cuando todos los añosos árboles, los rosales silvestres y los espinos se separaron para abrirle paso. Caminó hacia el castillo, que veía al extremo de una larga alameda, en la que penetró, quedando muy sorprendido al observar que los de su comitiva no habían podido seguirle porque los árboles volvieron a recobrar su posición natural y a cerrar el paso en cuanto hubo pasado. No por eso dejó de continuar su camino, pues un príncipe joven y enamorado siempre es valiente. Penetró en un extremo del patio, y el espectáculo que a su vista se presentó era capaz de helar de miedo. El silencio era espantoso; veíase en todas partes la imagen de la muerte y la mirada tropezaba en cuerpos de hombres y animales que parecía estaban privados de vida; pero bastole fijarse en la nariz de berenjena y en los encendidos carrillos de los suizos para comprender que sólo estaban dormidos; además, los vasos, en los que sólo se veían restos de vino, decían que se habían dormido bebiendo.

Atravesó otro gran patio con pavimento de mármol; subió la escalera y entró en la sala de los guardias, que estaban formando hilera con el arcabuz al hombro y roncando ruidosamente. Cruzó varios aposentos llenos de gentiles hombres y de damas, de pie los unos, sentados los otros, pero todos durmiendo. Penetró en una cámara completamente dorada y vio en una cama, cuyos cortinajes estaban abiertos, el más hermoso espectáculo que a su mirada se había presentado: una princesa, que parecía tener quince o dieciseis años y cuya deslumbradora belleza tenía algo de luminosa y divina. Aproximose a ella temblando y admirándola y se arrodilló al pie de la cama.

Como había sonado la hora en que debía tener fin el encantamiento, la princesa despertó; y mirándole con tiernos ojos, le dijo:

-¿Sois vos, príncipe mío? ¡Cuánto os habéis hecho esperar!

Y llenaron de contento al príncipe tales palabras, y más aun la manera como fueron dichas. No sabía como encontrarla su alegría y agradecimiento y la aseguró que la amaba más que a si mismo. Mal hilvanadas salieron las palabras de los labios de ambos, pero a esto se debió que fueran más atractivas, pues poca elocuencia es señal de mucho amor. La confusión del hijo del rey era mayor que la de la princesa, cosa que no ha de sorprender, pues ella había tenido tiempo de pensar en lo que le diría; pues se supone, aunque nada de ello indique historia, que la buena Hada le había procurado el placer de agradables sueños durante los cien años que estuvo dormida. Cuatro horas hablaron y no se dijeron la mitad de las cosas que querían decirse.

El encantamiento del palacio cesó al mismo tiempo que el de la princesa, y cada cual pensó en cumplir con sus deberes; pero como no todos estaban enamorados, su primera sensación fue la del hambre, que sensiblemente les aguijoneaba. La dama de honor, hambrienta como las demás, se impacientó y dijo a la princesa que la comida estaba servida. El príncipe la ayudó a levantarse. Estaba vestida con mucha magnificencia, pero guardose de decirla que su traza y tocado se parecían a los de su abuela y que la moda del cuello que llevaba había pasado hacia mucho tiempo; pero su vestido y adornos en nada disminuían su belleza.

Pasaron a un salón con espejos y en él cenaron servidos por los gentiles hombres de la princesa. Los músicos tocaron con los violines y los oboes antiguas piezas, pero muy bonitas, por más que hiciera cien años que nadie las tocaba y después de haber cenado, casoles sin pérdida de tiempo el gran limosnero en la capilla del castillo.

Al día siguiente el príncipe volvió a la ciudad en donde su padre debía estar con cuidado por su ausencia. Le dijo que cazando se había perdido en el bosque y había pasado la noche en la choza de un carbonero que le había dado pan negro y queso para cenar. El rey su padre, que era muy bonachón, le creyó, pero no del todo su madre al ver que casi todos los días iba a cazar y que siempre tenía una excusa a mano cuando pasaba fuera dos o tres noches, y supuso que se trataba de amores. El príncipe vivió con la princesa más de dos años y tuvo de ella dos hijos; una niña llamada Aurora, y el segundo un niño, al que pusieron por nombre Día, pues aun parecía más hermoso que su hermana.

La reina hizo varias tentativas para que su hijo le revelara su secreto, pero el príncipe no se atrevió a confiárselo, porque si bien la amaba, la temía por proceder de raza de ogros, a pesar de lo cual el rey había casado con ella porque su fortuna era grande. Además, se murmuraba en la corte, pero en voz muy baja, que tenía las inclinaciones de los ogros y que, al ver pasar los niños, con mucha dificultad lograba contener el deseo de devorarlos. A esto se debió que el príncipe nada le dijera.

Pero al cabo de dos años murió el rey, y al subir su hijo al trono, declaró públicamente su matrimonio y fue con gran ceremonia a buscar a la reina su esposa a su castillo. La recepción que le hicieron en la ciudad, que era la capital, cuando se presentó en medio de sus dos hijos, fue magnífica.

Algún tiempo después el príncipe fue a guerrear contra su vecino, el emperador Cantagallos. Confió la regencia a la reina madre y le recomendó mucho a su mujer y a sus hijos. Debía guerrear todo el verano; y en cuanto estuvo fuera, la reina madre envió su nuera y sus nietos a una casa de campo que había en el bosque para poder satisfacer con mayor libertad sus horribles apetitos. Algunos días después fue a la casa de campo y por la noche dijo a su mayordomo:

-Mañana quiero comerme a Aurora.

-¡Ah! señora…, exclamó el mayordomo.

-Lo quiero,- contestó la reina con tono de ogra que desea devorar carne fresca,- y quiero comerla en salsa picante.

El pobre hombre comprendió que no había que andarse con bromas con la ogra; tomó un enorme cuchillo y subió al cuarto de la pequeña Aurora. Tenía entonces cuatro años, y al verle corrió hacia él saltando y riendo, le abrazó y le pidió un caramelo. El mayordomo se puso a llorar, se le escapó el cuchillo y bajó al corral, degolló un cordero y lo aderezó con una salsa tan rica que la reina le dijo que nunca había comido cosa mejor. Al mismo tiempo el mayordomo llevó la pequeña Aurora a su mujer para ocultarla en su casa, que estaba situada a un extremo del corral.

Ocho días después aquella mala reina dijo a su mayordomo:

-Para cenar quiero comerme a mi nieto Día.

El mayordomo no replicó porque ya tenía formado el propósito de engañarla como la otra vez. Fue en busca del niño y hallole con un diminuto florete en la mano ensayándose en la esgrima con un mono, a pesar de que sólo tenía tres años. Llevole a su mujer, que le ocultó junto con Aurora, y el mayordomo sirvió a la reina madre un cabritillo muy tierno, que halló sabrosísimo.

Hasta entonces todo había marchado perfectamente pero una tarde aquella perversa ogra dijo al mayordomo:

-Quiero comerme a la reina aderezada en salsa picante, lo mismo que sus hijos.

El buen hombre quedó aplastado no sabiendo como engañarla. La joven reina tenía veinte años, sin contar los cien que había pasado durmiendo; el pobre funcionario desconfiaba de hallar en el corral una res cuyas carnes fueran semejantes a las de una princesa de tan extraña edad. El mayordomo, para salvar su vida, tomo la resolución de degollar a la reina y subió a su cuarto con la intención de realizar su propósito. Mientras subía se excitaba a la ira y entro puñal en mano. No quiso cogerla de sorpresa, y con mucho respeto le dijo cuál era la orden que le había dado la reina madre.

-Cumple tu deber, contesto ella tendiéndole el cuello; ejecuta la orden que te han dado y volveré a ver mis hijos, a mis pobres hijos, a quienes amaba tanto.

Desde que se los habían quitado sin decirle nada, la reina les creía muertos.

-¡No, no, señora!, exclamó el pobre mayordomo muy conmovido; no moriréis, pero no por eso dejaréis de ver a vuestros hijos, pues los veréis en mi casa en donde les he ocultado; y de nuevo engañaré a la reina sirviéndola una corza en vuestro lugar.

Llevola en el acto a su habitación y dejola que abrazara a sus hijos y confundiera sus lágrimas con las suyas, mientras él se fue a guisar la corza, que la ogra se comió a la cena con el mismo apetito que si hubiese sido la reina. Estaba muy satisfecha de su crueldad y se disponía a decir al rey, cuando regresara, que los lobos hambrientos se habían comido a su mujer y sus hijos.

Cierta noche que, según costumbre, rondaba por los patios y corrales del castillo por si olfateaba carne fresca, oyó que su nieto lloraba porque su madre quería pegarle por haber hecho una maldad, y también oyó la vocecita de Aurora, que pedía perdón para su hermano. La ogra reconoció la voz de la reina y de sus dos hijos, y llena de ira por haber sido engañada, ordenó al amanecer del día siguiente, con acento tan espantoso que todo el mundo temblaba, que pusieran en medio del patio un enorme tonel que hizo llenar de sapos, víboras, culebras y serpientes para arrojar en él a la reina, sus hijos y al mayordomo, su mujer y su criada, mandando que los trajeran con las manos atadas a la espalda.

En el patio estaban los infelices, y los verdugos se disponían a echarlos en el tonel, cuando el rey, a quien no se esperaba tan pronto, entró de repente a caballo. Había corrido mucho y preguntó muy admirado qué significaba aquel horrible espectáculo. Nadie se atrevía a contestarle, cuando la ogra, furiosa al ver lo que pasaba se arrojó la primera de cabeza al tonel y en un instante fue devorada por los asquerosos reptiles que había mandado echar dentro. El rey no dejó de sentir disgusto, pues era su madre, pero pronto se consoló con su hermosa mujer y sus hijos.

lunes, 10 de julio de 2017

A veces me pongo a pensar...

A veces me pongo a pensar... Si habrás encontrado a alguien que se parezca a mi o si seguirás buscando lo que encontraste cuando me conociste...
Si echarás de menos nuestras noches de desvelos y nuestros secretos a escondidas o si ahora será otra la que pase contigo tus noches de insomnio y escuche tus penas y agonías.
Pero sobre todo pienso en si te habrás arrepentido de haberme dejado marchar, de tratarme como a otra de las que te hirieron y nada más, de dejarme tirada hasta que me cansé y ya no aguanté más...
Si, a veces me pongo a pensar... Y ojalá que tú también hayas pensado en mí muchas veces más, mientras dejaste el tiempo pasar.

Abrahel