Otro caso señalado fue el del niño de 7 años, Bruce Kremen. Este chiquillo, terminado el curso escolar, marchó a un campamento veraniego, junto con otros compañeros de estudio. Una vez allí, y exactamente el 13 de julio de 1960, o sea al día siguiente de su llegada, el jefe del campamento organizó una excursión por los alrededores. Todos se pusieron en marcha, y entre los más contentos se hallaba el pequeño Bruce. Mas poco después de iniciarse la excursión, Bruce pareció afectado por la altura, y el jefe de grupo le aconsejó que regresara al campamento para descansar.
Hay que tener en cuenta que desde el sitio en que se hallaban se divisaba perfectamente el campamento, distante de allí unos 200 metros a lo sumo, por lo que la vuelta de Bruce no ofrecía ningún peligro.
El jefe del grupo detuvo la columna de alegres y juguetones chiquillos, y acompañó, pese a todo, a Bruce hasta dejarle a unos metros del campamento. Entonces, le ordenó que se presentase al joven que había quedado al cuidado del campamento y le contase lo ocurrido. Tras un adiós y una sonrisa, el jefe regresó a donde estaban los demás.
Pues bien, por un motivo totalmente desconocido, el pequeño Bruce Kremen jamás llegó al campamento, nunca cubrió los metros que le separaban del mismo.
Durante 12 días más de 300 voluntarios recorrieron afanosamente cada centímetro de bosque y claros, abarcando unos 15 kilómetros cuadrados, hasta que finalmente se vieron obligados a abandonar tan inútil búsqueda. Bruce era otra de las víctimas de esos 690.000 acres de bosque y tierras áridas que, en los últimos años ha llegado a denominarse espantosamente "El Bosque de los Niños Desaparecidos" en California.
Lo peor es que todo esto plantea una pregunta:
¿A dónde fueron tales víctimas?
¿Puede tratarse de una región que exija las vidas de unos niños? Si los niños desaparecidos tuvieron algún extraño accidente en aquel bosque, resulta sumamente raro que no se descubriese el menor vestigio de ropas, ningún signo de identificación, ni siquiera unos restos o algún fragmento de cuerpo mutilado.
Nada, nada en absoluto.
¿Podría tratarse de animales salvajes, de maníacos sexuales, de secuestradores...? Las autoridades se han visto obligadas a descartar todas estas posibles pistas.
¿Es posible, en cambio, que de algún modo, de una forma que no comprendemos, esos niños desapareciesen literalmente? ¿Es plausible que existan vacíos, agujeros, en nuestra dimensión, que ofrezcan la salida y entrada a otros planos de realidad?
Cada año desaparecen miles de personas en varios países del mundo. Y si bien los departamentos dedicados a la búsqueda de las personas desaparecidas llevan a cabo una excelente y exhaustiva labor de rastreo de los niños extraviados, de los maridos fugados del hogar, de los amnésicos, de los violadores de la ley que esquivan a las autoridades legales, o de los adolescentes engañados que se unen a comunidades hippies sin el consentimiento paterno, quedan todavía un buen número de desaparecidos que se desvanecen total e inexplicablemente ante los asombrados ojos de varios testigos. Y esas personas no están desengañadas o disociadas del mundo. Son individuos totalmente absortos en su trabajo, gozosos con la vida, ansiosos de estudiar, aprender y trabajar.
Incluso, están deseosos de luchar por las buenas causas.
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