La Muerte dormía de forma descuidada, esperando que la noche llegara hasta los cimientos de la tierra.
Aunque Ella es dueña de caminar sobre su faz cuando lo desee, por supuesto que prefiere la oscuridad de la noche para desplegar toda su hermosura y su dominio. Ella reina sobre los seres mortales por mandato de quien se dió a llamar a sí mismo Dios...
Bajo la luz del día es imposible que ojo alguno sepa distinguirla y descubra sus pasos. Mas durante la noche es cuando ella se divierte en demasía. Es cuando los seres mas hermosos salen de sus sacrílegos aposentos luciendo sus mas distinguidas vestimentas. Al caer el sol en su crepúsculo es cuando comienza la vida a germinar sobre la muerte, y fue en ese preciso momento cuando me acerqué a Ella, en su descuido. Y pude observarla dormir con la guadaña descansando sobre su regazo. Me acerqué cuidando cada uno de mis pasos, cosa que sé hacer muy bien teniendo en cuenta que soy una Demonia, por ende, mas que caminar, me deslizo. La luna comenzaba a reinar sobre la noche y sus rayos se reflejaban en la filosa arma que reposaba en los hombros de la muerte. Ella extrañamente sonreía entre sueños olvidando por un sublime instante la tarea que desde tiempos milenarios le ha sido otorgado, arrebatar las almas y guiarlas hacia su destino final, que no es Ella precisamente quien debe escribirlo, pues escrito está desde un comienzo. Ella solo espera el momento sublime del final, cuando desplega todo su poder con exquisito placer. Como bien decía, ante el descuido de la muerte, me senté a su lado sin siquiera rozarla, y esperé.
Muchas veces Ella me observó mientras dormía, en mis momentos de completa indefensión, cuando un demonio duerme lo hace en lugares seguros donde su sueño no puede ser interrumpido, mas Ella sobre mí no tiene poder. Yo soy inmortal. Pero aún así ella sigue mis pasos. Mi destino no está escrito por mano alguna, yo, soy dueña de mi propio destino. Y esta vez era yo la que miraba su sueño. Mi objetivo: mirar dentro de sus ojos. Encontrar su alma en ellos. Y la Muerte despertó y allí estaba yo, y miré en su interior en ese minuto que Ella quedó completamente indefensa ante su asombro. Ante sus ojos los míos, que buscaron en las mas profundas oscuridades de su alma. Y solo yo se lo que vi, lo que percibí, yo y ella lo sabemos.
Me levanté de su lado y mis pasos se perdieron pesados en la noche. Yo he descubierto el secreto de la muerte que yacía guardado en sus ojos y pesará sobre mis espaldas lo mismo que la enorme guadaña sobre sus hombros...
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