Los gnomos, de talla muy exigua, aparecen por primera vez entre los cabalistas judíos, quienes afirmaban que aquellos viven bajo tierra, lo mismo que los Enanos. Su ocupación consiste en custodiar tesoros, minas de oro y plata, y piedras preciosas.
Su aparición fantástico-fabulosa se remonta a la Edad Media, lo mismo que la de las Gnómidas, o gnomos femeninos, que miden sólo 20 cm de estatura.
Por ser de origen cabalístico, el Talmud, libro sagrado de los judíos, los cita y cree en ellos. En ese libro se cuenta que un gnomo, en forma de gusano, del tamaño de un grano de arena, prestó grandes servicios al rey Salomón, partiendo rocas y extrayendo piedras de las canteras, para la edificación del Templo de Jerusalén.
También en el Talmud se dice que en cada planta y en cada piedra vive un gnomo.
El gnomo más popular es el llamado Rugebahl, que inflamó la imaginación de las gentes del Medievo, puesto que fue en los siglos XIV y XV cuando la Cábala judía pasó a Europa, gracias a las doctrinas pitagóricas de Pico della Mirandola, Marcilio Ficino, Paracelso y Reuchlin, entre otros.
Los europeos propagaron la existencia de los gnomos por América y la India, y así se llegó a hablar de las gnómidas, que vivían en las minas de Chile y de México, y en las arenas auríferas de Visapur.
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