Sus dioses no eran nada amables, sino seres terribles y coléricos que miraban con desprecio a los hombres.
Abraxas y Baal no prometían nada bueno a cambio de sus exigencias, y el más allá que brindaban a sus seguidores era una especie de castigo menor, ya que los muertos tenían que escoger entre la gris y tediosa eternidad, y la destrucción total del ser que implicaba también la muerte del espíritu.
Abraxas |
Baal |
Esta serie de ideas no cambiaron entre los persas hasta la llegada de Zaratustra y su religión del bien y del mal, en la que empezaron a prefigurarse las ideas del cielo y el infierno, o de los premios o castigos totales. De esta forma el más allá ya no era un odioso y triste destino, sino un descalabro o un triunfo eternos.
En general, los pueblos del Medio Oriente y de la cuenca oriental del Mediterráneo, entre ellos los primitivos griegos, comparten la singularidad de haber considerado el más allá como una enorme sala de aburrimiento, donde las pasiones y los sentidos perdían toda su importancia, tanto para bien y gozo, como para mal y sufrimiento. Y, por supuesto, para hititas, chipriotas, macedonios, sirios, atenienses, cretenses, turcos, otomanos y etc., era más importante vivir sufriendo o gozando, que morir y no sentir nada de nada.
En la Odisea, el poema épico de Homero, se refleja perfectamente el azoramiento de los muertos ante su condición de seres inertes, secos, fríos, serios, tristes e insensibles, ansiosos por volver a la vida, fuera como fuera y a cualquier precio.
Incluso se puede decir que todos estos pueblos llegaban a preferir una destrucción personal total, tanto física como intelectual y espiritualmente, sin dejar el menor rastro y sin sobrevivir en el más allá, antes que tener que instalarse en el reino del tedio.
Sólo el contacto con nuevas y distintas ideas religiosas lograron que estas culturas tuvieran una idea más halagüeña sobre el más allá.
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