A los gnomos se les suele clasificar como espíritus de la tierra. Todas las investigaciones llevadas a cabo por los expertos demuestran que si bien existen realmente todos los tipos tradicionales de la Gente Menuda en la Naturaleza, hay muchas divergencias de un tipo a otro. Por eso, debido a estas diferencias, que a veces son muy grandes, a cada tipo se le ha asignado un nombre distinto: hada, elfo, gnomo, enano, duende, etc.
Y esas diferencias se dan también entre los gnomos, puesto que los hay de diversas clases, como gnomos de los árboles, gnomos de las rocas, gnomos danzarines, etc.
Los gnomos de los árboles, por ejemplo, si bien en sus rasgos generales son parecidos a los demás gnomos, poseen unas alas que les permiten subir hasta las copas de los árboles más altos, entre cuyas ramas construyen sus confortables chozas.
Por lo demás, son semejantes al resto de los gnomos en sus rasgos generales, es decir, un aspecto más bien grotesco, cuerpo más bien delgado, una mandíbula prominente, siendo amantes de la soledad, aunque no siempre.
El gnomo da la impresión de ser muy anciano, como nacido en un tiempo muy remoto, y ello se debe a su espalda encorvada y a las arrugas que surcan su rostro en un número tan crecido como las estrellas del cielo y las arenas del mar. Los ojos del gnomo son pequeños y muy negros. Algunos opinan que los gnomos son una reliquia de la antigua Atlántida, cuya brusca desaparición les obligó a diseminarse por toda la tierra en busca de un nuevo cobijo.
En conjunto, el gnomo de la tierra no es un tipo de aspecto demasiado agradable, ni siquiera comparado con otros elementos de la Gente Menuda.
Si un gnomo vive en el interior del tronco de un árbol, cuando está dentro del mismo altera su aspecto, y sólo lo recupera cuando sale y empieza a volar por encima de prados y bosques, dichoso de la poderosa libertad que le conceden sus alas.
Hay gnomos que adoptan las características del árbol en que habitan, es decir, que si un gnomo vive en una encina, sus piernas serán nudosas y retorcidas como las raíces del árbol, y si habita en un álamo, su cuerpo se erguirá enhiesto como el tronco de dicho árbol.
Por otra parte, teniendo en cuenta que los seres humanos ignoramos en qué árbol puede vivir un gnomo, y sabiendo que les irrita mucho que se malogre o destruya lo que consideran propiedad propia, es aconsejable, antes de cortar una rama o arrancar una simple hoja de un árbol o arbusto, y en general de cualquier clase de planta, pedirle permiso al gnomo inquilino de tal vegetal, bien en voz alta, bien mentalmente, puesto que toda la Gente Menuda posee el don de la telepatía, tanto al comunicarse entre ellos como cuando tienen tratos con los mortales.
Pedir este permiso es muy conveniente, ya que las consecuencias de mutilar un árbol pueden ser muy graves, según el humor del gnomo que lo habite.
Lo mismo sucede con los gnomos de las rocas, a los que bueno será pedir permiso antes de partir una piedra o una roca. Tampoco debe interrumpirse las danzas de los gnomos danzarines, que suelen dedicarse a tan sana ocupación por las noches, especialmente de luna llena. Interrumpir una de sus danzas puede significar la muerte para quien tal se atreva a hacer.
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