domingo, 11 de octubre de 2015

El Caballero, la Muerte y el Diablo



No te amedrentes fiel mío,
cobíjate al lado de mi bizarro corcel,
¿no le ves altivo,
altanero y orgulloso?

No ves que no vacila,
acóplate al paso acompasado de su cabalgadura.
No te inmutes,  no agaches las orejas
como perro apaleado,
 ni te acobardes ante los que huyen
de los espectros que nos aguardan.
Aunque la lagartija, se escabulla
escurriéndose del lugar que nos acecha
cual reptil, indigno y rastrero.

¡Qué no se diga, fiel mío!
¡Levanta tus orejas!,
el gesto arrogante,
¡qué no se dude de tu valentía!
¡No me ves!,
que ni un asomo de temblor
se apodera de  mi caballeresca hidalguía,
aunque cabalgue a mi lado el espectro de la muerte
que me susurra bajito,
insistentemente,
mi futuro, el que me aguarda al final del camino,
mostrándome lo que resta del tiempo,
en el reloj de la arena de los vencimientos.

Sé, que pretende,
sé de su osadía intentando  espantarme,
queriendo que renuncie a  mi hombría.
Pero ¡quiéreme Dios, que ni el diablo que me sigue,
ni los vaticinios de la muerte que me acechan!,
podrán interferir en mi paso seguro,
sin titubeos, con distinción y nobleza.

Sé del cometido que me aguarda.
Sé de la calavera que presagia mis vaticinios.
Sé de las tentaciones demoniacas.
Pero, ¡óyeme bien, fiel acompañante!
Observa la gallardía de mi lanza.
Observa su pendón al que venero,
al que solo balancea el ensombrecido viento.

Noble devoto,
¿no escuchas a lo lejos un lamento?
¡presta cuidado, aplica tus orejas!
Reconozco esos lloros, camuflados entre la foresta,
son los de mi amada,
Sí,  ¡voto por Dios, qué son de ella!
¡Amada mía, confía, mi marcha es firme,
como constante  es mi avance,
ése ¡qué amada mía!,
me llevara hasta ti,
hasta lo alto de la fortaleza, ésa que intenta enmascarar
su fornida estructura,
protegida por la altivez de aquellas montañas altivas,
resguardada de las miradas, por esa arboleda adversa,
que se alió con la maleza infame  y rencorosa,
que trata de atraparme con sus ramajes
 y el entramado acecho de las siniestras alimañas,
bichejos, sabandijas,
hasta de las sedosas labores de la arácnida tarántula,
afanosa por tejer la más perversa de las alucinaciones.

¡Yo os desafío malévolos contrincantes!
no tiembla ni un solo gesto de mi marcada
actitud digna del linaje que me asiste.
Ni un asomo de flaqueza aflora
 ante el peso demoledor del yelmo que soporta mi talento.

¡Oyes, fiel compañero!
Sigue mi amada requiriéndome
con canto lastimero…

¡Confía amada mía!
¡qué ni el peso implacable de la pesada armadura hierática,
le restará un ápice a mi donaire acompasado!

Traspasaré, ¡oh amada mía!
Los enjambres de las confabulaciones perversas,
y ni las conjuras,
ni los manejos, retrocederán mi ascenso,
hasta llegar ¡amada mía!, a tu rescate,
liberándote ¡por fin!, de la reclusión
que ejerce el villano que te robó tu inocencia

¡Voto a Dios, qué cumpliré mi promesa!
La que te hice la noche aquella bajo la luna,
aunque la muerte me aceche, el demonio le asista
y la maleza me confunda.

¡Ya  estoy!
¡Aguarda qué ya llego!!!
¡Espérame amada mía, qué ya estoy presto!!!



No hay comentarios:

Publicar un comentario