Embriagas con tus labios a la pálida lucidez,
y con tu mirada altas cimas son tornadas en vergel,
lo mismo los pantanos, abetos y cuanto tú ves,
eres la princesa de la luna, eres la dulce Abrahel.
Posando un negro velo, sobre la mar oscura,
se mueven tus cabellos, apariencia de clavel,
lejos queda el paraíso de donde escapó tu figura,
eres hereje, y diosa pagana, eres la dulce Abrahel.
Las horas de primavera contemplándote vagan,
y la luna resplandece solo para ver tu piel,
sus novias, las estrellas, te envidian y se apagan,
y bajo tus pies ya viene el alba, preciosa Abrahel.
La noche es un capullo del que nace una flor,
el sol viene imponente, reclamándola para él,
mas tan solo de la luna es su romance y su fulgor,
esa flor es tan hermosa, esa flor es Abrahel.
¡La luna palidece! Es el sol y su condena,
escampa en el cielo una lluvia hecha de miel,
si supieras cuanto me aflige y cuanto me apena,
¿Opacarías aquel astro, oh oscura Abrahel?
El sol vierte claras ráfagas a un inmenso terreno,
mientras tanto el campo, se convierte en testigo fiel,
del pesar de una nube, que le llora su sereno,
como yo ella solloza, solloza por Abrahel.
Demonio de una mente
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