jueves, 23 de marzo de 2017

El joven que desapareció en el pozo

Un caso clásico norteamericano es el de la misteriosa desaparición de Charles Ashmore, un joven de 16 años, natural de Quincy, Illinois, el cual salió de la granja una tarde de noviembre de 1878 en busca de un cubo de agua y jamás regresó.

El padre del chico, Christian Ashmore, y su hija mayor, Marta, cogieron linternas y salieron en busca de Charles. Había nevado un poco y la nieve dejaba ver con claridad las huellas del muchacho. Después de recorrer la mitad de distancia hasta el pozo, el padre se detuvo y levantó la linterna.

Allí terminaba bruscamente el rastro del joven Charles.

A partir de allí, la nieve estaba impoluta, sin huella alguna.

Las últimas señales del muchacho eran claramente visibles, incluso con las marcas de los clavos de sus botas.

El asombrado padre trazó un amplio círculo en torno a las huellas, a fin de no destruirlas. Luego, anduvo hasta el pozo, siguiéndole su hija con los ojos desorbitados por el terror. El brocal del pozo estaba cubierto por la nieve que había caído unas horas antes.

Al regresar a la casa, padre e hija observaron la aparición de la nieve a ambos lados del rastro. No había huellas que se alejasen en ninguna dirección.

La luz matutina no reveló nada más. Al parecer, el joven Charles Ashmore, de 16 años de edad, se había disuelto en la nada. O hacia otra dimensión.

Cuando la madre de Charles, según se dice, fue al pozo 4 días más tarde, regresó a la casa al borde del histerismo. Aseguró haber oído la voz de su hijo llamándola, y por eso había dado varias veces la vuelta al pozo buscando a su hija, pero la boz del joven parecía moverse con ella. Era perfectamente audible e identificable, pero no había conseguido localizarla, hasta que cayó exhausta por el cansancio y la emoción.

Durante varios meses después de la desaparición de Charles, se asegura que su voz fue oída a intervalos irregulares por los miembros de su familia y los vecinos. Todos afirmaron que era la voz del joven desaparecido. Todos aseguraron que provenía de una gran distancia, aunque nadie logró determinar con seguridad su dirección ni su localización. Al fin, los intervalos de silencio aumentaron, la voz se tornó más y más débil, y desde mediados de verano siguiente no volvió a ser oída.

¿Fue arrastrado aquel joven a otra dimensión? En tal caso, él, y su madre al buscarlo, pudieron ocupar el mismo espacio al mismo tiempo, aunque existiendo simultáneamente en dos planos de realidad distintos y separados.

Obviamente, durante algún tiempo debió de quedar una grieta o abertura, de lo contrario nadie habría percibido la voz de Charles. Tal vez una fisura fue todo lo que quedaba de la abertura primitiva, lo bastante grande como para tragarse a Charles, junto con el cubo de agua. Y por triste que sea la idea, es posible que el joven se asomase a ese resquicio, clamando en vano para que alguien acudiese a salvarle.

2 comentarios:

  1. Esta historia es de ficción. Es un relato de Ambrose Bierce, publicado el el San Francisco Examiner allá por el 1909, creo. A partir de entonces esta historia ha sido dada como verídica por multitud de personas, y algunos propagadores han ido cambiando desde el nombre del protagonista (Oliver Lanch, Oliver Lerch, Oliver Thomas) hasta las fechas (Noviembre, en plena nochebuena) hasta la localización (Illinois, Montana, Gales) etc... Es una de esas historias que alguien siempre dará como cierta porque es muy atractiva. No importa cuántas veces se desmienta.

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  2. Se me olvidaba decir que aquel que quiera leer la historia original en castellano, la puede encontrar en la editorial El Club Diógenes, en el libro de Ambrose Bierce, "El Clan de los Parricidas y Otros Relatos" Es facilísimo de encontrar. Un saludo

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