¿Es posible que una mujer pudiese quedar fecundada por un íncubo?, se preguntaron los teólogos durante siglos. Miguel Psellos, en su obra De Daemonibus, afirmó: “Si los demonios eyaculan semen, a éste le falta, como al cuerpo de quien procede, tanto calor que nada puede ser más incapaz y menos apto para la procreación”.
Nicolás Rémy, autor de Daemonolatreiae libri tres, estaba de acuerdo respecto a la imposibilidad de que el demonio utilice semen de un cuerpo para fecundar: “Tampoco es posible que un demonio, actuando como súcubo, pueda obtener semen de un hombre vivo, ya que la vagina de un súcubo es fría como el hielo, y no puede, por tanto, estimular suficientemente el sistema nervioso del hombre, cosa necesaria para lograr una eyaculación”.
Thomas Malvenda, sin embargo, manifestó en De Antichristo: “Para los demonios es muy fácil procurarse dicho semen, pues no tiene más que elegir hombres ardientes y robustos cuyo semen, por naturaleza, es muy copioso, y con los cuales tienen, como súcubos, comercio carnal, y entonces eligen mujeres de la misma constitución y copulan con ellas como íncubos, procurando que el hombre y la mujer tengan un orgasmo más intenso que el normal, pues cuanto mayor es la excitación sexual, más abundante es el semen”.
Según algunos demonólogos, los niños engendrados por demonios presentan malformaciones, son muy glotones, chillan por la noche y mueren a temprana edad. También postulaban que el Anticristo nacería de la unión sexual entre Satán y una mujer virgen…
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