Es este un duendecillo cuyas ropas son siempre de color marrón, el mismo color que luce su gorro puntiagudo. Este duendecillo se aparecía en los países del norte de Europa durante el día, a los viajeros solitarios cuando cruzaban un sendero montañoso. Se aparecía en forma de un rústico, llevando un cayado de pastor. De manera invariable, caminaba delante del viajero, de espaldas a éste, aunque nunca por el trazado sendero, sino que se mantenía paralelamente al camino, y de forma gradual iba desviando al viajero de su senda. Cuando lo había desviado lo suficiente, desaparecía súbitamente detrás de un muro o unos matorrales, dejando al burlado viajero presa de una gran perplejidad y totalmente desorientado.
Algunas veces este duende descendía de los montes a las cañadas y barrancos, y caminaba a lo largo de las cercas de los prados y las eras, o bien de los caminos, y de cuando en cuando asomaba la cabeza por encima de un seto, para mirar el sendero. Por eso, los padres prudentes advertían a sus hijos que no se demorasen en sus cometidos, por temor a ser vistos por ese temible duendecillo marrón.
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