miércoles, 8 de febrero de 2017

El Mazdeísmo, Reencarnación para perfeccionarse

El mazdeísmo es una doctrina revelada, cuyo libro sagrado se titula Zend-Avesta. Este libro inspirado a Zarathustra por Ormuz o Ahura-Mazda, el espíritu del Bien, contiene toda una metafísica proveniente de Oriente, concretamente del brahamanismo o hinduismo; y constituye el hilo de unión que va desde la antigua doctrina hasta el judaísmo y el cristianismo, pues si bien la doctrina de Moisés provenía del mismo origen, con los cambios y circunstancias del pueblo judío, encontró en el mazdeísmo, de nuevo, las fuentes.

Esta religión dualista (el principio del Bien es Ormuz y el principio del Mal, Arimán) enseñaba el camino evolutivo de las almas y, aunque admitía un premio o un castigo según los errores o aciertos humanos, esta situación no se hacía definitiva después de la muerte. El hombre debía reencarnarse para seguir el camino de la perfección.

Aunque el mazdeísmo es una religión de fe y de oración, predica por encima de estas dos actividades espirituales, al igual que el cristianismo, la salvación por medio de los actos. El hombre debe ejercer la bondad cotidianamente en todas las manifestaciones de su vida; ése es el camino, no hay otro.

Esta doctrina, en su forma esotérica, fue asimilada por los caldeos y persas, y de esta última etapa pasó a los esenios. Los persas, sin embargo, convirtieron esta dualidad en trinidad: Zerbana era el Dios Uno del cual habían emanado los dos principios, el del Bien y el del Mal.

El mazdeísmo y sus diferentes ramas (la ya mencionada de los persas, la caldea, el mithraísmo y más tarde el maniqueísmo) fue una filosofía; al igual que las otras grandes religiones, comprendía una parte dedicada a una minoría selecta y otra parte popular. De todas maneras, da la impresión que tanto el mazdeísmo como las sectas que de él fluyeron tuvieron poca proyección en el campo sociológico, no como legislación o ciencia, sino como difusión de sus aspectos secretos. Eran doctrinas de iniciación y poco se conocía del fondo religioso fuera de las escuelas sacerdotales. Al pueblo le llegaba en algunos casos una normativa, y en otros apenas nada, como en el caso de los esenios que, pertenecientes al judaísmo, permanecieron siempre despegados de la política religiosa hebrea. Estos, bajo el influjo del zoroastrismo, como también de otras fuerzas religiosas paralelas, reconocían la filosofía reencarnacionista como una de las leyes de la naturaleza universal.

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