Se procuraba cera virgen, a la que unía partículas de hostia consagrada y unas gotas de los santos óleos, todo lo cual robaba en las iglesias, según él, protegido por los dioses del mal. Una noche de martes o sábado, sin luna, y en sitio alejado de la población, aguardaba a que fuese medianoche y entonces invocaba a las potencias infernales, mientras modelaba la figurita concentrándose mentalmente en la persona que debía morir; luego, le añadía pelos, pedazos de uña, etc., procedentes de la víctima, y la vestía con fragmentos de tela sin lavar de igual procedencia.
Fabricado así el maleficio, lo guardaba hasta el martes o sábado siguiente. Entonces, lo trasladaba a un lugar sagrado, y lo bautizaba con unas gotas de agua bendita, imponiéndole el nombre de la víctima elegida. Después, entregaba la figura a quien se la había encargado, para que la fundiese a fuego muy lento cuando quisiera, invocando a Satanás y concentrándose mentalmente en la muerte de su enemigo.
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