Es posible que un lobo se arroje sobre un cadáver y lo desgarre y devore, particularmente si el cadáver está todavía caliente. Por lo tanto, es posible que el obseso que en su locura cree convertirse en lobo en un momento dado, también ataque a los cadáveres.
Uno de los casos más ilustrativos de esta clase de hombre-lobo es el del joven Henri Blot.
Henri Blot, un joven de buen parecer, de unos 25 años de edad, poseyó primero el cadáver de una hermosa bailarina, tras abrir el ataúd en el cementerio de Saint Ouen.
Después de ejecutar el coito, y esto se ha observado en otros casos de licantropía y necrofilia, cayó en un estado de trance, o de profundo coma. Unos meses después, Blot exhumó y efectuó coito con otro cadáver, cayendo otra vez en aquella especie de modorra. Y tan profunda fue que al día siguiente lo hallaron en el cementerio, junto al cadáver violado, siendo incluso necesario despertarle. Naturalmente, fue arrestado y procesado.
Ante el tribunal, no obstante, Blot no dio la menor muestra de arrepentimiento, alegando que:
«No pude resistir en ninguna ocasión al impulso que me hacía actuar como un lobo... o como una hiena (ya es sabido que las hienas sólo se alimentan de carroña). En el acto sexual, mordí siempre los pechos de los cadáveres y lamí las escasas gotas de sangre caídas... En realidad, no recuerdo casi nada de lo ocurrido... ¡pero el impulso... ah, el impulso es fatal... fatal!»
El magistrado que juzgaba el caso, le reprochó la gravedad de su ofensa, a lo que Blot respondió con una frase de antología:
«¿Cómo lo sabe, Su Señoría? Los lobos tienen sus propios gustos, y yo, como lobo que soy, tengo el mío por los cadáveres.»
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