viernes, 28 de abril de 2017

El más allá de los persas

Para los persas el más allá no era tan halagüeño y, a pesar de enterrar a sus muertos con armas, amuletos y comida, veían al otro mundo con ojos de desaliento. El más allá, a pesar de los méritos de las personas, no era un premio, sino una especie de largo, tedioso y aburrido castigo que no se acabaría hasta el fin de los tiempos.


Sus dioses no eran nada amables, sino seres terribles y coléricos que miraban con desprecio a los hombres.

Abraxas y Baal no prometían nada bueno a cambio de sus exigencias, y el más allá que brindaban a sus seguidores era una especie de castigo menor, ya que los muertos tenían que escoger entre la gris y tediosa eternidad, y la destrucción total del ser que implicaba también la muerte del espíritu.

Abraxas
Baal






















Esta serie de ideas no cambiaron entre los persas hasta la llegada de Zaratustra y su religión del bien y del mal, en la que empezaron a prefigurarse las ideas del cielo y el infierno, o de los premios o castigos totales. De esta forma el más allá ya no era un odioso y triste destino, sino un descalabro o un triunfo eternos.

En general, los pueblos del Medio Oriente y de la cuenca oriental del Mediterráneo, entre ellos los primitivos griegos, comparten la singularidad de haber considerado el más allá como una enorme sala de aburrimiento, donde las pasiones y los sentidos perdían toda su importancia, tanto para bien y gozo, como para mal y sufrimiento. Y, por supuesto, para hititas, chipriotas, macedonios, sirios, atenienses, cretenses, turcos, otomanos y etc., era más importante vivir sufriendo o gozando, que morir y no sentir nada de nada.

En la Odisea, el poema épico de Homero, se refleja perfectamente el azoramiento de los muertos ante su condición de seres inertes, secos, fríos, serios, tristes e insensibles, ansiosos por volver a la vida, fuera como fuera y a cualquier precio.

Incluso se puede decir que todos estos pueblos llegaban a preferir una destrucción personal total, tanto física como intelectual y espiritualmente, sin dejar el menor rastro y sin sobrevivir en el más allá, antes que tener que instalarse en el reino del tedio.

Sólo el contacto con nuevas y distintas ideas religiosas lograron que estas culturas tuvieran una idea más halagüeña sobre el más allá.

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