Muchos de tales crímenes, especialmente los efectuados en los sábados brujeriles, sólo fueron fingimientos, y los encausados lo fueron por acusaciones falsas, inventadas por los inquisidores... la mayoría de las veces para aprovecharse de sus bienes.
Sin embargo, los crímenes achacados a los hombres-lobo, cuyos poderes al parecer eran extraordinarios, distaron mucho de ser fingimientos.
Estas atrocidades se cometieron de preferencia en el siglo XVI, atribuyéndose, como se ha dicho, a los hombres-lobo, o sea individuos que mediante procedimientos mágicos adoptaban la forma de lobos para violar, asesinar y cometer actos de canibalismo.
Si comparamos tales delitos con los ejecutados por otros criminales de tipo específicamente sexual, veremos que los asesinatos y las violaciones atribuidos a los hombres-lobo son exactamente iguales a los llevados a cabo por los criminales más vulgares. En lo único en que se diferencian es en la explicación.
En realidad, en aquella época existió lo que hoy llamaríamos el «síndrome del hombre-lobo» (como existió el de la brujería). Los culpables de este síndrome creían que se convertían en hombres-lobo, y que violaban, mutilaban y devoraban a sus víctimas. Con toda seguridad resulta imposible hacer una distinción entre los delitos cometidos por los hombres-lobo psicóticos y los efectuados por los ofensores sexuales, acusados de ser lobos.
El licántropo o lupomaníaco, personaje psicótico, creía que en el plenilunio se transformaba en lobo. Incluso sentía cómo su cuerpo se cubría de pelaje, cómo las uñas se tornaban garras, cómo se alargaba el mentón y cómo los dientes se convertían en verdaderos colmillos lobunos.
Después, lleno de un pánico asesino y violento, vagaba por el campo o los parques públicos, al acecho de una posible víctima, para arañarla, morderla, atacarla sexualmente (la sexualidad siempre estaba presente en los ataques de un hombre-lobo) y, en ciertas ocasiones, matarla.
Hay que aclarar aquí que el término "licantropía" lo emplean los psiquiatras para definir una forma de locura que consiste en la creencia por parte del enfermo de ser un lobo, de tener colmillos largos y afilados, y negarse a comer alimentos, aparte de carne cruda y sangrante, emitiendo aullidos bestiales y atacando a todo el que se le pone por delante.
El individuo que se creía lobo se imaginaba que corría en una manada de tales alimañas, y que tenía relaciones sexuales con las lobas. En algunas ocasiones eran dos las personas que sufrían tal psicosis, cometiendo conjuntamente los asaltos a terceros.
Sin embargo, no existe un solo testimonio auténtico que compruebe fuera de toda duda que haya habido jamás un solo caso de hombre-lobo, puesto que las confesiones arrancadas a los acusados de tales delitos, como en el caso de las brujas, lo fueron por el tormento, debiendo tener en cuenta, además, que los enfermos de licantropía padecen, en efecto, una verdadera tara mental que les impide separar la realidad de lo imaginado. En último caso, los procesos seguidos contra presuntos hombres-lobo sólo atestiguan la superstición y la ignorancia de una época.
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