jueves, 15 de diciembre de 2016

El Niño desaparecido en la Puerta del Diablo

El 23 de marzo de 1957, el niño de 8 años de edad, Tomas Bowman, se hallaba, con otros seis miembros de su familia, realizando una pequeña excursión por un bosque situado en la Puerta del Diablo, cerca del Parque Nacional de Angels en California. El niño Tomas Bowman desapareció de repente sin dejar el menor rastro. 

Los hechos sucedieron del siguiente modo:


El niño se había adelantado a los demás, correteando y pisando las ramitas del sendero que todos estaban siguiendo, sin dar la menor muestra de nerviosismo o inquietud, sino de forma placentera y juguetona, como corresponde a un niño de su edad.

El niño, que como decimos iba por delante de los demás unos 8 o 10 metros, dobló un recodo del sendero del modo más normal del mundo. Cuando al cabo de unos segundos los demás componentes del grupo familiar llegaron al mismo sitio y doblaron dicho recodo, el niño no iba ya delante de ellos. ¡No estaba en ninguna parte! El padre, la hermana, el hermano, el tío y dos primos de Tomas, que eran los integrantes del grupo excursionista, declararon que esto era exactamente lo que había ocurrido.

Unas horas más tarde de desaparecer el pequeño, toda la zona estaba siendo registrada a fondo por más de 400 voluntarios acompañados de perros adiestrados, patrullas en jeeps, y batidores experimentados en tales búsquedas. Se examinaron escrupulosamente una y otra vez las grietas, las fallas, los hoyos y agujeros en los que el niño pudiera haber caído. Se recorrió en todos sentidos una y mil veces la senda por la que había pasado primero el niño y luego el resto de la familia; los hábiles guardas del bosque buscaron por toda la región una pista de la desaparición del muchachito. Toda el área fue investigada una y otra vez por los helicópteros.

Según los buscadores más experimentados, era fácil de ver que el niño no había resbalado, cayendo fuera del sendero. No había ninguna señal de rocas o piedras desplazadas, de arbustos o malezas pisoteados o arrancados, ni siquiera de ramas rotas que indicasen un accidente de cualquier tipo.

Todos los familiares del pequeño afirmaron que sólo iban unos pasos detrás de él u que con toda seguridad habrían oído sus gritos de haberse caído o sólo resbalado. Y aunque el niño no hubiese gritado por la sorpresa o la emoción de un accidente, los demás estaban lo bastante cerca como para haber asistido a su presunta caída.

La búsqueda duró toda la semana, pero no se halló ni el menor rastro del desdichado chiquillo. Era como si hubiese sido arrebatado de la tierra por una fuerza invisible y desconocida. El pequeño Tomas aumentaba la lista de los desgraciados niños que se habían desvanecido en la región de la Puerta del Diablo desde la mañana del 5 de agosto de 1956, cuando Donald Lee Baker y Brenda Howell desaparecieron en el parque nacional.


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