jueves, 6 de abril de 2017

El más allá de los egipcios

La cultura con más tradición mortuoria es la egipcia. Para corroborarlo sólo hace falta ver las tumbas faraónicas. La pirámide Keops, supuestamente un monumento funerario, fue construida hace más de 4.000 años, y por su apariencia podríamos asegurar que en aquella época era más importante la muerte que la vida.

El más allá de los egipcios se desarrollaba en el "mundo interior", el mundo de las profundidades y de la noche en la que se encontraban los dioses. Ese más allá, después de pasar el túnel negro de las pruebas, era rico y luminoso, lleno de campos fértiles, agua y abundancia de todas clases, aunque el muerto, o el espíritu del muerto, tendría que seguir trabajando para sobrevivir hasta que fuera digno de los dioses. Mientras tanto, el espíritu del muerto podía volver a la Tierra a degustar sus platos favoritos (depositados como ofrendas delante de su tumba), o incluso, cuando Osiris fuera reconstituido en su cuerpo físico, volver a la piel que permanecía embalsamada dentro del sarcófago.

Los egipcios no se comían a sus muertos, pero sí se comían los cadáveres de sus enemigos, preferentemente si éstos eran valientes, fuertes y buenos guerreros, ya que creían que al comérselos ingerirían también parte de su espíritu y de sus cualidades. Mientras que si ellos mismos eran comidos después de haber sido derrotados, creían que no podrían llegar nunca hasta los dioses ni volver a su propio cuerpo cuando Osiris fuera reinstaurado en el suyo.

Osiris era el primer gran fantasma de los egipcios. La leyenda cuenta que fue traicionado y depuesto de su trono, y troceado en partes que se diseminaron y escondieron por todas partes, para que su espíritu, desde el más allá, no pudiera encontrarlas, unirlas y volver a reencarnar para reclamar su trono.

Osiris era, por tanto, el dios de los muertos, el ser divino que ayudaba a los fenecidos a cruzar el túnel negro y llevarlos a los Campos Elíseos si tenían el corazón puro. Yel día en que Osiris encontrara sus pedazos, los uniera y reencarnara en su viejo cuerpo, todos los muertos podrían hacer los mismo, siempre que contaran aún con su propio cuerpo.

Esa era una de las razones religiosas por las que se embalsamaba a los cadáveres, intentando evitar el máximo la corrupción del cuerpo. Hasta hace poco tiempo, en nuestras propias civilizaciones, existía la idea de querer morir con el cuerpo entero, para que en el momento de la resurrección o de la reencarnación no nos faltara ningún miembro.

No son pocos los fantasmas de la historia que han vuelto a la Tierra a buscar una mano, un ojo o cualquier otra parte de su cuerpo, para descansar en paz y enteros.

Así las cosas, y de una manera más rica o más pobre, los egipcios intentaban ser embalsamados después de muertos y mantener el cuerpo entero. Por supuesto, los egipcios, dependiendo de su rango y de sus riquezas, eran enterrados también con sus armas, sus joyas, alimentos y, en el caso de los faraones, incluso con todo su séquito.

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