miércoles, 28 de diciembre de 2016

Hadas

Es evidente, para qué nos vamos a engañar, que la mayoría de la gente adulta no cree en las hadas. Y cabe hacernos una pregunta aparentemente pueril: ¿por qué?

Muchos autores que han tocado este tema de las hadas y del resto de la Gente Menuda, tanto en
España como fuera de ella, han tergiversado un asunto que ya de por sí estaba bastante enmarañado.

Ciertos videntes, psíquicos, esotéricos, folcloristas e investigadores superficiales del fenómeno, han tenido la oportunidad de estudiar e incluso «ver» (con esa segunda visión de la que nos hablaba Robert Kirk) a estos «espíritus de la naturaleza», y los han descrito muy frecuentemente de una manera que nada tiene que ver con la más pura realidad. Es decir, han descrito a estos seres —muchas veces por ignorancia— como si fueran de este plano físico y tangible, intentando explicarlos y comentarlos desde un punto de vista estrictamente humano. Para ello han tenido que encuadrar forzosamente en tan sólo tres dimensiones a unos seres adimensionales, que viven y se desarrollan en un plano astral y etérico.

Por estas razones, y por otras meramente fantasiosas, el descrédito sobre estos seres ha ido en
constante aumento, pues las contradicciones e imprecisiones a la hora de analizarlos y describirlos eran tantas y tan evidentes que era muy lógico que se dibujara en nuestros labios una sonrisita de incredulidad.

Por otra parte, su presencia y contacto con los humanos ha ido disminuyendo de forma paulatina, con lo que sus idas y venidas, sus aventuras y desventuras de otros tiempos y los contactos esporádicos que mantuvieron con los humanos han ido entrando en el mundo borroso de los recuerdos, de los mitos y de las leyendas, dando todo esto como resultado algo previsible y que cabía esperar de antemano: se ha sembrado la duda sobre su existencia, tal vez fomentada por ellos mismos. Creer en estos seres es sinónimo de ingenuidad, en el mejor de los casos, o de infantilismo, en el peor. Nos hemos reído de todos aquellos que decían haber visto, sentido u oído a alguno de estos personajes y seres elementales de la naturaleza. Seres que hemos desterrado al mundo de la fantasía y del olvido, ignorando que también ellos forman parte de este mundo, de una evolución paralela a la nuestra. Ha habido momentos en que se ha llegado al peligroso punto de confundir todas las alusiones que sobre ellos existen, con tal mezcolanza de datos que daba igual hablar de una ninfa que de un gnomo, de una bruja que de un fantasma, de un hombre-lobo que de un alienígena. Todo era lo mismo y, además, lo que es infinitamente peor, no tenía ninguna importancia clarificarlo.

No obstante, debo reconocer que me he encontrado con un gran volumen de información sobre las hadas, incluidos sus distintos grupos y todos sus nombres, formas y variantes, ya que a la diversidad del material con que se contaba —sólo en España— se unía la imprecisión de sus datos y, en muchos de los casos, la confusión o falsedad de algunos de ellos.

Al final se pueden poner sobre el tapete una serie de conclusiones, que pretenden clarificar este intrincado mapa de casuística feérica.

Conclusiones sin las cuales difícilmente podríamos entender, en toda su compleja dimensión, muchas de las leyendas que se han transmitido de boca en boca o por escrito, alejándonos en lo posible de los tópicos y clichés.

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