lunes, 29 de mayo de 2017

El sexo de las hadas

El sexo de las hadas es el femenino, por lo que este nombre no debe abarcar al resto de la Gente Menuda, sino solamente al de las Hadas.

Dos ejemplos servirán para ilustrar este aserto. El primero se refiere a la leyenda nórdica del hada Iolanthe (en castellano, Yolanda).

Dicha leyenda cuenta que Iolanthe fue un hada, hija a su vez de la reina de las Hadas, que enamorada de un ser humano adoptó el aspecto de una joven extremadamente bella y acabó casándose con él. El marido falleció unos años más tarde, y la reina de las Hadas y sus amigas convencierón a Iolanthe para que recobrase su verdadero aspecto feérico, cosa que ella hizo, no sin antes confesarle a su madre que años atras había dado a luz un niño, llamado Strephon.

Las hadas quedaron asombradas al oír esta revelación y precipitadamente convocaron una especie de asamblea general, a la que acudieron hadas de todo el mundo (al menos, del mundo habitado por las hadas y demás Gente Menuda). En dicha asamblea se decidió que el hijo de Iolanthe, habida cuenta que era un ser que de cintura para arriba era exactamente igual a un gnomo, mientras que de cintura para abajo era semenjante a un hombre, debía reintegrarse a uno de los dos mundos: o convertirse en un hombre perfecto o en un gnomo completo, y vivir de acuerdo con su aspecto. Llamaron a Strephon, que vivía con la nodriza que al nacer le había buscado su madre Iolanthe, y le preguntaron cuál era su decisión, puesto que, según una de las reglas más rigurosas de la gente menuda, regla que las hadas respetan al parecer estrictamente, nadie puede ni debe influir en nadie.

Iolanthe temblabla mientras esperaba oír la respuesta de su hijo. Si Strephon decidía ser hombre, ella lo perdería para siempre, a no ser que contrariando a su propia naturaleza feérica decidiese también convertirse ya para siempre en una mujer, como lo había sido durante los últimos 30 años. Por otra parte, si Strephon decidía adoptar la naturaleza de un gnomo, ella continuaría siendo un hada, viviendo dichosa hasta la consumación de su existencía, para lo que todavía le faltaban varios siglos de vida.

Pero la declaración de Strephon sumió a todas las hadas, incuida Iolanthe, en el más profundo estupor.

Strephon estaba decidido a ser un hombre completo... ¡porque estaba enamorado de una hoven mortal y estaba ya comprometido para casarse con ella!

Las hadas, de acuerdo con sus reglamentos, no tuvieron más remedio que dar su consentimiento a Strephon, el cual se apresuró a obtener una figura humana en todo su cuerpo. Luego, tras despedirse de su madre y las hadas, voló a reunirse con su amada, hija de un rey muy poderoso. Iolanthe, por su parte, decidió quedarse en el país de las hadas, ese país invisible que abarca el mundo entero, aunque sin por eso dejar de vigilar de vez en cuando a su hijo.


Emanuel Schikaneder fue el autor del libreto de la ópera "La flauta mágica", cuya música compuso el inmortal Wolfgang Amadeus Mozart. Aunque se pretende que dicha ópera tiene un carácter pronunciadamente esotérico, cosa que apenas puede negarse a la vista de los símbolos que entraba su argumento, también es cierto que algunos de sus personajes, como la Reina de la Noche, las Tres Damas y los Tres Jóvenes, son tipos inconfundiblemente pertenecientes al mundo de la Gente Menuda. Se trata, en suma, de cuatro hadas, entre ellas una reina, que además es madre de la protagonista de la obra, Pamina.

Por consiguiente, en este caso nos encontramos con otra hada, y nada menos que una de las reinas, que es madre de una joven que no pertenece realmente al submundo de la Gente Menuda, sino que es un ser humano, enamorada del galán Tamino, a quien protege Papageno, que viene a ser un remedo del Fautista de Hamelin... y seguimos viviendo en el mundo feérico de las hadas, los elfos y los gnomos¹.

En esta leyenda, pues, volvemos a hallar un hada, madre de un ser mortal, lo que significa que en algún instante de su vida dicha hada tuvo que cohabitar con un hombre, adoptando, por tanto, ella también, figura humana.


Respecto a la cuestión que nos ocupa, no es posible negar que las hadas son seres que, si en algún instante de su existencia pueden adoptar una figura humana, lo hacen dentro del sexo femenino, lo que no deja duda de que las hadas pertecen sólo y exclusivamente a este sexo, por lo que jamás se las debe confundir ni asimilar a los gnomos, elfos o duendecillos, todos ellos pertecentienes al sexo masculino.

En el mismo caso que las hadas se encuentran las ondinas, las náyades, las sílfides y las sirenas, que en realidad deben ser consideradas como hadas habitantes de mares, ríos y lagos.


1 Alguien ha supuesto que todos los personajes que intervienen en la ópera de Schikaneder y Mozart son en realidad miembros de la comunidad de la Gente Menuda, pero esto lo desmiente rotundamente Papageno cuando, al presentar a Tamino, le dice:
- Wer ich bin? Dumme Frage! Ein Mensch wie du! (¿Quién soy yo? ¡Vaya pregunta necia! Un hombre como tú).
Esta declaración elimina cualquier duda respecto a la naturaleza de algunos de los protagonistas de esta ópera, basada también en una antigua leyenda germana, como la de los Nibelungos, a la que aludiremos más adelante. 

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