El Ex Convento de Santa Mónica ubicado en 18 Pte. 103, Centro Histórico de Puebla. A parte de ser un edificio lleno de belleza arquitectónica, es también muy lúgubre. El monasterio de Santa Mónica originalmente fue creado para dar refugio a esposas de los españoles que, por sus ocupaciones productivas se veían en la necesidad de dejarlas solas. Las rentas donadas fueron insuficientes, lo que provocó que el edificio se despoblara.
Así, en 1609 Úrsula de la Vega instala una casa para mujeres perdidas, obligadas a permanecer en reclusión, se convierte en un reformatorio de conductas femeninas. En 1679 el Sr. Dr. Manuel Fernández de Santa Cruz Zaagún, preocupado por la conducta de estas mujeres, decide reestructurar el recogimiento, funda una casa para éstas, y en el edificio derruido funda un colegio para viudas españolas, construyendo celdas, oratorios, refectorio, servicios sanitarios, lavaderos y una nueva iglesia.
Pero ése no sería su destino final, ya que seis años después se fundó en ese mismo sitio el convento de monjas agustinas recoletas de Santa Mónica. No fue sino hasta 1933 cuando, por algunas denuncias, el gobierno lo descubrió y las religiosas fueron desalojadas de manera definitiva. Actualmente es un museo de arte religioso.
El uso histórico del inmueble es el que le otorga la carga emocional y fantástica; el sufrimiento en la vida cotidiana de las personas que lo habitaron en distintas épocas, hace que las almas estén penando, causando espantos y aparecidos. En todos sus usos, implicaban encierro ya fuera voluntario u obligado. Las monjas se infligían sufrimiento como modo de sacrificio y amor hacia Dios.
Se cuenta sobre emparedados y enterrados en otros distintos sitios al osario, que era el lugar destinado para éste uso. En ciertas áreas fueron descubiertos esqueletos de fetos, incluso existe el esqueleto emparedado de una mujer con un feto en su vientre.
Las personas que han llegado a visitar el lugar y los trabajadores de ahí han reportado apariciones a diferentes horas del día, en especial hablan de una mujer que deambula vestida de blanco.
BIENVENIDOS A MI MUNDO Aquí encontraréis escritos tanto míos como otros que encuentre interesantes y quiera compartir con vosotros, leyendas, frases, imágenes... Espero que os guste mi Infierno...
martes, 31 de enero de 2017
Cada noche ve la luz de la luna desde su ventana
Cada noche ve la luz de la luna desde su ventana
y cada noche espera que esa sea la última noche que la vea sola.
Pero el tiempo pasa y pasa,
y una noche tras otra
ella sigue viendo a la luna tan sola como ella,
y se hacen compañía cada noche,
mientras ella empieza a odiar su soledad.
y cada noche espera que esa sea la última noche que la vea sola.
Pero el tiempo pasa y pasa,
y una noche tras otra
ella sigue viendo a la luna tan sola como ella,
y se hacen compañía cada noche,
mientras ella empieza a odiar su soledad.
Abrahel
lunes, 30 de enero de 2017
Bwbach Llwyd
Es este un duendecillo cuyas ropas son siempre de color marrón, el mismo color que luce su gorro puntiagudo. Este duendecillo se aparecía en los países del norte de Europa durante el día, a los viajeros solitarios cuando cruzaban un sendero montañoso. Se aparecía en forma de un rústico, llevando un cayado de pastor. De manera invariable, caminaba delante del viajero, de espaldas a éste, aunque nunca por el trazado sendero, sino que se mantenía paralelamente al camino, y de forma gradual iba desviando al viajero de su senda. Cuando lo había desviado lo suficiente, desaparecía súbitamente detrás de un muro o unos matorrales, dejando al burlado viajero presa de una gran perplejidad y totalmente desorientado.
Algunas veces este duende descendía de los montes a las cañadas y barrancos, y caminaba a lo largo de las cercas de los prados y las eras, o bien de los caminos, y de cuando en cuando asomaba la cabeza por encima de un seto, para mirar el sendero. Por eso, los padres prudentes advertían a sus hijos que no se demorasen en sus cometidos, por temor a ser vistos por ese temible duendecillo marrón.
Algunas veces este duende descendía de los montes a las cañadas y barrancos, y caminaba a lo largo de las cercas de los prados y las eras, o bien de los caminos, y de cuando en cuando asomaba la cabeza por encima de un seto, para mirar el sendero. Por eso, los padres prudentes advertían a sus hijos que no se demorasen en sus cometidos, por temor a ser vistos por ese temible duendecillo marrón.
Drácula
Cuenta un relato que en la noche apareció
Un hombre que en vampira su alma convirtió
En Transilvania nació
Su nombre era Drácula
Dicen que por sus venas hubo sangre azul
Y que la luz invadía su morada
Pero el engaño llegó y le separó de su amada
Y renunció de su Dios
Y el mal se hizo dueño de él
En monstruo le convirtió
Asesino y cruel
Hay
Un alma inmortal
Que vaga en la oscuridad
Hay
Un alma inmortal
Que busca tu sangre
Aunque te escondas él te encontrará
Y buscará entre tu mente
Y tu alma suya será
Hay
Un alma inmortal
Que vaga en la oscuridad
Hay
Un alma inmortal
Que busca tu sangre
Aunque te escondas él te encontrará
Y buscara entre tu mente
Y tu alma suya será
Ahora el vampiro es perseguido por robar
En esta noche el corazón de una mortal
Para poder poseer
Su alma y su vida
Y en su castillo la luz
De nuevo iluminará
El fin de un hombre que hoy
Ha encontrado su paz
Hay
Un alma inmortal
Que vaga en la oscuridad
Hay
Un alma inmortal
Que busca tu sangre
Hay
Un alma inmortal
Que vaga en la oscuridad
Hay
Un alma inmortal
Que busca tu sangre
Un hombre que en vampira su alma convirtió
En Transilvania nació
Su nombre era Drácula
Dicen que por sus venas hubo sangre azul
Y que la luz invadía su morada
Pero el engaño llegó y le separó de su amada
Y renunció de su Dios
Y el mal se hizo dueño de él
En monstruo le convirtió
Asesino y cruel
Hay
Un alma inmortal
Que vaga en la oscuridad
Hay
Un alma inmortal
Que busca tu sangre
Aunque te escondas él te encontrará
Y buscará entre tu mente
Y tu alma suya será
Hay
Un alma inmortal
Que vaga en la oscuridad
Hay
Un alma inmortal
Que busca tu sangre
Aunque te escondas él te encontrará
Y buscara entre tu mente
Y tu alma suya será
Ahora el vampiro es perseguido por robar
En esta noche el corazón de una mortal
Para poder poseer
Su alma y su vida
Y en su castillo la luz
De nuevo iluminará
El fin de un hombre que hoy
Ha encontrado su paz
Hay
Un alma inmortal
Que vaga en la oscuridad
Hay
Un alma inmortal
Que busca tu sangre
Hay
Un alma inmortal
Que vaga en la oscuridad
Hay
Un alma inmortal
Que busca tu sangre
Tierra Santa
domingo, 29 de enero de 2017
Enfield, la casa del terror
A finales de los setenta se desencadenó un violento poltergeist en un domicilio popular al norte de Londres. Fue tal la agresividad, tan desconcertante su origen, que el caso acabó fascinando a toda la opinión pública. ¿Qué ocurrió en Enfield? ¿Quiénes fueron los causantes de los sucesos?
Estamos en un barrio de casas adosadas, residencial, las luces de las viviendas comienzan a esconderse. Descanso obliga. 284 de Green Street, para más señas.
Las familias bien avenidas disfrutan relajadas de sus programas de televisión favorito, algún joven se encierra en su habitación para escuchar Animals, el último disco de Pink Floyd, los matrimonios acuestan a sus hijos… Todo es normal, una noche cualquiera de agosto de 1977. Todo es rutinario… Excepto en una casa. La casa en la que vive Peggy Harper, una divorciada de alrededor de 40 años, junto a sus cuatro hijos. En su vivienda adosada está a punto de desatarse un mundo extraordinario. Rosa, 13 años, Janet, 11, Pete, 10 y Jimmy, 7. Así se llaman los cuatro hijos de Peggy. Las dos medianas, Janet y Pete, duermen en la misma habitación. En apariencia, plácidamente, vigiladas por el póster de los muy setenteros detectives Starsky y Hutch que cuelga en la pared. Hasta que de repente, en medio de la noche, comienzan a proferir terribles gritos.
Una pesadilla, piensa Peggy. Pero que la hubiesen sufrido las dos a la vez… Eso era realmente extraño. Las niñas le cuentan que, de repente, las camas habían empezado a agitarse brutalmente, movidas por una fuerza surgida de la nada. Peggy revisa la habitación y la casa. Allí no hay nadie que hubiera podido provocar tal turbación. Una pesadilla, eso es, una excepcional y violenta pesadilla que habían tenido las dos a la vez.
El sueño volvió a vencerlas, y el miedo quedó apenas como una anécdota para Peggy. Sin embargo, cuando la anécdota se repite troca en un rompecabezas. Y eso ocurrió al día siguiente. Se acercaba de nuevo la noche. Janet y Pete se acuestan. Regresan al escenario del miedo.
Al poco de entrar en la cama, Peggy vuelve a escuchar sus gritos. Cosas de niños, suponemos que pensaría. Pero amor de madre obliga, así que la señora Harper, como la noche anterior, sube a la habitación de las niñas que, de nuevo, estaban paralizadas, aterradas ante lo que acababan de padecer.
En este caso, había sido una silla la que, según las pequeñas, se había zarandeado bruscamente por toda la habitación, como movida por unos brazos fuertes e invisibles que la lanzaban contra las paredes.
Nadie había estado allí, la silla se movía sola. Si los objetos adquirían vida, mejor tenerlos controlados, debió de pensar Peggy, aún recelosa de la imaginación infantil. Así que, ni corta ni perezosa, se llevó la traviesa silla a su habitación.
Sin embargo, la siguiente ocasión, esa misma noche, no iban a ser los lamentos de sus retoños los que la despertaran. Esta vez fue ella misma quien escuchó el estrépito de muebles moviéndose en el cuarto de Janet y Pete.
Estaba visto que esa noche de agosto no iba a poder dormir. Alarmada, volvió a asomarse al cuarto de las niñas. Y esta vez sí que comprobó un suceso chocante, fuera de toda lógica.
No sin esfuerzo, Peggy, ahora ya angustiada, volvió a ubicar el arcón en su emplazamiento original. Tras comprobar que todo estaba en orden, la madre se dio la vuelta dispuesta a apagar la luz y abandonar la habitación. Pero antes de que pudiera poner la mano en el pomo de su puerta, algo comenzó a moverse a sus espaldas. ¡Era el baúl!
Pudo observar con sus propios ojos que aquello no formaba parte de ningún relato inventado por sus pequeñas, nadie ejercía su fuerza para lograr el desplazamiento. El baúl se estaba moviendo solo. Parecía que la fuerza invisible quisiera devolver el arca al lugar desde el que lo había trasladado Peggy. “Todo comenzó en la habitación, cuando la cómoda se movió y pudimos oír algo parecido a unos pies arrastrándose”, describió años después para Channel 4 Janet… Una energía incomprensible estaba desafiando a la familia. Y los incidentes tan sólo acababan de comenzar…
No sin antes escapar corriendo junto a sus niñas de la habitación, Peggy Harper acudió presurosa a las casas de los vecinos. Necesitaba ayuda, que alguien adulto y ajeno a la vivienda ayudase a esclarecer los sucesos, darles una explicación racional. ¿Y si hubiera algún intruso en la casa? Pero no, nada de eso. Junto con unos cuantos vecinos, Peggy escudriñó cada palmo de la casa en busca de algo fuera de lo común en su cotidianeidad, que pudiese ofrecer una explicación racional a los sucesos. Nada. Absolutamente nada. Lo único que pudieron comprobar es que las niñas, que Peggy, no estaba loca, que no se había inventado nada. Porque ellos mismos escucharon ruidos constantes y fuertes golpes sin origen claro, sin aparente motivo. “Escuchamos golpes en la pared, en el dormitorio, en el techo.
Entre todos decidieron que la opción más correcta iba a ser llamar a la Policía. No quedaba otra. Poco tiempo después los agentes se presentaron en la vivienda. Los ruidos continuaban. Su presencia no aminoró los fenómenos. Volvieron a rebuscar en cada rincón de la casa a la espera de que gracias a su experiencia fuesen capaces de acceder a un dato que a los vecinos se les hubiera escapado.
Otra vez, la nada, la incomprensión, el mismo espanto tan humano hacia lo que no somos capaces de explicar. Los agentes no pudieron hacer nada al respecto… bueno, sí, un informe en el que detallaban de qué manera durante su presencia en la vivienda de la señora Harper, habían escuchado los ya referidos gritos y ruidos, sin origen conocido y el movimiento, por sí sola, de aquella silla que Peggy se había llevado de la habitación de sus niñas. Habían buscado intrusos, cables ocultos en la silla… No había explicación posible.
Y ya puestos a comunicar el suceso, a conseguir de algún modo una nueva visión, un esclarecimiento de los hechos, los testigos se pusieron en contacto con uno de los medios escritos más leídos en el Reino Unido, el Daily Mirror. En los días siguientes, el reportero George Fallows y el fotógrafo Graham Morris acudieron a la casa. Las jornadas anteriores, los acontecimientos se habían generalizado, también se habían vuelto más violentos. Ya no estaba todo centrado en la habitación de Janet y Pete… Los juguetes volaban por los aires, lanzados por una violenta mano invisible, las sillas continuaban moviéndose, las camas se agitaban sin descanso. Y eso mismo contemplaron asombrados George y Graham. Este último pudo comprobar, incluso, cómo una pieza de un juguete desmontable chocaba con vehemencia contra su frente cuando trataba de hacer una fotografía. El periódico se hizo eco de la información que pronto se convirtió en uno de los temas, a la vez, más controvertidos y que más fascinación despertaba en el Reino Unido. Hasta tal punto que las cámaras de la BBC acudieron a la “vivienda encantada” en busca de imágenes y, a ser posible, de respuestas. Y algo encontraron. Algo raro, por supuesto. Cuando los periodistas, después de grabar algunas imágenes de la casa, con sus correspondientes sucesos anómalos, se disponían a editar lo registrado, tropezaron con un obstáculo insalvable.
En cierta ocasión uno de los hermanos comenzó a quejarse de dolor en una de sus piernas. Era incapaz siquiera de moverla. El niño se lamentaba de que algo le oprimía fuertemente el muslo. La sensación, decía, era semejante a como si un hombre le estuviera presionando la pierna con las dos manos.
El desconcierto era absoluto entre todos los protagonistas y testigos de los sucesos. Acabar con ellos se antojaba imposible. Ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos, la única solución era la de contactar con expertos en estos hechos. La familia llamó a la SPR –“Sociedad para la Investigación Psíquica”–. Uno de sus investigadores, Maurice Grosse, acudió a la llamada. El 8 de septiembre, Grosse se encuentra en la casa junto al fotógrafo Graham Morris cuando escuchan un fuerte golpe en la habitación de Janet, donde se habían iniciado los fenómenos. Ésta, pese al estruendo, parecía dormir plácidamente. Sin embargo, a su lado, una silla levitaba, al menos medio metro sobre el suelo. Pero no sólo eso. Las puertas de los armarios se abrían solas. Algún que otro juguete se entretenía volando por la habitación, Grosse, por su parte, hizo notar una extraña sensación en la habitación; una brisa de aire frío parecía recorrerla.
Pronto el investigador comprobó que el foco de la supuesta actividad paranormal estaba en Janet. Más que nada porque Janet comenzó a proferir gritos, a hablar con voz masculina… una voz, por supuesto, que no era la suya. Entraba en trances cada vez más violentos. Utilizaba un lenguaje grosero, impropio en una niña de once años. “Me sentí utilizada por una fuerza incomprensible”, recordaba Janet en el documental de Channel 4. “No estoy segura de que el poltergeist fuera ‘el mal’. Simplemente parecía querer formar parte de nuestra familia”. Janet se golpeaba la cabeza contra las paredes, era lanzada como un vulgar objeto por aquella fuerza invisible, incluso aseguró que alguna vez la cortina de su habitación se enrolló en su cuello como si intentara ahorcarla… y esa voz desgarradora que aterrorizaba a cuantos prestaban atención. Pero, ¿a quién pertenecía esta voz? ¿Quién se apropiaba de Janet? Decía pertenecer a Bill Wilkins, un hombre fallecido, que había vivido en el inmueble durante décadas. Pero ninguno de los miembros de la familia tenía conocimiento de quién había sido tal caballero que, además, había muerto en la casa.
Le hicieron pruebas, pero los resultados no señalaron ningún desorden mental. Mientras, en las seis semanas que estuvo ingresada, los sucesos se detuvieron. A su vuelta, regresaron, si bien con menos violencia.
El caso dio una vuelta semanas después. Varios investigadores aseguraron que se trataba de un fraude, fruto de la necesidad de atención de Janet. Ella habría provocado los fenómenos. Lo demostraron colocando una cámara oculta en su dormitorio. Y se veía cómo doblaba cucharas y trataba de hacer lo propio con una barra de hierro. Las acusaciones contra Janet no se hicieron esperar. Todo era un montaje… ¿Todo? ¿De dónde sacaba Janet la fuerza para mover aquel baúl? ¿Acaso también mentía la madre cuando aseguró verlo moverse solo? ¿Qué truco dominaba para hacer levitar las sillas? ¿Quién fue capaz de doblar la cinta con la grabación de la BBC? Si todo fue un engaño, fue capaz de enredar a vecinos, periodistas, investigadores… “Oh, sí, una o dos veces falsificamos los sucesos para ver si nos atrapaban… y lo hicieron siempre”, confesó años después una ya adulta Janet Harper. Pero aquello fue una travesura puntual… ¿Qué fue todo lo demás?
Una noche de verano. Una noche como tantas en el municipio de Enfield en agosto de 1977.
Estamos en un barrio de casas adosadas, residencial, las luces de las viviendas comienzan a esconderse. Descanso obliga. 284 de Green Street, para más señas.
Las familias bien avenidas disfrutan relajadas de sus programas de televisión favorito, algún joven se encierra en su habitación para escuchar Animals, el último disco de Pink Floyd, los matrimonios acuestan a sus hijos… Todo es normal, una noche cualquiera de agosto de 1977. Todo es rutinario… Excepto en una casa. La casa en la que vive Peggy Harper, una divorciada de alrededor de 40 años, junto a sus cuatro hijos. En su vivienda adosada está a punto de desatarse un mundo extraordinario. Rosa, 13 años, Janet, 11, Pete, 10 y Jimmy, 7. Así se llaman los cuatro hijos de Peggy. Las dos medianas, Janet y Pete, duermen en la misma habitación. En apariencia, plácidamente, vigiladas por el póster de los muy setenteros detectives Starsky y Hutch que cuelga en la pared. Hasta que de repente, en medio de la noche, comienzan a proferir terribles gritos.
La madre sube corriendo a la habitación. Cuando entra, las encuentra escondidas bajo las sábanas, asustadísimas.
Una pesadilla, piensa Peggy. Pero que la hubiesen sufrido las dos a la vez… Eso era realmente extraño. Las niñas le cuentan que, de repente, las camas habían empezado a agitarse brutalmente, movidas por una fuerza surgida de la nada. Peggy revisa la habitación y la casa. Allí no hay nadie que hubiera podido provocar tal turbación. Una pesadilla, eso es, una excepcional y violenta pesadilla que habían tenido las dos a la vez.
El sueño volvió a vencerlas, y el miedo quedó apenas como una anécdota para Peggy. Sin embargo, cuando la anécdota se repite troca en un rompecabezas. Y eso ocurrió al día siguiente. Se acercaba de nuevo la noche. Janet y Pete se acuestan. Regresan al escenario del miedo.
Al poco de entrar en la cama, Peggy vuelve a escuchar sus gritos. Cosas de niños, suponemos que pensaría. Pero amor de madre obliga, así que la señora Harper, como la noche anterior, sube a la habitación de las niñas que, de nuevo, estaban paralizadas, aterradas ante lo que acababan de padecer.
En este caso, había sido una silla la que, según las pequeñas, se había zarandeado bruscamente por toda la habitación, como movida por unos brazos fuertes e invisibles que la lanzaban contra las paredes.
Nadie había estado allí, la silla se movía sola. Si los objetos adquirían vida, mejor tenerlos controlados, debió de pensar Peggy, aún recelosa de la imaginación infantil. Así que, ni corta ni perezosa, se llevó la traviesa silla a su habitación.
Sin embargo, la siguiente ocasión, esa misma noche, no iban a ser los lamentos de sus retoños los que la despertaran. Esta vez fue ella misma quien escuchó el estrépito de muebles moviéndose en el cuarto de Janet y Pete.
Estaba visto que esa noche de agosto no iba a poder dormir. Alarmada, volvió a asomarse al cuarto de las niñas. Y esta vez sí que comprobó un suceso chocante, fuera de toda lógica.
Un gran baúl se había desplazado alrededor de medio metro de esa que ya empezaba a parecer la habitación del pánico.
No sin esfuerzo, Peggy, ahora ya angustiada, volvió a ubicar el arcón en su emplazamiento original. Tras comprobar que todo estaba en orden, la madre se dio la vuelta dispuesta a apagar la luz y abandonar la habitación. Pero antes de que pudiera poner la mano en el pomo de su puerta, algo comenzó a moverse a sus espaldas. ¡Era el baúl!
Pudo observar con sus propios ojos que aquello no formaba parte de ningún relato inventado por sus pequeñas, nadie ejercía su fuerza para lograr el desplazamiento. El baúl se estaba moviendo solo. Parecía que la fuerza invisible quisiera devolver el arca al lugar desde el que lo había trasladado Peggy. “Todo comenzó en la habitación, cuando la cómoda se movió y pudimos oír algo parecido a unos pies arrastrándose”, describió años después para Channel 4 Janet… Una energía incomprensible estaba desafiando a la familia. Y los incidentes tan sólo acababan de comenzar…
En busca de ayuda
No sin antes escapar corriendo junto a sus niñas de la habitación, Peggy Harper acudió presurosa a las casas de los vecinos. Necesitaba ayuda, que alguien adulto y ajeno a la vivienda ayudase a esclarecer los sucesos, darles una explicación racional. ¿Y si hubiera algún intruso en la casa? Pero no, nada de eso. Junto con unos cuantos vecinos, Peggy escudriñó cada palmo de la casa en busca de algo fuera de lo común en su cotidianeidad, que pudiese ofrecer una explicación racional a los sucesos. Nada. Absolutamente nada. Lo único que pudieron comprobar es que las niñas, que Peggy, no estaba loca, que no se había inventado nada. Porque ellos mismos escucharon ruidos constantes y fuertes golpes sin origen claro, sin aparente motivo. “Escuchamos golpes en la pared, en el dormitorio, en el techo.
No podíamos distinguir de dónde procedían”, explicó uno de los vecinos testigo del suceso. “He de confesar que realmente estaba asustado”.
Entre todos decidieron que la opción más correcta iba a ser llamar a la Policía. No quedaba otra. Poco tiempo después los agentes se presentaron en la vivienda. Los ruidos continuaban. Su presencia no aminoró los fenómenos. Volvieron a rebuscar en cada rincón de la casa a la espera de que gracias a su experiencia fuesen capaces de acceder a un dato que a los vecinos se les hubiera escapado.
Otra vez, la nada, la incomprensión, el mismo espanto tan humano hacia lo que no somos capaces de explicar. Los agentes no pudieron hacer nada al respecto… bueno, sí, un informe en el que detallaban de qué manera durante su presencia en la vivienda de la señora Harper, habían escuchado los ya referidos gritos y ruidos, sin origen conocido y el movimiento, por sí sola, de aquella silla que Peggy se había llevado de la habitación de sus niñas. Habían buscado intrusos, cables ocultos en la silla… No había explicación posible.
Y ya puestos a comunicar el suceso, a conseguir de algún modo una nueva visión, un esclarecimiento de los hechos, los testigos se pusieron en contacto con uno de los medios escritos más leídos en el Reino Unido, el Daily Mirror. En los días siguientes, el reportero George Fallows y el fotógrafo Graham Morris acudieron a la casa. Las jornadas anteriores, los acontecimientos se habían generalizado, también se habían vuelto más violentos. Ya no estaba todo centrado en la habitación de Janet y Pete… Los juguetes volaban por los aires, lanzados por una violenta mano invisible, las sillas continuaban moviéndose, las camas se agitaban sin descanso. Y eso mismo contemplaron asombrados George y Graham. Este último pudo comprobar, incluso, cómo una pieza de un juguete desmontable chocaba con vehemencia contra su frente cuando trataba de hacer una fotografía. El periódico se hizo eco de la información que pronto se convirtió en uno de los temas, a la vez, más controvertidos y que más fascinación despertaba en el Reino Unido. Hasta tal punto que las cámaras de la BBC acudieron a la “vivienda encantada” en busca de imágenes y, a ser posible, de respuestas. Y algo encontraron. Algo raro, por supuesto. Cuando los periodistas, después de grabar algunas imágenes de la casa, con sus correspondientes sucesos anómalos, se disponían a editar lo registrado, tropezaron con un obstáculo insalvable.
No había nada que editar: la grabación se había esfumado. No había nada. Quizá tuviera algo que ver el hecho de que la cinta estuviera completamente retorcida, inservible. El poltergeist continuaba, cada día con más fuerza, con mayor brutalidad.
En cierta ocasión uno de los hermanos comenzó a quejarse de dolor en una de sus piernas. Era incapaz siquiera de moverla. El niño se lamentaba de que algo le oprimía fuertemente el muslo. La sensación, decía, era semejante a como si un hombre le estuviera presionando la pierna con las dos manos.
Turno de los expertos
El desconcierto era absoluto entre todos los protagonistas y testigos de los sucesos. Acabar con ellos se antojaba imposible. Ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos, la única solución era la de contactar con expertos en estos hechos. La familia llamó a la SPR –“Sociedad para la Investigación Psíquica”–. Uno de sus investigadores, Maurice Grosse, acudió a la llamada. El 8 de septiembre, Grosse se encuentra en la casa junto al fotógrafo Graham Morris cuando escuchan un fuerte golpe en la habitación de Janet, donde se habían iniciado los fenómenos. Ésta, pese al estruendo, parecía dormir plácidamente. Sin embargo, a su lado, una silla levitaba, al menos medio metro sobre el suelo. Pero no sólo eso. Las puertas de los armarios se abrían solas. Algún que otro juguete se entretenía volando por la habitación, Grosse, por su parte, hizo notar una extraña sensación en la habitación; una brisa de aire frío parecía recorrerla.
Pronto el investigador comprobó que el foco de la supuesta actividad paranormal estaba en Janet. Más que nada porque Janet comenzó a proferir gritos, a hablar con voz masculina… una voz, por supuesto, que no era la suya. Entraba en trances cada vez más violentos. Utilizaba un lenguaje grosero, impropio en una niña de once años. “Me sentí utilizada por una fuerza incomprensible”, recordaba Janet en el documental de Channel 4. “No estoy segura de que el poltergeist fuera ‘el mal’. Simplemente parecía querer formar parte de nuestra familia”. Janet se golpeaba la cabeza contra las paredes, era lanzada como un vulgar objeto por aquella fuerza invisible, incluso aseguró que alguna vez la cortina de su habitación se enrolló en su cuello como si intentara ahorcarla… y esa voz desgarradora que aterrorizaba a cuantos prestaban atención. Pero, ¿a quién pertenecía esta voz? ¿Quién se apropiaba de Janet? Decía pertenecer a Bill Wilkins, un hombre fallecido, que había vivido en el inmueble durante décadas. Pero ninguno de los miembros de la familia tenía conocimiento de quién había sido tal caballero que, además, había muerto en la casa.
Las sacudidas de Janet cada día eran más vehementes, los sucesos más violentos. La afectada fue ingresada enun hospital psiquiátrico de Maudsley, en Londres.
Le hicieron pruebas, pero los resultados no señalaron ningún desorden mental. Mientras, en las seis semanas que estuvo ingresada, los sucesos se detuvieron. A su vuelta, regresaron, si bien con menos violencia.
¿Un fraude?
El caso dio una vuelta semanas después. Varios investigadores aseguraron que se trataba de un fraude, fruto de la necesidad de atención de Janet. Ella habría provocado los fenómenos. Lo demostraron colocando una cámara oculta en su dormitorio. Y se veía cómo doblaba cucharas y trataba de hacer lo propio con una barra de hierro. Las acusaciones contra Janet no se hicieron esperar. Todo era un montaje… ¿Todo? ¿De dónde sacaba Janet la fuerza para mover aquel baúl? ¿Acaso también mentía la madre cuando aseguró verlo moverse solo? ¿Qué truco dominaba para hacer levitar las sillas? ¿Quién fue capaz de doblar la cinta con la grabación de la BBC? Si todo fue un engaño, fue capaz de enredar a vecinos, periodistas, investigadores… “Oh, sí, una o dos veces falsificamos los sucesos para ver si nos atrapaban… y lo hicieron siempre”, confesó años después una ya adulta Janet Harper. Pero aquello fue una travesura puntual… ¿Qué fue todo lo demás?
Jamás volverá...
No des vueltas al pasado,
ya no lo puedes cambiar,
que no te agobie el futuro,
pues no sabes si llegará,
disfruta del presente,
no lo dejes escapar,
porque cuando se vaya jamás volverá...
ya no lo puedes cambiar,
que no te agobie el futuro,
pues no sabes si llegará,
disfruta del presente,
no lo dejes escapar,
porque cuando se vaya jamás volverá...
sábado, 28 de enero de 2017
Origen del nombre «Hada»
El nombre castellano de «hada» proviene del latín fatum y, por tanto, del italiano fata. En catalán se ha conservado la f inicial, en fada, mientras que en castellano, como en muchas palabras que en latín empiezan con f, se cambió ésta por una h, y así tenemos la palabra hada.
Esta palabra latina, fatum, significa destino, fatalidad, oráculo, predicción, etc, lo que indica que existe la creencia, que se remonta a la Edad Media, de que una hada es un ser que puede influir en el destino de los mortales, con la clarividencia de los hechos futuros.
Por otra parte, en los países de lengua sajona, dan el nombre de Fairy (fairies en plural) a un hada, pero en realidad ese nombre proviene a la vez del francés Fée, de donde ha derivado el nombre más o menos genérico de feérico, refiriéndose al mundo de las Hadas y demás Gente Menuda.
Asimismo, en los países nórdicos particularmente, se ha tendido siempre a designar con la palabra fairy a todos los componentes de la Gente Menuda, es decir, no solamente a las hadas propiamente dichas, sino también a los elfos, gnomos, ondinas, sirenas, etc, lo cual es a todas luces un error, puesto que, y aquí entramos en una cuestión que siempre se ha prestado a discusión, las hadas pertenecen exclusivamente al sexo femenino.
Esta palabra latina, fatum, significa destino, fatalidad, oráculo, predicción, etc, lo que indica que existe la creencia, que se remonta a la Edad Media, de que una hada es un ser que puede influir en el destino de los mortales, con la clarividencia de los hechos futuros.
Por otra parte, en los países de lengua sajona, dan el nombre de Fairy (fairies en plural) a un hada, pero en realidad ese nombre proviene a la vez del francés Fée, de donde ha derivado el nombre más o menos genérico de feérico, refiriéndose al mundo de las Hadas y demás Gente Menuda.
Asimismo, en los países nórdicos particularmente, se ha tendido siempre a designar con la palabra fairy a todos los componentes de la Gente Menuda, es decir, no solamente a las hadas propiamente dichas, sino también a los elfos, gnomos, ondinas, sirenas, etc, lo cual es a todas luces un error, puesto que, y aquí entramos en una cuestión que siempre se ha prestado a discusión, las hadas pertenecen exclusivamente al sexo femenino.
viernes, 27 de enero de 2017
Psicofonías en manicomio abandonado de España
Las psicofonías, parafonías o fenómenos de voz electrónica (EVP) son sonidos de origen electrónico que quedan registrados en grabadoras de audio y son interpretados con hipótesis muy diversas por las personas que se dedican a su investigación y estudio.
Según los proponentes del fenómeno paranormal, dichos registros aparecen como voces (masculinas, femeninas, juveniles, seniles e infantiles) que enuncian contenidos significativos, presentando una morfología característica en cuanto a su timbre, tono, velocidad y modulación. Su aspecto de mayor interés radica en el hecho de que, según sus estudios, en ocasiones estas "voces psicofónicas" han respondido a preguntas de los operadores, llegando a producirse diálogo con éstos. Así mismo, se han obtenido sonidos de animales, ruidos de forma e intensidad muy diversa y también sonidos musicales.
Etimológicamente, el término psicofonía está compuesto de las partículas "psique" y "fonos", haciendo referencia a un sonido producido por energía psíquica.
La siguiente psicofonía fue grabada en un manicomio abandonado de Valencia, España.
Según los proponentes del fenómeno paranormal, dichos registros aparecen como voces (masculinas, femeninas, juveniles, seniles e infantiles) que enuncian contenidos significativos, presentando una morfología característica en cuanto a su timbre, tono, velocidad y modulación. Su aspecto de mayor interés radica en el hecho de que, según sus estudios, en ocasiones estas "voces psicofónicas" han respondido a preguntas de los operadores, llegando a producirse diálogo con éstos. Así mismo, se han obtenido sonidos de animales, ruidos de forma e intensidad muy diversa y también sonidos musicales.
Etimológicamente, el término psicofonía está compuesto de las partículas "psique" y "fonos", haciendo referencia a un sonido producido por energía psíquica.
La siguiente psicofonía fue grabada en un manicomio abandonado de Valencia, España.
La leyenda de los Gnomos
Los gnomos, de talla muy exigua, aparecen por primera vez entre los cabalistas judíos, quienes afirmaban que aquellos viven bajo tierra, lo mismo que los Enanos. Su ocupación consiste en custodiar tesoros, minas de oro y plata, y piedras preciosas.
Su aparición fantástico-fabulosa se remonta a la Edad Media, lo mismo que la de las Gnómidas, o gnomos femeninos, que miden sólo 20 cm de estatura.
Por ser de origen cabalístico, el Talmud, libro sagrado de los judíos, los cita y cree en ellos. En ese libro se cuenta que un gnomo, en forma de gusano, del tamaño de un grano de arena, prestó grandes servicios al rey Salomón, partiendo rocas y extrayendo piedras de las canteras, para la edificación del Templo de Jerusalén.
También en el Talmud se dice que en cada planta y en cada piedra vive un gnomo.
El gnomo más popular es el llamado Rugebahl, que inflamó la imaginación de las gentes del Medievo, puesto que fue en los siglos XIV y XV cuando la Cábala judía pasó a Europa, gracias a las doctrinas pitagóricas de Pico della Mirandola, Marcilio Ficino, Paracelso y Reuchlin, entre otros.
Los europeos propagaron la existencia de los gnomos por América y la India, y así se llegó a hablar de las gnómidas, que vivían en las minas de Chile y de México, y en las arenas auríferas de Visapur.
Su aparición fantástico-fabulosa se remonta a la Edad Media, lo mismo que la de las Gnómidas, o gnomos femeninos, que miden sólo 20 cm de estatura.
Por ser de origen cabalístico, el Talmud, libro sagrado de los judíos, los cita y cree en ellos. En ese libro se cuenta que un gnomo, en forma de gusano, del tamaño de un grano de arena, prestó grandes servicios al rey Salomón, partiendo rocas y extrayendo piedras de las canteras, para la edificación del Templo de Jerusalén.
También en el Talmud se dice que en cada planta y en cada piedra vive un gnomo.
El gnomo más popular es el llamado Rugebahl, que inflamó la imaginación de las gentes del Medievo, puesto que fue en los siglos XIV y XV cuando la Cábala judía pasó a Europa, gracias a las doctrinas pitagóricas de Pico della Mirandola, Marcilio Ficino, Paracelso y Reuchlin, entre otros.
Los europeos propagaron la existencia de los gnomos por América y la India, y así se llegó a hablar de las gnómidas, que vivían en las minas de Chile y de México, y en las arenas auríferas de Visapur.
jueves, 26 de enero de 2017
Un padre graba los 'fenómenos paranormales' que le ocurren a su hija
En el material audiovisual se muestran dos momentos diferentes: por un lado aparece la niña jugando en una habitación mientras una de las muñecas, sin que nadie la toque, gira la cabeza de un lado al otro. La menor que en ese momento no juega con dicha muñeca no es consciente de lo que ocurre.
En la segunda parte del vídeo la niña aparece en una sala dibujando en un papel cuando, de repente, empiezan a volar los folios. La niña se marcha asustada de la habitación y al regresar el temblor se incrementa hasta el punto de que casi todos los objetos que hay sobre la mesa caen al suelo y la propia mesa se gira.
En la segunda parte del vídeo la niña aparece en una sala dibujando en un papel cuando, de repente, empiezan a volar los folios. La niña se marcha asustada de la habitación y al regresar el temblor se incrementa hasta el punto de que casi todos los objetos que hay sobre la mesa caen al suelo y la propia mesa se gira.
Regreso de la muerte
Mary M., súbdita alemana, cayó redonda a la salida de una taberna en Colonia. Media casi 1,80m de altura y pesaba cerda de 140 kilos, y fue muy difícil meterla en la ambulancia. No había cumplido aún los 30 y, hasta ese día, había disfrutado intensamente la vida. Era madre de dos niñas rubias como el sol y tenía un marido tan rotundo como ella que la amaba desde la primera vez que la vio, cuando ella tenía sólo 13 años y una belleza desbordante.
El infarto había sobrevenido por la ayuda de los últimos litros de cerveza y los últimos kilos de salchicha, y sin previo aviso. Cuando ingresó en la clínica estaba prácticamente muerta.
Su último recuerdo vivo fue el toldo de la taberna. Después todo sucedió de una manera muy extraña.
Mary recuerda haber salido de su cuerpo y haber paseado por el hospital atravesando paredes y puertas cerradas sin el menor esfuerzo. No sabe si fue su cuerpo astral o su espíritu el que volaba por aquellas habitaciones, sólo sabe que era ella misma en estado étereo. En este estado vio desde lo alto cómo los médicos luchaban por su vida, y cómo transcurrían otros sucesos dentro del hospital.
Los médicos no parecían muy contentos y, de un instante a otro, Mary se encontró caminando por un túnel negro que la llevaba hacia arriba, donde se encontraba una límpida luz que la llamaba. Cuando llegó hasta la luz se sintió aliviada, una paz infinita le inundaba los sentidos. Caminó mas allá, atraída por una especie de paraíso compuesto por hermosas viviendas, jardines bellísimos y gente sin apariencia física, pero no pudo llegar hasta ahí porque un ser, distinto a la gente que veía en los jardines, se le acercó para preguntarle si estaba segura de querer llegar al final. Entonces recordó a sus hijas y a su marido, y dudó.
Estaba confundida, tenía muchas ganas de quedarse allá arriba, en esa paz y armonía infinitas, pero también deseaba volver al lado de los suyos. Así que se quedó en el umbral contemplando miles de cosas hermosas, oyendo las más bellas melodías, por un espacio de tiempo indeterminado, hasta que comprendió que tenía que volver a la Tierra.
Empezó a descender por el túnel oscuro, poco a poco, y pudo ver otras ramificaciones que había pasado por alto, en ellas vislumbró otros seres, tanto míticos, y religiosos como humanos. También le pareció ver seres que nunca había ni siquiera imaginado, y por unos instantes se sintió perdida, sin saber como bajar hasta su cuerpo ni atinar a encontrar de nuevo el camino hacia la luz.
Sintió miedo, entre otras cosas porque de pronto sintió que había pasado mucho tiempo, demasiado como para poder encontrar a su cuerpo físico en condiciones de volver a ser habitado por ella. Por fin pudo bajar más. Después descendió por el cielo entre las nubes y llegó hasta el hospital.
En el hospital volvió a sentirse perdida porque no encontraba su cuerpo físico y se desesperaba al ver que no había manera de comunicarse con el personal de la clínica. Cuando más abatida se sentía, sintió una fuerza enorme que la atraía a toda velocidad había un punto desconocido. Subió volando a toda velocidad y volvió a caer vertiginosamente, en una caída que ya había percibido en sueños, aunque de una forma menos real y menos violenta. Cuando terminó de caer se encontró de nuevo en su cuerpo y el corazó le empezó a latir con arritmia y violencia. Abrió los ojos, se sentó de golpe y escuchó cómo se interrumpía bruscamente la música de un órgano. Todos la miraban sorprendidos y hubo alguno que otro desmayo. Ella mismo estuvo a punto de perder el sentido nuevamente al descubrir que estaba sentada en un ataúd, pero hizo un esfuerzo y salió de él para correr a abrazar a sus hijas, que también se lanzaban hacia ella con los ojos bañados en lágrimas.
Los médicos no se explicaban lo que había pasado y calificaron el caso de Mary como una extraña catalepsia, de la que despertó, afortunadamente, para no ser enterrada viva, 3 días después de haber sido considerada clínicamente muerta, sin actividad cardíaca ni cerebral. Durante esos 3 días, Mary M. se paseó, posiblemente, por los caminos del más allá.
El infarto había sobrevenido por la ayuda de los últimos litros de cerveza y los últimos kilos de salchicha, y sin previo aviso. Cuando ingresó en la clínica estaba prácticamente muerta.
Su último recuerdo vivo fue el toldo de la taberna. Después todo sucedió de una manera muy extraña.
Mary recuerda haber salido de su cuerpo y haber paseado por el hospital atravesando paredes y puertas cerradas sin el menor esfuerzo. No sabe si fue su cuerpo astral o su espíritu el que volaba por aquellas habitaciones, sólo sabe que era ella misma en estado étereo. En este estado vio desde lo alto cómo los médicos luchaban por su vida, y cómo transcurrían otros sucesos dentro del hospital.
Los médicos no parecían muy contentos y, de un instante a otro, Mary se encontró caminando por un túnel negro que la llevaba hacia arriba, donde se encontraba una límpida luz que la llamaba. Cuando llegó hasta la luz se sintió aliviada, una paz infinita le inundaba los sentidos. Caminó mas allá, atraída por una especie de paraíso compuesto por hermosas viviendas, jardines bellísimos y gente sin apariencia física, pero no pudo llegar hasta ahí porque un ser, distinto a la gente que veía en los jardines, se le acercó para preguntarle si estaba segura de querer llegar al final. Entonces recordó a sus hijas y a su marido, y dudó.
Estaba confundida, tenía muchas ganas de quedarse allá arriba, en esa paz y armonía infinitas, pero también deseaba volver al lado de los suyos. Así que se quedó en el umbral contemplando miles de cosas hermosas, oyendo las más bellas melodías, por un espacio de tiempo indeterminado, hasta que comprendió que tenía que volver a la Tierra.
Empezó a descender por el túnel oscuro, poco a poco, y pudo ver otras ramificaciones que había pasado por alto, en ellas vislumbró otros seres, tanto míticos, y religiosos como humanos. También le pareció ver seres que nunca había ni siquiera imaginado, y por unos instantes se sintió perdida, sin saber como bajar hasta su cuerpo ni atinar a encontrar de nuevo el camino hacia la luz.
Sintió miedo, entre otras cosas porque de pronto sintió que había pasado mucho tiempo, demasiado como para poder encontrar a su cuerpo físico en condiciones de volver a ser habitado por ella. Por fin pudo bajar más. Después descendió por el cielo entre las nubes y llegó hasta el hospital.
En el hospital volvió a sentirse perdida porque no encontraba su cuerpo físico y se desesperaba al ver que no había manera de comunicarse con el personal de la clínica. Cuando más abatida se sentía, sintió una fuerza enorme que la atraía a toda velocidad había un punto desconocido. Subió volando a toda velocidad y volvió a caer vertiginosamente, en una caída que ya había percibido en sueños, aunque de una forma menos real y menos violenta. Cuando terminó de caer se encontró de nuevo en su cuerpo y el corazó le empezó a latir con arritmia y violencia. Abrió los ojos, se sentó de golpe y escuchó cómo se interrumpía bruscamente la música de un órgano. Todos la miraban sorprendidos y hubo alguno que otro desmayo. Ella mismo estuvo a punto de perder el sentido nuevamente al descubrir que estaba sentada en un ataúd, pero hizo un esfuerzo y salió de él para correr a abrazar a sus hijas, que también se lanzaban hacia ella con los ojos bañados en lágrimas.
Los médicos no se explicaban lo que había pasado y calificaron el caso de Mary como una extraña catalepsia, de la que despertó, afortunadamente, para no ser enterrada viva, 3 días después de haber sido considerada clínicamente muerta, sin actividad cardíaca ni cerebral. Durante esos 3 días, Mary M. se paseó, posiblemente, por los caminos del más allá.
miércoles, 25 de enero de 2017
Hay personas...
Hay personas por las que vale la pena cruzar un Océano...
Hay otras por las que no vale la pena mojarse un dedo.
Hay otras por las que no vale la pena mojarse un dedo.
Aspecto de los Elfos
Un experto en fairyship, o sea, todo cuanto se relaciona con mundo feérico, describió a un elfo como sigue, según su experiencia personal con dos de ellos:
"Dos elfos de corta talla llegaron corriendo y al verme sentado sobre un tronco de árbol caído, se detuvieron a unos 3 metros de distancia, y me contemplaron con cierto regocijo, sin el menor temor.
Los dos elfos estaban recubiertos por completo por una piel sin costuras, muy ajustada a su cuerpo, que brillaba como si estuviese mojada, del color de la corteza de un árbol. Tenían manos y pies muy grandes en relación con sus cuerpos diminutos, y las piernas eran muy delgadas, casi alámbricas, en tanto que sus orejas eran muy puntiagudas, casi en forma de pera. También las narices eran algo ganchudas, y sus bocas anchas.
Me pareció que carecían de dientes y hasta de lengua, y estaban rodeados por un aura de color verdoso. Por lo visto, ambos habitaban las raíces de un enorme alerce, por donde desaparecieron unos instantes más tarde."
martes, 24 de enero de 2017
lunes, 23 de enero de 2017
Cuento original y sin censura de Hansel y Gretel
La tradición de esta historia tiene sus raíces en la Edad Media, época en que la pobreza extrema de algunas familias los obligaba al infanticidio.
Bajo esta premisa se desarrolla la historia ya que los padres de la pareja de hermanos los abandonan en el bosque con la intención de que mueran.
Los niños encuentran la casa de la bruja y después de quemarla en el horno roban todas sus pertenencias y regresan a disfrutarlas con su padre.
Erase una vez un leñador muy pobre que tenía dos hijos, un niño llamado Hansel, y una niña llamada Gretel, y que había contraído nuevamente matrimónio después de que la madre de los niños falleciera. El leñador quería mucho a sus hijos pero un día una terrible hambruna asoló la región. Casi no tenían ya que comer y una noche la malvada esposa del leñador le dijo:
“No podremos sobrevivir los cuatro otro invierno. Deberemos tomar mañana a los niños y llevarlos a la parte más profunda del bosque cuando salgamos a trabajar. Les daremos un pedazo de pan a cada uno y luego los dejaremos allí para que ya no encuentren su camino de regreso a casa.”
El leñador se negó a esta idea porque amaba a sus hijos y sabía que si los dejaba en el bosque morirían de hambre o devorados por las fieras, pero su esposa le dijo:
“Tonto, ¿no te das cuenta que si no dejas a los niños en el bosque, entonces los cuatro moriremos de hambre?”
Y tanto insistió la malvada mujer, que finalmente convenció a su marido de abandonar a los niños en el bosque. Afortunadamente los niños estaban aún despiertos y escucharon todo lo que planearon sus padres.
“Gretel” dijo Hansel a su hermana: “No te preocupes que ya tengo la solución”.
A la mañana siguiente todo ocurrió como se había planeado. La mujer levantó a los pequeños muy temprano, les dió un pedazo de pan a cada uno y los cuatro emprendieron la marcha hacia el bosque. Lo que el leñador y su mujer no sabían era que durante la noche, Hansel había salido al jardín para llenar sus bolsillos de guijarros blancos, y ahora, mientras caminaban, lenta y sigilosamente fue dejando caer guijarro tras guijarro formando un camino que evitaría que se perdieran dentro del bosque. Cuando llegaron a la parte más boscosa, encendieron un fuego, sentaron a los niños en un árbol caido y les dijeron:
-“Aguarden aquí hasta que terminemos de trabajar”.
Por largas horas los niños esperaron hasta que se hizo de noche, ellos permanecieron junto al fuego tranquilos porque oían a lo lejos un CLAP-CLAP, que supusieron sería el hacha de su padre trabajando todavía. Pero ignoraban que su madrastra había atado una rama a un árbol para que hiciera ese ruido al ser movida por el viento. Cuando la noche se hizo más oscura Gretel decidió que era tiempo de volver, pero Hansel le dijo que debían esperar que saliera la luna y así lo hicieron, cuando la luna iluminó los guijarros blancos dejados por Hansel fue como si hubiera delante de ellos un camino de plata.
A la mañana siguiente los dos niños golpearon la puerta de su padre: “¡Hemos llegado!” gritaron los niños, la madrastra estaba furiosa, pero el leñador se alegró inmensamente, porque lamentaba mucho lo que había hecho.
Vivieron nuevamente los cuatro juntos un tiempo más, pero a los pocos días, una hambruna aún más terrible que la anterior volvió a devastar la región. El leñador no quería separarse de sus hijos pero una vez más su esposa lo convenció de que era la única solución. Los niños oyeron esto una segunda vez, pero esta vez Hansel no pudo salir a recojer los guijarros porque su madrastra había cerrado con llave la puerta para que los niños no se pudieran escapar. “No importa” le dijo Hansel a Gretel: “No te preocupes, que algo se me ocurrirá mañana”, Aún no había salido el sol cuando los cuatros dejaron la casa, Hansel fue dejando caer todo a lo largo del camino, las miguitas del pan que le habían dado antes de partir la malvada madrastra. Nuevamente los dejaron junto al fuego, en lo profundo del bosque, y esperaron mucho tiempo allí sentados, cuando estaba oscureciendo quisieron volver a casa, ¡Oh! que gran sorpresa se llevaron los niños cuando comprobaron que todas las miguitas dejadas por Hansel se las habían comido las aves del bosque y no quedaba ni una solita.
Solos, con mucha hambre y llenos de miedo, los dos niños se encontraron en un bosque espeso y oscuro del que no podían hallar la salida. Vagaron durante muchas horas hasta que por fin, encontraron un claro donde sus ojos descubrieron la maravilla más grande que jamás hubiesen podido imaginar: ¡una casita hecha de dulces!. Los techos eran de chocolate, las paredes de mazapán, las ventanas de caramelo, las puertas de turrón, el camino de confites, “¡un verdadero manjar!” dijo Hansel quien corrió hacia la casita diciendo a su hermana: “¡Ven Gretel, yo comeré del techo y tu podrás comerte las ventanas!” Y así diciendo y corriendo, los niños se avalanzaron sobre la casa y comenzaron a devorarla sin notar que, sigilosamente salía a su encuentro una malvada bruja que inmediatamente los llamó y los invitó a seguir.
“Veo que querían comer mi casa” dijo la bruja “Pues ahora ¡yo los voy a comer a ustedes!” y los tomó prisioneros. Y así diciendo los examinó:
“Tu, la niña” dijo mirando a Gretel “me servirás para ayudarme mientras engordamos al otro que está muy flacucho y así no me lo puedo comer, pues solo lamería los huesos”.
Y sin prestar atención a las lágrimas de los niños tomó a Hansel y lo metió en un diminuto cuarto esperando el día en que estuviese lo suficientemente gordo para comérselo.
Una noche mientras la bruja dormía los niños empezaron a crear un plan.
“Como la bruja es muy corta de vista” dijo Gretel “cuando ella te pida que le muestres uno de sus dedos para sentir si ya estas rellenito, tu lo que vas a sacar por entre los barrotes de la jaula es este huesito de pollo, de forma tal que la bruja sienta lo huesudo de tu mano y decidía esperar un tiempo más” y ambos estuvieron de acuerdo con la idea.
Sin embargo, y como era de esperarse, esa situación no podía durar por siempre, y un mal día la bruja vociferó:
“Ya estoy cansada de esperar que este niño engorde. Come y come todo el día y sigue flaco como el día que llegó”.
Entonces encendió y gigantesco horno le gritó a Gretel:
“Métete dentro para ver si ya está caliente”
Pero la niña, que sabía que en realidad lo que la bruja quería era atraparla dentro para comérsela también, le replicó:
“No se como hacerlo”.
“Quítate” grito la bruja, moviendo los brazos de lado a lado y lanzando maldiciones a diestra y siniestra, “estoy fastidiada” le dijo: “Si serás tonta. Es lo más fácil del mundo, te mostraré cómo hacerlo” Y se metió dentro del horno.
Gretel, sin dudar un momento, cerró la pesada puerta y dejó allí atrapada a la malvada bruja que, dando grandes gritos pedía que la sacaran de aquel gran horno, fue así como ese día la bruja murió quemada en su propia trampa. Gretel corrió entonces junto a su hermano y lo liberó de su prisión.
Entonces los niños vieron que en la casa de la bruja había grandes bolsas con montones de piedras preciosas y perlas. Así que llenaron sus bolsillos lo más que pudieron y a toda prisa dejaron aquel bosque encantado. Caminaron y caminaron sin descansar y finalmente dieron con la casa de su padre quien al verlos llegar se llenó de júbilo porque desde que los había abandonado no había pasado un solo día sin que lamentase su decisión. Los niños corrieron a abrazarlo y, una vez que se hubieron reencontrado, les contó que la malvada esposa había muerto y que nunca más volvería a lastimarlos, los niños entonces recordaron y vaciaron sus bolsillos ante los incrédulos ojos de su padre que nunca más debió padecer necesidad alguna.
Bajo esta premisa se desarrolla la historia ya que los padres de la pareja de hermanos los abandonan en el bosque con la intención de que mueran.
Los niños encuentran la casa de la bruja y después de quemarla en el horno roban todas sus pertenencias y regresan a disfrutarlas con su padre.
Leamos el cuento original:
Erase una vez un leñador muy pobre que tenía dos hijos, un niño llamado Hansel, y una niña llamada Gretel, y que había contraído nuevamente matrimónio después de que la madre de los niños falleciera. El leñador quería mucho a sus hijos pero un día una terrible hambruna asoló la región. Casi no tenían ya que comer y una noche la malvada esposa del leñador le dijo:
“No podremos sobrevivir los cuatro otro invierno. Deberemos tomar mañana a los niños y llevarlos a la parte más profunda del bosque cuando salgamos a trabajar. Les daremos un pedazo de pan a cada uno y luego los dejaremos allí para que ya no encuentren su camino de regreso a casa.”
El leñador se negó a esta idea porque amaba a sus hijos y sabía que si los dejaba en el bosque morirían de hambre o devorados por las fieras, pero su esposa le dijo:
“Tonto, ¿no te das cuenta que si no dejas a los niños en el bosque, entonces los cuatro moriremos de hambre?”
Y tanto insistió la malvada mujer, que finalmente convenció a su marido de abandonar a los niños en el bosque. Afortunadamente los niños estaban aún despiertos y escucharon todo lo que planearon sus padres.
“Gretel” dijo Hansel a su hermana: “No te preocupes que ya tengo la solución”.
A la mañana siguiente todo ocurrió como se había planeado. La mujer levantó a los pequeños muy temprano, les dió un pedazo de pan a cada uno y los cuatro emprendieron la marcha hacia el bosque. Lo que el leñador y su mujer no sabían era que durante la noche, Hansel había salido al jardín para llenar sus bolsillos de guijarros blancos, y ahora, mientras caminaban, lenta y sigilosamente fue dejando caer guijarro tras guijarro formando un camino que evitaría que se perdieran dentro del bosque. Cuando llegaron a la parte más boscosa, encendieron un fuego, sentaron a los niños en un árbol caido y les dijeron:
-“Aguarden aquí hasta que terminemos de trabajar”.
Por largas horas los niños esperaron hasta que se hizo de noche, ellos permanecieron junto al fuego tranquilos porque oían a lo lejos un CLAP-CLAP, que supusieron sería el hacha de su padre trabajando todavía. Pero ignoraban que su madrastra había atado una rama a un árbol para que hiciera ese ruido al ser movida por el viento. Cuando la noche se hizo más oscura Gretel decidió que era tiempo de volver, pero Hansel le dijo que debían esperar que saliera la luna y así lo hicieron, cuando la luna iluminó los guijarros blancos dejados por Hansel fue como si hubiera delante de ellos un camino de plata.
A la mañana siguiente los dos niños golpearon la puerta de su padre: “¡Hemos llegado!” gritaron los niños, la madrastra estaba furiosa, pero el leñador se alegró inmensamente, porque lamentaba mucho lo que había hecho.
Vivieron nuevamente los cuatro juntos un tiempo más, pero a los pocos días, una hambruna aún más terrible que la anterior volvió a devastar la región. El leñador no quería separarse de sus hijos pero una vez más su esposa lo convenció de que era la única solución. Los niños oyeron esto una segunda vez, pero esta vez Hansel no pudo salir a recojer los guijarros porque su madrastra había cerrado con llave la puerta para que los niños no se pudieran escapar. “No importa” le dijo Hansel a Gretel: “No te preocupes, que algo se me ocurrirá mañana”, Aún no había salido el sol cuando los cuatros dejaron la casa, Hansel fue dejando caer todo a lo largo del camino, las miguitas del pan que le habían dado antes de partir la malvada madrastra. Nuevamente los dejaron junto al fuego, en lo profundo del bosque, y esperaron mucho tiempo allí sentados, cuando estaba oscureciendo quisieron volver a casa, ¡Oh! que gran sorpresa se llevaron los niños cuando comprobaron que todas las miguitas dejadas por Hansel se las habían comido las aves del bosque y no quedaba ni una solita.
Solos, con mucha hambre y llenos de miedo, los dos niños se encontraron en un bosque espeso y oscuro del que no podían hallar la salida. Vagaron durante muchas horas hasta que por fin, encontraron un claro donde sus ojos descubrieron la maravilla más grande que jamás hubiesen podido imaginar: ¡una casita hecha de dulces!. Los techos eran de chocolate, las paredes de mazapán, las ventanas de caramelo, las puertas de turrón, el camino de confites, “¡un verdadero manjar!” dijo Hansel quien corrió hacia la casita diciendo a su hermana: “¡Ven Gretel, yo comeré del techo y tu podrás comerte las ventanas!” Y así diciendo y corriendo, los niños se avalanzaron sobre la casa y comenzaron a devorarla sin notar que, sigilosamente salía a su encuentro una malvada bruja que inmediatamente los llamó y los invitó a seguir.
“Veo que querían comer mi casa” dijo la bruja “Pues ahora ¡yo los voy a comer a ustedes!” y los tomó prisioneros. Y así diciendo los examinó:
“Tu, la niña” dijo mirando a Gretel “me servirás para ayudarme mientras engordamos al otro que está muy flacucho y así no me lo puedo comer, pues solo lamería los huesos”.
Y sin prestar atención a las lágrimas de los niños tomó a Hansel y lo metió en un diminuto cuarto esperando el día en que estuviese lo suficientemente gordo para comérselo.
Una noche mientras la bruja dormía los niños empezaron a crear un plan.
“Como la bruja es muy corta de vista” dijo Gretel “cuando ella te pida que le muestres uno de sus dedos para sentir si ya estas rellenito, tu lo que vas a sacar por entre los barrotes de la jaula es este huesito de pollo, de forma tal que la bruja sienta lo huesudo de tu mano y decidía esperar un tiempo más” y ambos estuvieron de acuerdo con la idea.
Sin embargo, y como era de esperarse, esa situación no podía durar por siempre, y un mal día la bruja vociferó:
“Ya estoy cansada de esperar que este niño engorde. Come y come todo el día y sigue flaco como el día que llegó”.
Entonces encendió y gigantesco horno le gritó a Gretel:
“Métete dentro para ver si ya está caliente”
Pero la niña, que sabía que en realidad lo que la bruja quería era atraparla dentro para comérsela también, le replicó:
“No se como hacerlo”.
“Quítate” grito la bruja, moviendo los brazos de lado a lado y lanzando maldiciones a diestra y siniestra, “estoy fastidiada” le dijo: “Si serás tonta. Es lo más fácil del mundo, te mostraré cómo hacerlo” Y se metió dentro del horno.
Gretel, sin dudar un momento, cerró la pesada puerta y dejó allí atrapada a la malvada bruja que, dando grandes gritos pedía que la sacaran de aquel gran horno, fue así como ese día la bruja murió quemada en su propia trampa. Gretel corrió entonces junto a su hermano y lo liberó de su prisión.
Entonces los niños vieron que en la casa de la bruja había grandes bolsas con montones de piedras preciosas y perlas. Así que llenaron sus bolsillos lo más que pudieron y a toda prisa dejaron aquel bosque encantado. Caminaron y caminaron sin descansar y finalmente dieron con la casa de su padre quien al verlos llegar se llenó de júbilo porque desde que los había abandonado no había pasado un solo día sin que lamentase su decisión. Los niños corrieron a abrazarlo y, una vez que se hubieron reencontrado, les contó que la malvada esposa había muerto y que nunca más volvería a lastimarlos, los niños entonces recordaron y vaciaron sus bolsillos ante los incrédulos ojos de su padre que nunca más debió padecer necesidad alguna.
domingo, 22 de enero de 2017
Peter Stubbe, su proceso y su muerte
Uno de los documentos más curiosos que se conocen en relación con los delitos cometidos por un hombre-lobo, es el referente al proceso de Peter Stubbe, autor de muchos crímenes, según la creencia judicial y popular, siempre en forma de lobo.
Poseemos un antiguo folleto, muy notable e instructivo, describiendo el caso de Peter Stubbe, que fue ejecutado en 1590, en Bedbur, cerca de Colonia. El proceso ganó enorme atención y no hay la menor duda de que tuvieron lugar los crímenes reseñados. Aquí tenemos un dramático caso de estudio de un ofensor sexual y sus ofensas en el siglo XVI, de una región aterrorizada por su presencia. El documento es como sigue:
Peter Stubbe, con la orden de su juicio.
Testigos de que esto es verdad: Tyse Artyhe, William Brewai; Adolf Staedt, Georges Bores y otros que han visto lo mismo.
13 niñas, 2 mujeres y un hombre fueron asesinados, algunas de las niñas asaltadas sexualmente y mutiladas, en una pequeña comunidad, en el espacio de 25 años. El asesino (o asesinos) no fueron habidos.
Luego arrestaron a Peter Stubbe, que fue reconocido en un intento de asalto, siendo identificado después de un ataque frustrado, o por algún otro motivo. Stubbe, enfrentado con la seguridad del tormento que le hubiese obligado a confesar cualquier cosa, admitió su culpa y proporcionó detalles de sus crímenes, auténticos o imaginarios.
La faja mágica que no fue hallada, naturalmente jamás existió. Ni tampoco se transformaba Stubbe en lobo ni había pactado con el Diablo. Tales ingredientes en las confesiones de los acusados, cuando la hechicería se añadía a la lista de sus presuntos crímenes, eran la moda de la época.
No es probable, aunque tampoco es imposible, que Stubbe cometiese los actos descritos de incesto con su hija y su hermana. El incesto también estaba de moda en las confesiones de los presuntos brujos o brujas. Estas modas retroceden a las más antiguas creencias de los pueblos primitivos, según las cuales el incesto confería poderes mágicos a los participantes (o sobre uno de ellos, o sobre el vástago del incesto).
Las brujas solían verse acusadas de practicar el incesto en las sabatinas, y la misma acusación se halla frecuentemente contra sectas herejes. Asimismo, era costumbre acusar a los «hechicheros» de todos los crímenes más ultrajantes, y el incesto era considerado a la sazón como la ofensa capital.
El panfleto se basa en parte en la confesión de Stubbe y en parte sobre otro conocimiento de sus crímenes. Sólo él pudo proporcionar la información de que la mujer que fue «enteramente devorada», y cuyos restos no fueron encontrados, había sido atacada sexualmente.
Por otra parte, es imposible creer que la confesión se refiera a crímenes irreales -como ocurría a veces en confesiones arrancadas por la tortura-, ya que el conocimiento de los mismos se basa en la confesión. En una pequeña comunidad no sería posible admitir que se habían cometido 16 asesinatos sin que nadie echase en falta a las víctimas; y el relato establece que todo el distrito vivió durante largos años en un estado de gran ansiedad como consecuencia de la continua ola de crímenes.
Además, el ultraje a la comunidad es evidente en el extraño monumento erigido con la cabeza de Stubbe en lo alto, por consejo de los magistrados, así como su cuerpo atado al poste, lo que parece indicar que al fin y a la postre aunque fue condenado a ello, no fue incinerado.
Hemos de creer que la evidencia contra Stubbe fuese genuina, o sea que fue el verdadero criminal, y no un inocente la persona tan horriblemente torturada y ejecutada. Aparentemente, Stubbe era bien conocido en la comunidad antes de su arresto, debiendo presumirse que no fue simplemente acusado como lo eran muchos brujos y brujas de aquella época, debido sólo a algunas excentricidades, fealdad, o deformidad física.
También es de suponer que su hija y su esposa o amante fuesen sólo ejecutadas por la misma razón que lo fueron los familiares de otros brujos: para que no hubiera supervivientes que pudieran reclamar los bienes del brujo, los mismos que, de este modo, pasaban a poder de las autoridades, siempre ávidas de bienes y fortunas.
Poseemos un antiguo folleto, muy notable e instructivo, describiendo el caso de Peter Stubbe, que fue ejecutado en 1590, en Bedbur, cerca de Colonia. El proceso ganó enorme atención y no hay la menor duda de que tuvieron lugar los crímenes reseñados. Aquí tenemos un dramático caso de estudio de un ofensor sexual y sus ofensas en el siglo XVI, de una región aterrorizada por su presencia. El documento es como sigue:
Discurso verdadero declarando la vida condenable y la muerte de un tal Peter Stubbe, un terrible y malvado hechicero, que bajo la forma de lobo cometió muchos asesinatos, continuando esta doble práctica durante 25 años, matando y devorando hombres, mujeres y niños.
El cual, por tales hechos fue apresado y ejecutado el 31 de octubre pasado en la Torre de Bedbur, cerca de la Ciudad de Colonia, en Alemania.
Fielmente traducido al holandés, según la copia impresa en Collin, llevada a Inglaterra por George Bores, correo ordinario, el sexto día del presente mes de junio de 1590, que lo vio y oyó todo.
Impreso por Edward Venge, para ser vendido en la calle de la Flota, con el signo de la Viña.
Un verdadero discurso declarando la vida y muerte de un tal Peter Stubbe, un malvado hechicero.
«Aquellos a quienes el Señor permite seguir la imaginación de sus corazones, despreciando su gracia, al final, a través de la dureza de su corazón y el desprecio de clemencia paternal, penetran en el sendero de la perdición y la destrucción del cuerpo y el alma para siempre, como en esta presente historia puede verse perfectamente, junto con las crueldades cometidas, que continuaron durante largo tiempo, todo lo cual puede inducir a dudar de que todo esto pueda ser verdad, y sí sólo falsedades impresas, como tantas que han llevado la incredulidad al corazón de los hombres, tanto más cuanto que hoy día muchos sucesos son falsificados. Al leer esta historia, podrá, según espero, reformarse la opinión, porque se publica a modo de ejemplo, y para la consideración de la sutileza con que Satanás trabaja para la destrucción de las almas, y las grandes materias que se fectúan en las malditas prácticas de la hechicería, cuyos frutos son la muerte y la eterna destrucción y, sin embargo, se han practicado en todos los tiempos por los réprobos y malvados de la Tierra, algunos de una forma, otros de otra, y siempre con la ayuda del Demonio. Pero todos los malvados que han sido, ninguno es comparable con ese perverso, cuya tiranía y crueldad declaró procedían de su padre «el Demonio», que fue asesinado desde el principio y cuya muerte y vida y sus prácticas sangrientas conocerá al leer este relato.
En las ciudades de Cperadt y Bedbur, cerda de Colonia, en la alta Alemania, se crió y nutrió un tal Peter Stubbe, que desde su juventud se sintió de gran manera tentado al mal, y practicó las malas artes entre los 12 y los 20 años, siguiendo así hasta hoy, sumergiéndose en los conocimientos de la magia, la nigromancia, la hechicería, y trabando conocimiento con numerosos espíritus infernales, olvidándose de que Dios le creó, y que el Salvador vertió su sangre por la redención de los hombres. Al final, sin importarle la salvación de su cuerpo y de su alma, entregándolos para siempre al mal, por el pequeño placer carnal de la vida, para ser famoso e importante en la Tierra, sin cuidarse de perder el Cielo. El Demonio, que tiene siempre el oído puesto a escuchar las aclaraciones de los hombres malditos, le prometió concederle lo que su corazón anhelaba en esta mortal vida.
Sin embargo, este gran pecador no deseaba riquezas ni ascensos, ni menos se satisfacía su fantasía con ningún placer externo, sino que poseyendo un corazón tirano y una mentalidad cruel y sangrienta, sólo pidió poder, a su capricho, para actuar con su malicia sobre los hombres, mujeres y niños, en forma de animal salvaje, con la que poder vivir, sin peligro ni temor para su vida, siendo el ejecutor de toda empresa sangrienta, que estaba dispuesto a acometer. El Demonio, que comprendió que sería un instrumento adecuado para realizar todas las maldades posibles, un arma de destrucción, le entregó una faja que debía ponerse para transformarse en un voraz lobo, fuerte y poderoso, de ojos enormes y brillantes, que en la noche relucían como tizones encendidos, una boca ancha y profunda, con colmillos agudos y crueles, un cuerpo inmenso y aceradas garras. Y tan pronto como se quitase la faja, volvería a adoptar su verdadera forma humana, como si nunca hubiese cambiado. Peter Stubbe se mostró muy complacido, ya que la forma de lobo armonizaba con su fantasía y su naturaleza, inclinada a la sangre y a la crueldad, viéndose satisfecho con este don extraño y diabólico, ya que no podía acarrearle mal alguno, puesto que la faja podía ser escondida en cualquier sitio reducido.
Así pasó a la consumación de los más viles y repugnantes crímenes, ya que si alguna persona le enojaba, al momento ansiaba tomarse cumplida venganza, merodeando por la ciudad y sus alrededores en forma de lobo, no descansando hasta haber destrozado la garganta a su víctima y después desmembrarla. Gozaba tanto con la vista de la sangra, que comenzó a vagar de noche por los campos, ejecutando extremas crueldades. Y de día, iba por las calles de Colonia, Bedbur y Cperadt, ataviado como los demás, bien conocido de todos los habitantes, siendo a veces saludado por aquéllos cuyas amigas o hijas había asesinado, sin que nadie sospechase de él. En estas poblaciones vagaba arriba y abajo, espiando por si divisaba alguna doncella, esposa o hija, que agradase a sus ojos y encendiese la pasión en su corazón, tras lo cual acechaba la ocasión en que su presunta victima salía de la población, particularmente si lo hacía sola, echando a correr tras ella, y con toda crueldad la asesinaba; también a veces, merodeando por los campos y los bosques, veía a varias jóvenes juntas, jugando o descansando, y de repente, en su forma de lobo se abalanzaba entre ellas, y mientras las otras huían, él apresaba a una, y una vez realizada su lasciva hazaña, la asesinaba, y si le había hustado alguna de sus compañeras corría en su busca por todas partes, la separaba de las demás, pues tal era su velocidad y rapidez de movimientos, gracias a su forma de lobo, que podía vencer a cualquier sabueso de la región; y tanto practicó estas maldades que toda la provincia empezó a temerle, espantados de aquel lobo siniestro y ávido de sangre. Así continuó sus diabólicas y condenables hazañas durante unos cuantos años, asesinando a 13 jovencitas, y a 2 mujeres encinta, a las que abrió en canal para extraerles los fetos, comiéndose sus sangrantes y palpitantes corazones, que para él eran exquisitos bocados que amortiguaban su feroz apetito.
Solía matar a menudo corderos y ovejas, como hacen los lobos auténticos, alimentándose con su sangre y la carce cruda, de forma que todos los que vivían en aquellos parajes le temían como a una alimaña.
Por aquel entonces estaba viviendo con una joven que era su hija, por la que sentía una pasión antinatural, cometiendo cruelmente incesto con ella, grave pecado, peor que el adulterio o la fornicación, aunque cualquiera de los tres conduce el alma al infierno, excepto con un buen arrepentimiento de corazón o por la clemencia de Dios. Esta hija la tuvo cuando no era malvado, siendo llamada Beil Stubbe, y cuya belleza y gracia eran tales que merecía las alabanzas de todo el mundo. Mas tal era la desordenada pasión del hombre-lobo y sus deseos lascivos hacia ella, que tuvieron un hijo, usándola como concubina; finalmente, también prodigó sus halagos a su propia hermana, frecuentando su compañia durante largo tiempo, de acuerdo con la maldad de su corazón. Además, durante un tiempo envió a buscar a una comadre, llamada Katherine Trompin, mujer de alta estatura y buen favor, muy querida por sus vecinos. Pero a Peter Stubbe no le satisfacía todo esto, ni siquiera la belleza de las mujeres, por lo que el Demonio le envió a un espíritu perverso en forma de mujer, tan bella de cara y de tipo, que más parecía un ser celestial que mortal, tanto su hermosura excedía a la de las demás mujeres; y con ella vivió Stubbe por espacio de 7 años, aunque al final demostró no ser más que una diablesa, que sólo acuciaba el delirio insano de Peter, quien cada día sentía más sed de sangre y apetito de carne humana.
Tenía también un hijo, procreado en la flor y en la fuerza de su edad, el primer fruto de su cuerpo, en quien puso su gozo, hasta que un día se llevó a dicho hijo a un bosque, y con el pretexto de las necesidades naturales, mietras el joven se adelantaba, él adoptó la forma de lobo y se abalanzó sobre su propio hijo, asesinándolo y comiéndose sus sesos, como el acto más monstruoso comentido jamás por hombre alguno.
Mucho tiempo continuó su villana existencia, a veces en disfraz de lobo, otras como hombre, ya en las poblaciones, ya en los bosques y espesuras, donde una vez llegó a encontrarse con dos hombres y una mujer, a quienes tuvo grandes deseos de asesinar, para lo cual, y como conociera a uno de ellos por el nombre, se ocultó entre unas matas y lo llamó en voz alta. El aludido tendió la vida alrededor y al no ver a nadie fue a investigar por entre los arbustos, abalanzándose entonces el hombre-lobo y asesinándolo en el acto. Transcurridos unos minutos, y como el hombre no volviera junto a sus acompañantes, el hombre restante internóse a su vez en la espesura con el fin de buscarlo, ocasión que ya acechaba el infame lobo para repetir su hazaña. Tampoco se libró la infeliz mujer, que al verse sola y desamparada en el bosque, echó a correr, mas el lobo logró alcanzarla y se precipitó sobre ella atacándola sexualmente. Lo cierto es que jamás se encontró rastro de esta desafortunada víctima, aunque sí los cuerpos mutilados y medio devorados de sus compañeros.
Así vivió durante 25 años Peter Stubbe, sin que nadie sospechase que era el autor de tantas muertes y crueldades, durante cuyo tiempo asesinó y devoró a gran número de hombres, mujeres y niños, ovejas y corderos, además de cabras, y otra clase de ganado, ya que cuando carecía de víctimas humanas hacía presa de animales.
Los habitantes de Colonia y Bedbur empezaron a salir de sus casas armados a fin de poder repeler, en caso necesario, los ataques del lobo.
Pero he aquí que, en una ocasión, en la que hay que ver la mano de Dios, había en un prado varias niñas jugando, y de repente se presentó en medio del grupo el temible lobo, atenazando a una niña por el cuello con intenciones de desgarrarle la garganta, pero fue la voluntad de dios que el lobo no lograse asirla bien por el cuello del abriguito, armándose gran revuelo, durante el cual, un rebaño que allí pastaba, en su espanto, se precipitó ciegamente contra el lobo, con lo que las niñas consiguieron huir del monstruo.
En todas las poblaciones de Alemania acosadas por el lobo comenzaron a elevarse plegarias a Dios con el fin de que las librase de aquella maldita plaga.
Todos los habitantes tenían grandes perros al acecho de la fiera, hasta que por fortuna lograron acorralarlo, de modo que viéndose perdido, el lobo arrojó lejos de sí la faja, apareciéndose en forma humana con un cayado, y yendo en dirección a la ciudad. Mas los hombres que seguían a los perros no se dejaron engañar y lo apresaron.
Poco después fue llevado a la ciudad de Bedbur, pero temeroso del tormento, voluntariamente confesó todas sus maldades, cometidas en el espacio de 25 años, declarando asimismo que el Diablo habíale entregado la faja, que no fue hallada. Ya que el Diablo, habiendo logrado su propósito -la perdición de su aliado-, le dejó entregado a los horrores del tormento.
Tras haber estado preso cierto tiempo, los magistrados examinaron el caso excrupulosamente, señalando que su hija Bell Stubbe y su comadre Katherine Trompin eran accesorios a los crímenes cometidos, siendo condenados juntamente con Peter Stubbe el día 28 de octubre del año 1589. Peter Stubbe, como principal encartado y malhechor fue condenado a la rueda, siéndole quemada la carne con hierros candentes en diversas partes del cuerpo, tras lo cual debían ronpérsele las piernas y los brazos mediante hachas, separada la cabeza del cuerpo y reducidos los restos a ceniza.
Su hija y su comadre también debían ser reducidas a cenizas a la misma hora del mismo día. Y el 31 de aquel mes, sufrieron la muerte acordada, en la ciudad de Bedbur, en presencia de muchos pajes y príncipes de Alemania.»
Así, buen lector, te he hecho una relación del verdadero discurso de este hombre malvado Peter Stubbe, que deseo sirva de advertencia y escarmiento a todos los hechiceros y brujas, que ilegalmente siguen a sus imaginaciones diabólicas hasta la ruina y destrucción eterna de sus almas, por lo que ruego a Dios custodie a todos los hombres de bien, y a todos los corazones los proteja del mal. Amén.Después de la ejecución, se instaló, como advertencia de los magistrados de la ciudad de Bedbur, un poste al que se ató el cadáver de Peter Stubbe, colgándose en lo alto la cabeza, y un dibujo en forma de lobo, como recuerdo de sus muchos crímenes, con 17 piezas de madera de un metro de largo, como representación de las 17 víctimas conocidas de ese hombre-lobo. Y, al mismo tiempo, se ordenó que allí debía erigirse un monumento en memoria de los asesinatos cometidos por:
Peter Stubbe, con la orden de su juicio.
Testigos de que esto es verdad: Tyse Artyhe, William Brewai; Adolf Staedt, Georges Bores y otros que han visto lo mismo.
Analicemos los hechos:
13 niñas, 2 mujeres y un hombre fueron asesinados, algunas de las niñas asaltadas sexualmente y mutiladas, en una pequeña comunidad, en el espacio de 25 años. El asesino (o asesinos) no fueron habidos.
Luego arrestaron a Peter Stubbe, que fue reconocido en un intento de asalto, siendo identificado después de un ataque frustrado, o por algún otro motivo. Stubbe, enfrentado con la seguridad del tormento que le hubiese obligado a confesar cualquier cosa, admitió su culpa y proporcionó detalles de sus crímenes, auténticos o imaginarios.
La faja mágica que no fue hallada, naturalmente jamás existió. Ni tampoco se transformaba Stubbe en lobo ni había pactado con el Diablo. Tales ingredientes en las confesiones de los acusados, cuando la hechicería se añadía a la lista de sus presuntos crímenes, eran la moda de la época.
No es probable, aunque tampoco es imposible, que Stubbe cometiese los actos descritos de incesto con su hija y su hermana. El incesto también estaba de moda en las confesiones de los presuntos brujos o brujas. Estas modas retroceden a las más antiguas creencias de los pueblos primitivos, según las cuales el incesto confería poderes mágicos a los participantes (o sobre uno de ellos, o sobre el vástago del incesto).
Las brujas solían verse acusadas de practicar el incesto en las sabatinas, y la misma acusación se halla frecuentemente contra sectas herejes. Asimismo, era costumbre acusar a los «hechicheros» de todos los crímenes más ultrajantes, y el incesto era considerado a la sazón como la ofensa capital.
El panfleto se basa en parte en la confesión de Stubbe y en parte sobre otro conocimiento de sus crímenes. Sólo él pudo proporcionar la información de que la mujer que fue «enteramente devorada», y cuyos restos no fueron encontrados, había sido atacada sexualmente.
Por otra parte, es imposible creer que la confesión se refiera a crímenes irreales -como ocurría a veces en confesiones arrancadas por la tortura-, ya que el conocimiento de los mismos se basa en la confesión. En una pequeña comunidad no sería posible admitir que se habían cometido 16 asesinatos sin que nadie echase en falta a las víctimas; y el relato establece que todo el distrito vivió durante largos años en un estado de gran ansiedad como consecuencia de la continua ola de crímenes.
Además, el ultraje a la comunidad es evidente en el extraño monumento erigido con la cabeza de Stubbe en lo alto, por consejo de los magistrados, así como su cuerpo atado al poste, lo que parece indicar que al fin y a la postre aunque fue condenado a ello, no fue incinerado.
Hemos de creer que la evidencia contra Stubbe fuese genuina, o sea que fue el verdadero criminal, y no un inocente la persona tan horriblemente torturada y ejecutada. Aparentemente, Stubbe era bien conocido en la comunidad antes de su arresto, debiendo presumirse que no fue simplemente acusado como lo eran muchos brujos y brujas de aquella época, debido sólo a algunas excentricidades, fealdad, o deformidad física.
También es de suponer que su hija y su esposa o amante fuesen sólo ejecutadas por la misma razón que lo fueron los familiares de otros brujos: para que no hubiera supervivientes que pudieran reclamar los bienes del brujo, los mismos que, de este modo, pasaban a poder de las autoridades, siempre ávidas de bienes y fortunas.
sábado, 21 de enero de 2017
viernes, 20 de enero de 2017
¡Lo que pasó, pasó!
No te aferres al pasado ni a los recuerdos tristes.
No reabras la herida que ya cicatrizó.
No revivas los dolores y sufrimientos antiguos.
¡Lo que pasó, pasó!
De ahora en adelante,
pon tus fuerzas en construir una vida nueva,
orientada hacia lo alto,
y camina de frente, sin mirar atrás.
Haz como el sol que nace cada día,
sin pensar en la noche que pasó.
No reabras la herida que ya cicatrizó.
No revivas los dolores y sufrimientos antiguos.
¡Lo que pasó, pasó!
De ahora en adelante,
pon tus fuerzas en construir una vida nueva,
orientada hacia lo alto,
y camina de frente, sin mirar atrás.
Haz como el sol que nace cada día,
sin pensar en la noche que pasó.
jueves, 19 de enero de 2017
Elizabeth Bathory, la condesa sangrienta
Fue la condesa Elizabeth Bathory otro caso terrible de vampirismo que iguala, si no supera, al de Guilles de Rais, al que se asemeja mucho, a pesar de que los motivos fuesen distintos los del uno y otra.
La condesa Elizabeth Bathory se casó a los 15 años con el conde Ferencz Nadasdy, gran terrateniente del condado de Nyitra, Hungría. Y bueno será añadir que todos los antepasados del conde se habían mostrado siempre crueles, casi sádicos, en sus relaciones con los campesinos que cuidaban sus extensas tierras.
Tanto el conde como la condesa parecían haber nacido el uno para el otro, pues ambos compartían los mismos gustos lascivos, la misma crueldad, y el mismo interés por la brujería, el satanismo y los sortilegios. Es por esto que su amor perduró muchos años.
La condesa Bathory, además, estaba dedicada a la magia negra y al satanismo. Y fue la influencia de Ilona Joo la que perdió realmente a la condesa. Por supuesto, la malvada nodriza fue quemada viva por un tribunal húngaro, en tanto que otras brujas como ella eran decapitadas.
Naturalmente, Elizabeth, la lujuriosa Elizabeth Bathory, pasaba muchas temporadas sola en su inmenso castillo, ya que su esposo partía frecuentemente a la guerra. Aburrida por aquella vida, la condesa se entregó cada vez más a las prácticas de Ilona, y poco a poco empezó a rodearse de hechicheros, alquimistas y brujas. Naturalmente, todos estos siniestros personajes distaban mucho de ser angélicos, pues sólo deseaban alentar los deseos impuros de la condesa, cosa que lograban exacerbando los suyos propios.
En cierta ocasión la condesa llevó al castillo a un joven de negra cabellera y ojos muy relucientes, del que se rumoreó que era un vampiro. Tal vez fue esta condición la que más sedujo a Elizabeth, hasta el punto de fugarse con él. Sin embargo, pronto se cansó de la aventura... o tal vez (al decir de los rumores) el vampiro comprendió que ella era más fuerte que él, y la condesa regresó al castillo y a sus hechiceros y brujas.
Lentamente, olvidada por su esposo, siempre en defensa de la patria o recorriendo sus magníficas posesiones, la condesa, para aliviar los intensos ardores de su cuerpo, empezó a entregarse a otras prácticas sexuales. En compañía de dos de sus doncellas, Elizabeth recurrió a los placeres sáficos con todo el ardor de su impetuoso carácter.
Sin embargo, esto no bastó a saciar su ansia de placeres prohibidos, y ante las insinuaciones de Ilona, que le hablaba sin cesar de nuevas prácticas más perversas aún, Elizabeth (que mientras tanto, y a pesar de las frecuentes ausencias del conde, había dado a luz a tres hijos), a los 40 años, tras perder a su marido, comenzó a dar oídos a las insinuaciones de la malvada nodriza.
Fue entonces cuando por alrededores del castillo empezaron a circular muy extraños rumores. En efecto, apenas transcurría una semana que no desapareciese un niño, una muchachita o alguna mujer mayor. Incluso se habían perdido o desaparecido personas visitantes de los pueblos circundantes.
En realidad, eran las antiguas amantes de la condesa las que oficiaban de secuestradoras. Cuando no podían llevar a las jóvenes al castillo mediante deslumbrantes promesas, las drogaban o las apresaban por la fuerza.
Estas desapariciones duraron más de 11 años durante los cuales los campesinos vivieron presos de un temor constante, atrancando puertas y ventanas cuando oían el paso de un carruaje, que para ellos era como el prólogo de una tragedia.
Pese a cuanto se pueda imaginar, la condesa no necesitaba a aquellas muchachitas y jovencitos para ejecutar con ellos actos inmorales, sino para otro menester más horrendo, pues lo cierto es que del castillo de la condesa Bathory jamás volvió a salir con vida ninguno de los secuestrados. Luego, un día, tras fallecer el conde, sucedió un hecho que determinó todos los horrores posteriores.
Después de azotar a una doncella por un futil motivo, la condesa vio brotar la sangre del maltratado cuerpo, y allí donde resbalaba la sangre, la piel parecía más blanca, más juvenil que antes. La condesa, entonces, llegó a la conclusión de que la sangre humana servía para rejuvenecer los tejidos orgánicos, especialmente los epidérmicos, y decidió que los baños en sangre humana la rejuvenecerían totalmente, haciendo desaparecer las arrugas de su piel, arrugas debidas en gran parte, más que a la edad, a los excesos sexuales. Y así, para colmar sus ansías sádicas y lesbianas, al mismo tiempo que para llevar a efecto esta nueva idea del rejuvenecimiento, encargó a sus dos doncellas predilectas que secuestraran a todas las muchachitas de la comarca y aún de más lejos.
Ilona Joo, por su parte y los demás brujos y brujas, acosaban desde hacía tiempo a la condesa, asegurándole que la magia que usaban necesitaba sacrificios humanos para conseguir los efectos apetecidos. Sí, según las costumbres de aquella tenebrosa época, para los experiementos de alquimia se necesitaban calaveras y huesos de niños pequeños.
Cuantos habitaban en el castillo gozaban con los actos sádicos y sexuales, con el tormento y la muerte infligida a niños y niñas inocentes, los cuales estaban encadenados en los calabozos del castillo hasta el momento en que la condesa decidía usarlos como instrumentos de placer y, como se diría hoy día, de «estética».
Naturalmente, para el sacrificio de las jóvenes y los jóvenes se celebraban ritos mágicos, seguidos de orgías sin cuento y placeres sádicos, donde manaba la sangre, que se recogía en recipientes para los baños de la condesa. Y en más de una ocasión Elizabeth bebió de esa sangre con el objeto de regenerar sus órganos internos.
Todo esto, como es fácil de comprender, desencadenó una serie de rumores que llegaron a oídos del rey Matías. No obstante, se tardaron varios años en emprender una acción legal contra la condesa. Al final, se ordenó una investigación que se llevó a cabo bajo la dirección del primer ministro Thurzo, con el gobernador de la provincia.
Los campesinos hablaban de vampiros en el castillo, y la víspera de Año Nuevo los investigadores llegaron inopinadamente al castillo. Ya en el vestíbulo hallaron el cadáver de una joven, sin una sola gota de sangre. Cerca de ella, había otra. En los calabozos, el primer ministro halló un grupo de niños y niñas, jóvenes y mujeres, sangrados repetidas veces para satisfacer el extraño gusto de la condesa.
Luego, subieron al piso, donde sorprendieron a la condesa y a sus cómplices en plena orgía de sangre y sexualidad. Todo el mundo quedó preso, y la condesa fue encerrada en su aposento, bajo la fuerte guardia.
El proceso se llevó a cabo rápidamente, y las pruebas se acumularon, no sólo sobre la condesa, sino sobre sus cómplices, como Ilona Joo, las dos doncellas de su confianza, y los brujos y brujas que habían celebrado los actos mágicos en medio del mayor escándalo y corrupción.
Según la sentencia, a Ilona Joo le arrancaron los dedos uno a uno y luego fue quemada viva. Los demás sufrieron diversas penas, casi todas de muerte, con diversos tormentos antes de ser ejecutados.
La condesa, debido a su rango, a su prosapia, recibió una condena distinta a las otras. en efecto, vivió 4 años en su aposento, donde se levantó una tapia con una simple abertura, por la que se le pasaban los alimentos. Jamás se la oyó proferir una sola queja. Falleció, según se cree, sin haber salido jamás de su emparedamiento, el 21 de agosto de 1614, a los 54 años de edad.
Se dice que la condesa sabía que el castillo iba a ser registrado. Entonces, ¿por qué no ocultó las pruebas de su infamia? ¿Por qué no intentó salvarse y salvar a los demás? ¿Fue acaso todo el asunto una pura patraña, y las autoridades, valiéndose de algunos rumores infundados, se aprovecharon del proceso, un proceso que en tal caso fue falso a todas luces, para apoderarse de los cuantiosos bienes de la condesa Bathory? Es posible... Pero cierto es que:
La condesa Elizabeth Bathory se casó a los 15 años con el conde Ferencz Nadasdy, gran terrateniente del condado de Nyitra, Hungría. Y bueno será añadir que todos los antepasados del conde se habían mostrado siempre crueles, casi sádicos, en sus relaciones con los campesinos que cuidaban sus extensas tierras.
Tanto el conde como la condesa parecían haber nacido el uno para el otro, pues ambos compartían los mismos gustos lascivos, la misma crueldad, y el mismo interés por la brujería, el satanismo y los sortilegios. Es por esto que su amor perduró muchos años.
La condesa Bathory, además, estaba dedicada a la magia negra y al satanismo. Y fue la influencia de Ilona Joo la que perdió realmente a la condesa. Por supuesto, la malvada nodriza fue quemada viva por un tribunal húngaro, en tanto que otras brujas como ella eran decapitadas.
Naturalmente, Elizabeth, la lujuriosa Elizabeth Bathory, pasaba muchas temporadas sola en su inmenso castillo, ya que su esposo partía frecuentemente a la guerra. Aburrida por aquella vida, la condesa se entregó cada vez más a las prácticas de Ilona, y poco a poco empezó a rodearse de hechicheros, alquimistas y brujas. Naturalmente, todos estos siniestros personajes distaban mucho de ser angélicos, pues sólo deseaban alentar los deseos impuros de la condesa, cosa que lograban exacerbando los suyos propios.
En cierta ocasión la condesa llevó al castillo a un joven de negra cabellera y ojos muy relucientes, del que se rumoreó que era un vampiro. Tal vez fue esta condición la que más sedujo a Elizabeth, hasta el punto de fugarse con él. Sin embargo, pronto se cansó de la aventura... o tal vez (al decir de los rumores) el vampiro comprendió que ella era más fuerte que él, y la condesa regresó al castillo y a sus hechiceros y brujas.
Lentamente, olvidada por su esposo, siempre en defensa de la patria o recorriendo sus magníficas posesiones, la condesa, para aliviar los intensos ardores de su cuerpo, empezó a entregarse a otras prácticas sexuales. En compañía de dos de sus doncellas, Elizabeth recurrió a los placeres sáficos con todo el ardor de su impetuoso carácter.
Sin embargo, esto no bastó a saciar su ansia de placeres prohibidos, y ante las insinuaciones de Ilona, que le hablaba sin cesar de nuevas prácticas más perversas aún, Elizabeth (que mientras tanto, y a pesar de las frecuentes ausencias del conde, había dado a luz a tres hijos), a los 40 años, tras perder a su marido, comenzó a dar oídos a las insinuaciones de la malvada nodriza.
Fue entonces cuando por alrededores del castillo empezaron a circular muy extraños rumores. En efecto, apenas transcurría una semana que no desapareciese un niño, una muchachita o alguna mujer mayor. Incluso se habían perdido o desaparecido personas visitantes de los pueblos circundantes.
En realidad, eran las antiguas amantes de la condesa las que oficiaban de secuestradoras. Cuando no podían llevar a las jóvenes al castillo mediante deslumbrantes promesas, las drogaban o las apresaban por la fuerza.
Estas desapariciones duraron más de 11 años durante los cuales los campesinos vivieron presos de un temor constante, atrancando puertas y ventanas cuando oían el paso de un carruaje, que para ellos era como el prólogo de una tragedia.
Pese a cuanto se pueda imaginar, la condesa no necesitaba a aquellas muchachitas y jovencitos para ejecutar con ellos actos inmorales, sino para otro menester más horrendo, pues lo cierto es que del castillo de la condesa Bathory jamás volvió a salir con vida ninguno de los secuestrados. Luego, un día, tras fallecer el conde, sucedió un hecho que determinó todos los horrores posteriores.
Después de azotar a una doncella por un futil motivo, la condesa vio brotar la sangre del maltratado cuerpo, y allí donde resbalaba la sangre, la piel parecía más blanca, más juvenil que antes. La condesa, entonces, llegó a la conclusión de que la sangre humana servía para rejuvenecer los tejidos orgánicos, especialmente los epidérmicos, y decidió que los baños en sangre humana la rejuvenecerían totalmente, haciendo desaparecer las arrugas de su piel, arrugas debidas en gran parte, más que a la edad, a los excesos sexuales. Y así, para colmar sus ansías sádicas y lesbianas, al mismo tiempo que para llevar a efecto esta nueva idea del rejuvenecimiento, encargó a sus dos doncellas predilectas que secuestraran a todas las muchachitas de la comarca y aún de más lejos.
Ilona Joo, por su parte y los demás brujos y brujas, acosaban desde hacía tiempo a la condesa, asegurándole que la magia que usaban necesitaba sacrificios humanos para conseguir los efectos apetecidos. Sí, según las costumbres de aquella tenebrosa época, para los experiementos de alquimia se necesitaban calaveras y huesos de niños pequeños.
Cuantos habitaban en el castillo gozaban con los actos sádicos y sexuales, con el tormento y la muerte infligida a niños y niñas inocentes, los cuales estaban encadenados en los calabozos del castillo hasta el momento en que la condesa decidía usarlos como instrumentos de placer y, como se diría hoy día, de «estética».
Naturalmente, para el sacrificio de las jóvenes y los jóvenes se celebraban ritos mágicos, seguidos de orgías sin cuento y placeres sádicos, donde manaba la sangre, que se recogía en recipientes para los baños de la condesa. Y en más de una ocasión Elizabeth bebió de esa sangre con el objeto de regenerar sus órganos internos.
Todo esto, como es fácil de comprender, desencadenó una serie de rumores que llegaron a oídos del rey Matías. No obstante, se tardaron varios años en emprender una acción legal contra la condesa. Al final, se ordenó una investigación que se llevó a cabo bajo la dirección del primer ministro Thurzo, con el gobernador de la provincia.
Los campesinos hablaban de vampiros en el castillo, y la víspera de Año Nuevo los investigadores llegaron inopinadamente al castillo. Ya en el vestíbulo hallaron el cadáver de una joven, sin una sola gota de sangre. Cerca de ella, había otra. En los calabozos, el primer ministro halló un grupo de niños y niñas, jóvenes y mujeres, sangrados repetidas veces para satisfacer el extraño gusto de la condesa.
Luego, subieron al piso, donde sorprendieron a la condesa y a sus cómplices en plena orgía de sangre y sexualidad. Todo el mundo quedó preso, y la condesa fue encerrada en su aposento, bajo la fuerte guardia.
El proceso se llevó a cabo rápidamente, y las pruebas se acumularon, no sólo sobre la condesa, sino sobre sus cómplices, como Ilona Joo, las dos doncellas de su confianza, y los brujos y brujas que habían celebrado los actos mágicos en medio del mayor escándalo y corrupción.
Según la sentencia, a Ilona Joo le arrancaron los dedos uno a uno y luego fue quemada viva. Los demás sufrieron diversas penas, casi todas de muerte, con diversos tormentos antes de ser ejecutados.
La condesa, debido a su rango, a su prosapia, recibió una condena distinta a las otras. en efecto, vivió 4 años en su aposento, donde se levantó una tapia con una simple abertura, por la que se le pasaban los alimentos. Jamás se la oyó proferir una sola queja. Falleció, según se cree, sin haber salido jamás de su emparedamiento, el 21 de agosto de 1614, a los 54 años de edad.
Existe una incógnita sobre este tenebroso caso:
Se dice que la condesa sabía que el castillo iba a ser registrado. Entonces, ¿por qué no ocultó las pruebas de su infamia? ¿Por qué no intentó salvarse y salvar a los demás? ¿Fue acaso todo el asunto una pura patraña, y las autoridades, valiéndose de algunos rumores infundados, se aprovecharon del proceso, un proceso que en tal caso fue falso a todas luces, para apoderarse de los cuantiosos bienes de la condesa Bathory? Es posible... Pero cierto es que:
Elizabeth Bathory ha pasado a la Historia como la más infame de las mujeres-vampiro.
Solo el tiempo y las circunstancias nos muestran...
Solo el tiempo y las circunstancias nos muestran
quienes nos quieren de corazón
y quienes solo fueron un error...
quienes nos quieren de corazón
y quienes solo fueron un error...
miércoles, 18 de enero de 2017
Creencias y tradiciones de la Brujería
Veamos una relación de los hechos que tuvieron lugar en 1314, hechos cuyo protagonista fue un tal Juan el Rojo, quien murió en la hoguera. En efecto, Juan el Rojo declaró ante los jueces que se valía de las figuritas de cera para hacer morir al individuo que le indicaran. Se trataba, por lo visto, de un antecesor del asesino a sueldo. ¿Cómo lo lograba?
Se procuraba cera virgen, a la que unía partículas de hostia consagrada y unas gotas de los santos óleos, todo lo cual robaba en las iglesias, según él, protegido por los dioses del mal. Una noche de martes o sábado, sin luna, y en sitio alejado de la población, aguardaba a que fuese medianoche y entonces invocaba a las potencias infernales, mientras modelaba la figurita concentrándose mentalmente en la persona que debía morir; luego, le añadía pelos, pedazos de uña, etc., procedentes de la víctima, y la vestía con fragmentos de tela sin lavar de igual procedencia.
Fabricado así el maleficio, lo guardaba hasta el martes o sábado siguiente. Entonces, lo trasladaba a un lugar sagrado, y lo bautizaba con unas gotas de agua bendita, imponiéndole el nombre de la víctima elegida. Después, entregaba la figura a quien se la había encargado, para que la fundiese a fuego muy lento cuando quisiera, invocando a Satanás y concentrándose mentalmente en la muerte de su enemigo.
Se procuraba cera virgen, a la que unía partículas de hostia consagrada y unas gotas de los santos óleos, todo lo cual robaba en las iglesias, según él, protegido por los dioses del mal. Una noche de martes o sábado, sin luna, y en sitio alejado de la población, aguardaba a que fuese medianoche y entonces invocaba a las potencias infernales, mientras modelaba la figurita concentrándose mentalmente en la persona que debía morir; luego, le añadía pelos, pedazos de uña, etc., procedentes de la víctima, y la vestía con fragmentos de tela sin lavar de igual procedencia.
Fabricado así el maleficio, lo guardaba hasta el martes o sábado siguiente. Entonces, lo trasladaba a un lugar sagrado, y lo bautizaba con unas gotas de agua bendita, imponiéndole el nombre de la víctima elegida. Después, entregaba la figura a quien se la había encargado, para que la fundiese a fuego muy lento cuando quisiera, invocando a Satanás y concentrándose mentalmente en la muerte de su enemigo.
lunes, 16 de enero de 2017
domingo, 15 de enero de 2017
Desaparición de 3.000 soldados chinos
En 1939, cuando China trataba de resistir ante los avances del mecanizado ejército japonés, fue enviada una llamada a las fuerzas chinas para que intentasen una última resistencia al sur de Nanking. A unos 30 kilómetros de una posición importante, próxima al único puente que cruzaba el río, unos 3.200 chinos mandados por el coronel Li Fu Sien, se atrincheraron para combatir hasta el final. El coronel inspeccionó las posiciones de sus hombres y después se retiró a su cuartel general a 2 kilómetros tras las líneas de combate.
Cuando a la mañana siguiente se despertó el coronel, quedóse asombrado ante la insistencia de sus ayudantes de campo: según ellos, el flanco derecho de la línea defensiva no contestaba a las señales. Cuando el coronel volvió a inspeccionarlas, halló sólo 113 hombres estacionados junto al puente. Los demás, osea unos 3.000 se habían desvanecido.
Los cañones y otras armas estaban todavía emplazadas en sus repectivos lugares. Las hogueras todavía conservaban el arroz y el té calientes. No había señal alguna de lucha, y todo el equipo militar y personal se hallaba esparcido en torno a las fogatas, tal como había quedado la noche anterior. ¡Había desaparecido casi todo un ejército!
Si las patrullas nocturnas japonesas hubiesen logrado cruzar el puente o nadar a trvés del río y atacar el campamento, es inconcebible que unos comandos se hubiesen llevado a unos 3.000 hombres sin que al menos éstos hubiesen cogido sus armas y municiones.
Y hubiese sido preciso un fuerte contingente de tropas japonesas para dominar silenciosamente a 3.000 chinos. Aunque esto hubiese sido posible llevarlo a cabo, resulta todavía inconcebible que los japoneses no hubiesen proclamado tal hazaña en su intensa propaganda.
Igualmente, si los chinos hubiesen desertado en masa, pasándose a las filas japonessa, tal acto de cobardía hubiese servido como excelente propaganda para los nipones. De cualquier modo, o se hubiese publicado algo de tal rendición de chinos o de la proeza japonesa, pero los récords oficiales japoneses no mencionan en absoluto la entrega de tantos chinos en tal fecha ni en tal lugar.
Los chinos que estaban en el puente y los centinelas de noche juraron que nadie, ni amigo ni enemigo, había cruzado el puente aquella noche. Los ayudantes del coronel también juraron que nadie había entrado en el campamento.
¡Lo cierto es que de los 3.000 chinos desaparecidos, ninguno volvió a ser visto nunca más!
Cuando a la mañana siguiente se despertó el coronel, quedóse asombrado ante la insistencia de sus ayudantes de campo: según ellos, el flanco derecho de la línea defensiva no contestaba a las señales. Cuando el coronel volvió a inspeccionarlas, halló sólo 113 hombres estacionados junto al puente. Los demás, osea unos 3.000 se habían desvanecido.
Los cañones y otras armas estaban todavía emplazadas en sus repectivos lugares. Las hogueras todavía conservaban el arroz y el té calientes. No había señal alguna de lucha, y todo el equipo militar y personal se hallaba esparcido en torno a las fogatas, tal como había quedado la noche anterior. ¡Había desaparecido casi todo un ejército!
Si las patrullas nocturnas japonesas hubiesen logrado cruzar el puente o nadar a trvés del río y atacar el campamento, es inconcebible que unos comandos se hubiesen llevado a unos 3.000 hombres sin que al menos éstos hubiesen cogido sus armas y municiones.
Y hubiese sido preciso un fuerte contingente de tropas japonesas para dominar silenciosamente a 3.000 chinos. Aunque esto hubiese sido posible llevarlo a cabo, resulta todavía inconcebible que los japoneses no hubiesen proclamado tal hazaña en su intensa propaganda.
Igualmente, si los chinos hubiesen desertado en masa, pasándose a las filas japonessa, tal acto de cobardía hubiese servido como excelente propaganda para los nipones. De cualquier modo, o se hubiese publicado algo de tal rendición de chinos o de la proeza japonesa, pero los récords oficiales japoneses no mencionan en absoluto la entrega de tantos chinos en tal fecha ni en tal lugar.
Los chinos que estaban en el puente y los centinelas de noche juraron que nadie, ni amigo ni enemigo, había cruzado el puente aquella noche. Los ayudantes del coronel también juraron que nadie había entrado en el campamento.
¡Lo cierto es que de los 3.000 chinos desaparecidos, ninguno volvió a ser visto nunca más!
sábado, 14 de enero de 2017
Los Duendes
Con este nombre se designan en las tradiciones populares a unos seres fantásticos, enanos o de pequeña estatura, si bien ésta, según la fantasía popular, es una simple apariencia que los duendes cambian a voluntad. Se les considera como seres intermedios entre los espíritus y los hombres, y con poderes sobrenaturales, comos los que se atribuyen a los hechicheros y a las brujas. Este poder mágico les permite adoptar diferentes formas o comunicarlas a los mortales, y hacerse invisibles, con una capa, un sombrero o cualquier prenda u objeto. Viven en comunidad, ocupados con preferencia en la metalurgia, como los gnomos o kobolds de la mitología germánica, o permanecen aislados como en el leprecham irlandés.
La habilidad metalúrgica que se les atribuye se explica por lo misterioso de este arte en las primeras edades de la humanidad, y porque se supone que lo duendes viven, en general, bajo tierra, de donde se extraen los metales.
En el Edda se distinguen dos clases: los duendes blancos o liozalfar, que viven sobre la tierra, y los negros o dackalfar, que habitan en viviendas subterráneas. El país habitado por ellos se ha situado en diversos lugares. En Irlanda se identificaba con los montículos funerarios conocidos por sid, y Gervasio de Tilbury dice que se entraba a dicho país por un pasaje subterráneo. En otras tradiciones el país de los duendes está en islas fabulosas o en las aguas de ciertos ríos, lagos o mares, y en accesible por pozos o por excavaciones profundas. También se ha representado este país como íntimamente unido al nuestro, pero invisible a los mortales. Los salvajes de las islas Fidji creen en duendes del mar, a los que rinden culto secreto, mientras en Nueva Guinea suponen que existe un pueblo subterráneo habitado por los duendes, semejante al inghal de Nueva Bretaña, y como él maléfico y peligroso. En cambio, los célebres jiun o jan de los árabes, mencionados ya en Las mil y una noches, también invisibles, viajan en las nubes tempestuosas de arena y sólo se les puede dominar por el hierro o con la evocación de nombres divinos; el pueblo, para congraciarse con ellos, los llama mubarakin o «los benditos».
Los duendes son hermosos y bien proporcionados, como los de algunas leyendas españolas, o feos, y en ocasiones contrahechos, como los kobolds germánicos; sus vestidos son verdes, rojos o pardos, como los de los gnomos, o grises, como en las leyendas alemanas. Tienen gran afición a la música, al canto y al baile, a los que se dedican durante la noche, y en ocasiones engañan a los mortales llevándolos a sus danzas nocturnas o arrastrándolos a su reino. Si se les hace algún daño son vengativos y crueles, y golpean, hacen tropezar y caer al que los ha molestado o le producen graves enfermedades o la muerte.
Roban el ganado, dejando en su lugar otro ilusorio, y en ocasiones hacen caminar a los mortales durante la noche, recorriendo largas distancias y hasta sirviéndoles de cabalgadura, cuando no los atormentan de diversos modos. Desaparecen con el alba, disgustándoles que los sorprendan los mortales, a los que en tal caso embrujan, ofuscan o ciegan.
En uno de sus Caprichos pone Goya el siguiente comentario a la escena por él representada: «Luego amanece huyen, cada cual por su lado, brujas, duendes, visiones y fantasmas».
Se les atribuye la facultad de dar ilusorias apariencias de un gran valor a objetos de materias despreciables, y de aquí el misterioso oro de los duendes, y asimismo se les achaca un prodigioso conocimiento de los poderes de la Naturaleza, que les permite adivinar dónde se encuentran las cosas desaparecidas y descubrir las invisibles. En los países celto-teutónicos se les atribuyen ciertas torres misteriosamente iluminadas de noche, y se cree que son obra suya los túmulos y demás monumentos funerarios, más o menos toscos, suponiéndolos sucesores de los muertos los llamados hangbuye en los países escandinavos y vazimba en Madagascar. Análoga creencia aparece en los pueblos teutónicos, donde el divergar está íntimamente relacionado con el nair o fantasma.
Su existencia es, según las leyendas, más dilatada que la de los humanos, y procuran reproducir su raza, ya robando niños, ya muchachas jóvenes para unirse con ellas, o bien haciendo que las mujeres que crían amamanten a sus hijos, suplantando en tal caso al niño con un duendecillo.
No siempre los duendes se entretienen en jugar malas pasadas y causar daño graves a las gentes; hay otros cuyas jugarretas no tienen graves consecuencias, limitándose a dar formas risibles o ridículas, pero transitorias a aquel que los trata mal; a cambiar de sitio los muebles, o a echarlos fuera de casa, como el poltergeist alemán, que además enciende el fuego, echa llamas por el aire o toca la cara del burlado con su mano fría como el hielo. Leyendas semejantes se encuentran en el mediodía de Francia y en Cataluña, atribuidas a los follets. Para preservarse de los duendes maléficos o burlones se recomiendan varios artificios, en los que figuran, entre otras cosas, el hierro, la escoba y el agua corriente. Los duendes, en cambio, asisten en ocasiones a los mortales en sus quehaceres o apuros, y son muy generosos, contentándose con poco, como el duende doméstico, que se satisface con una escudilla de leche. Este duende, mencionado ya en el siglo XIII por Gervasio de Tilbury, habita en la casa o el establo y es enemigo de la pereza, trabajando a favor del amo de la casa que habita, sin recibir más recompensa que una capa o un sombrero nuevo, a lo sumo, al cabo del año.
Goya, interpretando las creencias populares, dice de estos duendes, comentando un aguafuerte de sus Caprichos: «Los duendecitos son la gente más hacedora y servicial que puede hallarse; como la criada los tenga contentos, espuman la olla, cuecen la verdura, friegan, barren y acallan al niño». En este sentido, el duende doméstico tiene sus analogías con los lares romanos, con los griegos theoi ephestioi, el italiano lacio y el eslavo dedushka domovaj o abuelo de la casa.
Este mito se supone relacionado con los enterramientos domésticos, tal como los practicaban los primitivos pueblos micénicos y semitas, además de los indios. El duende doméstico toma, en ciertas leyendas, la forma de un animalito, como, por ejemplo, una serpiente (genius loci, de los romanos). Los chuds del norte tienen también sus espíritus domésticos y lo propio ocurre con los lituanos, que los llaman kaukas y los suecos tomse o nisasart. Por esto quizá la superstición de los duendes tiene íntimas analogías con el culto a los muertos, las leyendas de las hadas y las brujas y la meteorología mitológica.
La creencia en tales seres parece ser principalmente céltica y teutónica, pero existe igualmente en pueblos eslavos y latinos y en los países más remotos. La pequeña estatura que en general se les atribuye se relaciona con su semejanza con las almas de los muertos, representadas en la antigua cerámica griega como diminutos hombrecillos, lo mismo que en los bajorrelieves egipcios y en el Mahabharata de la India. En Sumatra, los battaks creen en enanos de las montañas que se llevan hombres y mujeres; en Formosa se relatan maravillosas leyendas de hombrecillos de las selvas que causan la muerte o graves enfermedades, y lo mismo ocurre en Thailandia con los phi. En África, los bagandas creen en duendes, a los que llaman ugagw, y los bantús en los asikis, duendes que aparecen de noche conduciendo una vaca que confiere eterna riqueza al que puede apoderarse del codiciable animal. Los malagasi creen, a su vez, en enanos llamados kately, duendes domésticos de vocecilla débil como la de un pájaro, que ayudan en las faenas caseras, y análogas creencias se encuentran entre los pieles rojas, donde los chochones suponen que hay duendes que roban niños; los ojiwas, que les arrojan piedras; los nircmacs que les atan cuando duermen, y los muesquakie, que les inspiran riñas y melancolía.
También los esquimales creen en el ingnersiut y en la Polinesia en los ponatui y los vius, sencillos duendes a los que se engaña fácilmente.
Por su estatura y atribuciones se ha supuesto si serían formas de degeneración de antiguas divinidades, como los dasine sidue irlandeses y los pliscas de la Galia celta, puesto que los romanos también tuvieron sus luinuti dei.
Otros autores opinan que los duendes representaban una raza pequeña y desposeída por conquistadores de mayor estatura, y así se ha supuesto que los feiun de Irlanda, transformados en duendes por la fantasía popular, no eran más que los aborígenes fineses, despojados de sus tierras por los celtas. Otros mitólogos han expuesto la teoría de que los duendes eran un recuerdo de las tradiciones titulares, de una raza neolítica precaria, pero tal hipótesis no se ha comprobado.
También se ha considerado a los duendes como espíritus de la Naturaleza, entre los árboles y los bosques, como el rumano masau padura o el eslavo ljesyj, que viven en el agua como los meri-manni y mix teutónicos y celtas, o con formas de animales, como los kolpie, afauac, cach y nisge.
En Francia, a los duendecillos los llaman lutin, y según la tradición, viven cerca de las aguas estancadas o en cuevas montañosas. Asimismo, viajan a campo través, o habitan en los dólmenes y menhires. También hay lutins en Rusia.
En España y Portugal existen numerosas leyendas referentes a los duendes, particularmente en relación con sus travesuras, siendo una de ellas enredar el cabello de dos personas que duermen juntas, como marido y mujer, con lo que al despertarse tendrán grandes dificultades para desenmarañar sus cabelleras, con gran regocijo del duendecillo autor de la hazaña, que puede contemplar la escena disimulado detrás de un mueble o una cortina.
William Shakespeare inmortalizó el duendecillo que desde entonces se ha convertido en el más popular de todos, el travieso Puck, que interviene eficazmente con sus engaños y travesuras en la "El sueño de una noche de verano".
Otro de los duendecillos más traviesos que se conocen es el servan, que habita en Suiza y el norte de Italia. El servan es ladrón, y suele robar los objetos domésticos más necesarios, como tijeras, alfileres, gafas, plumas o cubiertos de mesa. Y cuando la gente se vuelve loca buscando los objetos «perdidos», el servan se congestiona de risa. Por supuesto, los objetos reaparecen siempre, pero en los lugares más insospechados; por ejemplo, las cucharas pueden estar en una caja de zapatos, las tijeras en el lavadero, y las gafas en el bolsillo de un ciego. Así se divierte, el travieso servan.
En cambio, cuando se halla de buen humor, ayuda en las labores hogareñas, y su magia es eficaz para lograr buenas cosechas. Como pago a su trabajo se conforma con un plato de sopa o unas natillas, que hay que dejar todas las noches en el tejado de la casa.
Su estatura es de unos 35 cm, viste de colorado y su rostro es el de un niño travieso. A veces aparece bajo la figura de una cabra o un perro.
El servan también vive en los Pirineos vascos. Allí, un servan se divertía convirtiendo el vino de un tabernero en agua, por lo que el buen hombre se desesperaba continuamente. Finalmente, el tabernero tomó la costumbre de dejar todas las noches un vaso de vino tinto en el tejado de la taberna... y a partir de entonces, el servan no sólo dejó de convertir el vino en agua sino que ayudó al tabernero a barrer y fregar el local todas las noches después de cerrar.
El monaciello es un duendecillo italiano que se viste de fraile y comete mil travesuras llevando su disfraz. Tira piedras, roba gallinas, llama a los timbres cuando la gente duerme... También puede tomas la forma de un gato. Solamente están tranquilos si a su lado se coloca un cedazo, ya que son tan curiosos y tan torpes con la aritmética, que pasan días enteros intentando contar todos los agujeros, y mientras tanto se olvidan de gastar bromas.
Estos monaciellos miden menos de 25 cm de estatura, y llevan una caperuza dos veces mayor que ellos.
La habilidad metalúrgica que se les atribuye se explica por lo misterioso de este arte en las primeras edades de la humanidad, y porque se supone que lo duendes viven, en general, bajo tierra, de donde se extraen los metales.
En el Edda se distinguen dos clases: los duendes blancos o liozalfar, que viven sobre la tierra, y los negros o dackalfar, que habitan en viviendas subterráneas. El país habitado por ellos se ha situado en diversos lugares. En Irlanda se identificaba con los montículos funerarios conocidos por sid, y Gervasio de Tilbury dice que se entraba a dicho país por un pasaje subterráneo. En otras tradiciones el país de los duendes está en islas fabulosas o en las aguas de ciertos ríos, lagos o mares, y en accesible por pozos o por excavaciones profundas. También se ha representado este país como íntimamente unido al nuestro, pero invisible a los mortales. Los salvajes de las islas Fidji creen en duendes del mar, a los que rinden culto secreto, mientras en Nueva Guinea suponen que existe un pueblo subterráneo habitado por los duendes, semejante al inghal de Nueva Bretaña, y como él maléfico y peligroso. En cambio, los célebres jiun o jan de los árabes, mencionados ya en Las mil y una noches, también invisibles, viajan en las nubes tempestuosas de arena y sólo se les puede dominar por el hierro o con la evocación de nombres divinos; el pueblo, para congraciarse con ellos, los llama mubarakin o «los benditos».
Los duendes son hermosos y bien proporcionados, como los de algunas leyendas españolas, o feos, y en ocasiones contrahechos, como los kobolds germánicos; sus vestidos son verdes, rojos o pardos, como los de los gnomos, o grises, como en las leyendas alemanas. Tienen gran afición a la música, al canto y al baile, a los que se dedican durante la noche, y en ocasiones engañan a los mortales llevándolos a sus danzas nocturnas o arrastrándolos a su reino. Si se les hace algún daño son vengativos y crueles, y golpean, hacen tropezar y caer al que los ha molestado o le producen graves enfermedades o la muerte.
Roban el ganado, dejando en su lugar otro ilusorio, y en ocasiones hacen caminar a los mortales durante la noche, recorriendo largas distancias y hasta sirviéndoles de cabalgadura, cuando no los atormentan de diversos modos. Desaparecen con el alba, disgustándoles que los sorprendan los mortales, a los que en tal caso embrujan, ofuscan o ciegan.
En uno de sus Caprichos pone Goya el siguiente comentario a la escena por él representada: «Luego amanece huyen, cada cual por su lado, brujas, duendes, visiones y fantasmas».
Se les atribuye la facultad de dar ilusorias apariencias de un gran valor a objetos de materias despreciables, y de aquí el misterioso oro de los duendes, y asimismo se les achaca un prodigioso conocimiento de los poderes de la Naturaleza, que les permite adivinar dónde se encuentran las cosas desaparecidas y descubrir las invisibles. En los países celto-teutónicos se les atribuyen ciertas torres misteriosamente iluminadas de noche, y se cree que son obra suya los túmulos y demás monumentos funerarios, más o menos toscos, suponiéndolos sucesores de los muertos los llamados hangbuye en los países escandinavos y vazimba en Madagascar. Análoga creencia aparece en los pueblos teutónicos, donde el divergar está íntimamente relacionado con el nair o fantasma.
Su existencia es, según las leyendas, más dilatada que la de los humanos, y procuran reproducir su raza, ya robando niños, ya muchachas jóvenes para unirse con ellas, o bien haciendo que las mujeres que crían amamanten a sus hijos, suplantando en tal caso al niño con un duendecillo.
No siempre los duendes se entretienen en jugar malas pasadas y causar daño graves a las gentes; hay otros cuyas jugarretas no tienen graves consecuencias, limitándose a dar formas risibles o ridículas, pero transitorias a aquel que los trata mal; a cambiar de sitio los muebles, o a echarlos fuera de casa, como el poltergeist alemán, que además enciende el fuego, echa llamas por el aire o toca la cara del burlado con su mano fría como el hielo. Leyendas semejantes se encuentran en el mediodía de Francia y en Cataluña, atribuidas a los follets. Para preservarse de los duendes maléficos o burlones se recomiendan varios artificios, en los que figuran, entre otras cosas, el hierro, la escoba y el agua corriente. Los duendes, en cambio, asisten en ocasiones a los mortales en sus quehaceres o apuros, y son muy generosos, contentándose con poco, como el duende doméstico, que se satisface con una escudilla de leche. Este duende, mencionado ya en el siglo XIII por Gervasio de Tilbury, habita en la casa o el establo y es enemigo de la pereza, trabajando a favor del amo de la casa que habita, sin recibir más recompensa que una capa o un sombrero nuevo, a lo sumo, al cabo del año.
Goya, interpretando las creencias populares, dice de estos duendes, comentando un aguafuerte de sus Caprichos: «Los duendecitos son la gente más hacedora y servicial que puede hallarse; como la criada los tenga contentos, espuman la olla, cuecen la verdura, friegan, barren y acallan al niño». En este sentido, el duende doméstico tiene sus analogías con los lares romanos, con los griegos theoi ephestioi, el italiano lacio y el eslavo dedushka domovaj o abuelo de la casa.
Este mito se supone relacionado con los enterramientos domésticos, tal como los practicaban los primitivos pueblos micénicos y semitas, además de los indios. El duende doméstico toma, en ciertas leyendas, la forma de un animalito, como, por ejemplo, una serpiente (genius loci, de los romanos). Los chuds del norte tienen también sus espíritus domésticos y lo propio ocurre con los lituanos, que los llaman kaukas y los suecos tomse o nisasart. Por esto quizá la superstición de los duendes tiene íntimas analogías con el culto a los muertos, las leyendas de las hadas y las brujas y la meteorología mitológica.
La creencia en tales seres parece ser principalmente céltica y teutónica, pero existe igualmente en pueblos eslavos y latinos y en los países más remotos. La pequeña estatura que en general se les atribuye se relaciona con su semejanza con las almas de los muertos, representadas en la antigua cerámica griega como diminutos hombrecillos, lo mismo que en los bajorrelieves egipcios y en el Mahabharata de la India. En Sumatra, los battaks creen en enanos de las montañas que se llevan hombres y mujeres; en Formosa se relatan maravillosas leyendas de hombrecillos de las selvas que causan la muerte o graves enfermedades, y lo mismo ocurre en Thailandia con los phi. En África, los bagandas creen en duendes, a los que llaman ugagw, y los bantús en los asikis, duendes que aparecen de noche conduciendo una vaca que confiere eterna riqueza al que puede apoderarse del codiciable animal. Los malagasi creen, a su vez, en enanos llamados kately, duendes domésticos de vocecilla débil como la de un pájaro, que ayudan en las faenas caseras, y análogas creencias se encuentran entre los pieles rojas, donde los chochones suponen que hay duendes que roban niños; los ojiwas, que les arrojan piedras; los nircmacs que les atan cuando duermen, y los muesquakie, que les inspiran riñas y melancolía.
También los esquimales creen en el ingnersiut y en la Polinesia en los ponatui y los vius, sencillos duendes a los que se engaña fácilmente.
Por su estatura y atribuciones se ha supuesto si serían formas de degeneración de antiguas divinidades, como los dasine sidue irlandeses y los pliscas de la Galia celta, puesto que los romanos también tuvieron sus luinuti dei.
Otros autores opinan que los duendes representaban una raza pequeña y desposeída por conquistadores de mayor estatura, y así se ha supuesto que los feiun de Irlanda, transformados en duendes por la fantasía popular, no eran más que los aborígenes fineses, despojados de sus tierras por los celtas. Otros mitólogos han expuesto la teoría de que los duendes eran un recuerdo de las tradiciones titulares, de una raza neolítica precaria, pero tal hipótesis no se ha comprobado.
También se ha considerado a los duendes como espíritus de la Naturaleza, entre los árboles y los bosques, como el rumano masau padura o el eslavo ljesyj, que viven en el agua como los meri-manni y mix teutónicos y celtas, o con formas de animales, como los kolpie, afauac, cach y nisge.
En Francia, a los duendecillos los llaman lutin, y según la tradición, viven cerca de las aguas estancadas o en cuevas montañosas. Asimismo, viajan a campo través, o habitan en los dólmenes y menhires. También hay lutins en Rusia.
En España y Portugal existen numerosas leyendas referentes a los duendes, particularmente en relación con sus travesuras, siendo una de ellas enredar el cabello de dos personas que duermen juntas, como marido y mujer, con lo que al despertarse tendrán grandes dificultades para desenmarañar sus cabelleras, con gran regocijo del duendecillo autor de la hazaña, que puede contemplar la escena disimulado detrás de un mueble o una cortina.
William Shakespeare inmortalizó el duendecillo que desde entonces se ha convertido en el más popular de todos, el travieso Puck, que interviene eficazmente con sus engaños y travesuras en la "El sueño de una noche de verano".
Otro de los duendecillos más traviesos que se conocen es el servan, que habita en Suiza y el norte de Italia. El servan es ladrón, y suele robar los objetos domésticos más necesarios, como tijeras, alfileres, gafas, plumas o cubiertos de mesa. Y cuando la gente se vuelve loca buscando los objetos «perdidos», el servan se congestiona de risa. Por supuesto, los objetos reaparecen siempre, pero en los lugares más insospechados; por ejemplo, las cucharas pueden estar en una caja de zapatos, las tijeras en el lavadero, y las gafas en el bolsillo de un ciego. Así se divierte, el travieso servan.
En cambio, cuando se halla de buen humor, ayuda en las labores hogareñas, y su magia es eficaz para lograr buenas cosechas. Como pago a su trabajo se conforma con un plato de sopa o unas natillas, que hay que dejar todas las noches en el tejado de la casa.
Su estatura es de unos 35 cm, viste de colorado y su rostro es el de un niño travieso. A veces aparece bajo la figura de una cabra o un perro.
El servan también vive en los Pirineos vascos. Allí, un servan se divertía convirtiendo el vino de un tabernero en agua, por lo que el buen hombre se desesperaba continuamente. Finalmente, el tabernero tomó la costumbre de dejar todas las noches un vaso de vino tinto en el tejado de la taberna... y a partir de entonces, el servan no sólo dejó de convertir el vino en agua sino que ayudó al tabernero a barrer y fregar el local todas las noches después de cerrar.
El monaciello es un duendecillo italiano que se viste de fraile y comete mil travesuras llevando su disfraz. Tira piedras, roba gallinas, llama a los timbres cuando la gente duerme... También puede tomas la forma de un gato. Solamente están tranquilos si a su lado se coloca un cedazo, ya que son tan curiosos y tan torpes con la aritmética, que pasan días enteros intentando contar todos los agujeros, y mientras tanto se olvidan de gastar bromas.
Estos monaciellos miden menos de 25 cm de estatura, y llevan una caperuza dos veces mayor que ellos.
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