La manera en que se efectuaba el cambio variaba. Unas veces se echaba sobre el cuerpo un traje de piel, y la transformación se efectuaba de forma inmediata; otras veces, el alma abandonaba el cuerpo humano y se introducía en la segunda forma, dejando el primer cuerpo en estado cataléptico, aparentemente muerto. El cuerpo podía tomarse prestado o crearse a propósito. Aún había una tercera forma de producir este efecto, y era por encantamiento; pero entonces la forma del individuo no se alteraba, aunque los ojos de todos los presentes quedaban hechizados, con lo que sólo lo veían con la forma escogida.
Sólo se le reconoce por los ojos, que ningún poder puede cambiar. A continuación sigue su curso, se deja llevar por los instintos del animal cuyo cuerpo ha adoptado, sin que su propia inteligencia se haya apagado todavía. Es capaz de hacer lo que puede hacer el cuerpo del animal, y también lo que él, como hombre, puede hacer.
I
Del sur volaron las doncellas a través de la oscuridad,
Alvit la joven
a asegurar destinos; en la orilla del mar
se sentaron a descansar, estas damas del sur hilaban blanco lino.
II
Una de ellas tomó
a Egil para estrecharlo, rubia doncella, en sus
deslumbrantes brazos; otra era Swanhwit,
que llevaba plumas de cisne; y la tercera,
su hermana, estrechó el blanco cuello de Vœlund.
La introducción de Sœmund nos relata que a estas encantadoras jóvenes las capturaron al dejar sus mantos de cisne junto a ellas en la orilla y por lo tanto no estar en condiciones de volar.
De la misma manera se usaban las vestiduras de lobo. El siguiente pasaje está tomado de la Saga de los Völsungar:
«Ahora hay que decir que Sigmund consideraba a Sinfjötli demasiado joven para que le ayudase en su venganza, pero antes quiso probar sus poderes; así, pues, durante el verano se adentraron en lo más profundo del bosque y mataron hombres para robarles, y Sigmund vio que pertenecía por entero al linaje de los Völsungar […] Sucedió que cuando iban por el bosque acumulando dinero, dieron con una casa en la que había dos hombres durmiendo, con grandes anillos de oro; tenían tratos con la brujería, porque había unas pieles de lobo colgadas encima de ellos; era el décimo día, en el que debían salir de su segunda condición. Eran hijos de reyes. Sigmund y Sinfjötli se pusieron los vestidos y no se los pudieron quitar; y la naturaleza de las bestias originales se apoderó de ellos; y aullaron como lobos —los dos aprendieron a aullar—.
Entonces se internaron en el bosque y cada cual siguió su propio camino; acordaron entre ellos que probarían su fuerza hasta contra siete hombres, pero no más, y que el que barruntara alguna lucha profiriese un aullido de lobo.
»“No dejes de hacerlo”, dijo Sigmund, “porque eres joven y temerario, y los hombres se alegrarían de darte caza”. Y se fueron cada uno por su lado; y después de partir, Sigmund halló hombres, así que aulló; y al oírlo Sinfjötli, acudió corriendo y los mataron a todos: después se separaron. Y no llevaba Sinfjötli mucho tiempo en el bosque cuando se topó con once hombres; cayó sobre ellos y los mató a todos. Entonces se sintió cansado y se tumbó bajo un roble a descansar. Llegó Sigmund y le dijo: “¿Por qué no me has llamado?” Sinfjötli respondió: “¿Qué necesidad había de pedirte ayuda para matar a once hombres?”
»Sigmund se abalanzó sobre él y le dio tal dentellada que lo derribó, ya que le había destrozado la garganta. Ese día no pudieron abandonar sus formas de lobo. Sigmund se lo cargó al hombro y lo llevó desnudo a la gran sala, se sentó junto a él y exclamó: “¡El diablo se lleve las formas de lobo!”». Saga de Völsunga, cap. 8.
Hay en la misma saga otra curiosa historia sobre un hombre lobo, que debo contar.
«Entonces hizo lo que ella había pedido, taló gran cantidad de árboles, y los arrojó a los pies de los diez hermanos sentados en fila, en el bosque; y allí se estuvieron sentados todo el día y siguieron por la noche. Y a medianoche salió del bosque una vieja mujer lobo y fue a donde estaban ellos, sentados en los troncos, y era enorme y espantosa. A continuación se abalanzó sobre uno de ellos y lo mordió hasta matarlo; y cuando se lo hubo comido entero se marchó. A la mañana siguiente, Signy envió un hombre de confianza a sus hermanos para saber qué les había sucedido. Cuando éste regresó, le contó la muerte de uno de ellos, que la afligió mucho, pues temía que pudiera ocurrirles lo mismo a todos, sin que ella pudiese ayudarlos.
»Resumiendo: las nueve noches siguientes llegó la misma mujer lobo a medianoche, y los fue devorando uno tras otro hasta acabar con todos, excepto con Sigmund, que se quedó solo. Y cuando llegó la décima noche, Signy envió a su hombre de confianza a Sigmund, su hermano, con miel en las manos, y le dijo que le untase la cara a Sigmund y le llenase la boca con ella. Así que fue a donde estaba Sigmund, hizo lo que le habían mandado, y después volvió a casa. Y cuando se hizo de noche llegó la mujer lobo, como de costumbre, dispuesta a devorarlo como a sus hermanos.
»Entonces lo olfateó por donde estaba embadurnado de miel, y comenzó a lamerle la cara, y al rato le metió la lengua en la boca. Él no lo soportó y le mordió la lengua a la mujer lobo; ella se levantó de un salto e intentó liberarse, apoyando las patas en el tronco, de manera que éste se partió en dos: pero él siguió apretando firme y le arrancó la lengua de cuajo, lo que supuso la muerte de la loba. Algunos opinan que esta bestia era la madre del rey Siggeir, y que había adquirido dicha forma mediante pacto con el diablo y brujería». (Cap. 5).
Hay otra historia relacionada con este tema en la Saga de Hrolf Kraki, que es preciosa; es como sigue:
«En el norte de Noruega, en los valles interiores, reinaba un rey llamado Hring que tenía un hijo llamado Björn. Y sucedió que murió la reina, lo que fue muy lamentado por el rey y por todos. El pueblo le aconsejó que volviera a casarse, y así, el rey mandó a algunos hombres al sur para que le buscaran esposa. Sobre ellos cayó un vendaval y una violenta tempestad, de modo que tuvieron que virar el timón y navegar con el viento de popa; y así fueron hacia el norte, hasta Finnmark, donde pasaron el invierno. Un día se dirigieron tierra adentro, y llegaron a una casa en la que había dos hermosas mujeres, las cuales les hicieron un buen recibimiento y les preguntaron de dónde venían. Ellos respondieron contándoles su viaje y sus andanzas, y a continuación preguntaron a las mujeres quiénes eran y por qué estaban solas y lejos de los lugares habitados, a pesar de ser tan bellas y atractivas. La mayor respondió que se llamaba Ingibjorg y que su hija se llamaba Hvit, y era la amada del rey Finn. Los mensajeros decidieron que regresarían a casa si Hvit partía con ellos y se casaba con el rey Hring. Hvit aceptó, se la llevaron y fueron al rey, que se prendó de ella, y celebró sus bodas, y dijo que no le importaba que ella no tuviera fortuna. Pero el rey era muy viejo y la reina lo descubrió enseguida.
»Había un aldeano que tenía una granja cerca de la morada del rey; tenía esposa y una hija que no era más que una niña y se llamaba Beta; era muy joven y adorable. El hijo del rey, Björn, y la hija del aldeano, Bera, solían jugar juntos como niños, y se querían. El aldeano era de posición desahogada, había participado en incursiones en los días de su juventud y era un paladín valeroso. Björn y Beta estaban cada vez más enamorados y estaban juntos a menudo.
»Pasó el tiempo y no sucedió nada digno que contar, salvo que Björn, el hijo del rey, se hizo alto y fuerte, y se adiestró en todas las habilidades masculinas.
»El rey Hring se ausentaba con frecuencia durante largos periodos, haciendo incursiones en tierras extranjeras, y Hvit se quedaba en casa y gobernaba el país. El pueblo no la quería. Ella era siempre muy complaciente con Björn, pero a éste no le caía bien. Sucedió una vez que el rey Hring partió al extranjero, y le dijo a su reina que Björn se quedaría junto a ella para ayudarla en el gobierno; porque le parecía aconsejable, ya que la reina era arrogante y estaba inflada de orgullo.
»El rey le dijo a su hijo Björn que debía permanecer en casa y gobernar el país con la reina; Björn replicó que no le gustaba la idea y que no sentía afecto por la reina; pero el rey fue inflexible, y abandonó el país con un gran séquito. Tras su conversación con el rey, Björn volvió a casa y fue derecho a sus aposentos, malhumorado y rojo de ira. La reina acudió a hablar con él y a darle ánimos, y le habló amistosamente, pero él le ordenó que se fuera. Ella, por esta vez, le obedeció. La reina acudía con frecuencia a charlar con él, y le decía que sería mucho más agradable estar juntos que tener a un viejo como Hring en la casa.
»Este comentario ofendió a Björn, que le dio una bofetada, y le ordenó con desprecio que se fuera. Ella replicó que no había hecho bien desdeñándola y arrojándola de su lado, y: “Crees que es mejor, Björn, cortejar a la hija de un pobre aldeano que gozar de mi amor y mi favor, ¡una galante condescendencia y una deshonra para ti! Pero dentro de poco, algo se interpondrá en el camino de tu capricho y tu insensatez”.
Entonces le dio en la cara con un guante de piel de lobo y dijo que se convertiría en un oso salvaje, rabioso y horrible, y: “No comerás otra cosa que las ovejas de tu padre, que matarás para alimentarte, y jamás abandonarás ese estado”.
»Después de esto, Björn desapareció y nadie supo qué fue de él, y las gentes lo buscaron pero no lo encontraron, como era de esperar. Ahora debemos contar cómo fueron devoradas las ovejas del rey, la mitad de una vez, y todo obra de un oso gris tan enorme como espantoso.
»Una tarde sucedió por casualidad que la hija del campesino vio venir hacia ella a este oso salvaje, mirándola tiernamente, y creyó reconocer los ojos de Björn, el hijo del rey, así que hizo un ligero intento de escapar; entonces la bestia se retiró, pero ella la siguió hasta llegar a una cueva. Cuando entró en la cueva, había un hombre de pie ante ella, que saludó a Bera, la hija del aldeano; y ella lo reconoció, ya que era Björn, el hijo de Hring. El encuentro les llenó de alegría. Así, estuvieron juntos en la cueva durante un rato, pues ella no quería separarse de él teniendo la oportunidad de estar a su lado; pero él dijo que no era prudente que estuviera allí con él, porque durante el día era animal, y por la noche hombre.
»Hring regresó de su viaje, y le dieron noticia de lo que había ocurrido durante su ausencia; cómo Björn, su hijo, había desaparecido, y también cómo un animal monstruoso merodeaba por el país y destruía sus rebaños. La reina instó al rey a que matase a la bestia, pero él lo aplazó un tiempo.
»Una noche, en que estaban juntos Beta y Björn, dijo él: “Presiento que mañana voy a morir, porque saldrán a cazarme. Pero no me preocupa, pues no es grato vivir con este encantamiento, y mi único consuelo es que estemos juntos; pero ahora nuestra unión debe romperse. Te voy a dar el anillo que está bajo mi mano izquierda. Mañana verás venir en mi busca a la hueste de cazadores; cuando haya muerto, ve al rey y pídele que te dé lo que hay bajo la pata delantera izquierda del animal. El accederá”.
»Le habló de muchas otras cosas, hasta que la forma de oso tomó posesión de él, y se marchó convertido en oso. Ella lo siguió, y vio un numeroso grupo de cazadores que venía por las laderas de las montañas, acompañados de gran cantidad de perros. El oso salió furtivamente de la caverna, pero los perros y los hombres del rey cayeron sobre él, y hubo una lucha desesperada. Antes de que lo acorralaran, abatió a muchos y mató a todos los perros. Pero formaron un cerco a su alrededor, que recorrió de un lado para otro, pero no encontró forma de escapar, así que se volvió hacia donde estaba el rey, agarró a un hombre que estaba junto a él y lo despedazó; entonces el oso estaba tan exhausto que se tiró al suelo, y todos a un tiempo se abalanzaron sobre él y lo mataron. La hija del aldeano, que lo había presenciado, fue al rey y dijo: “¡Sire! ¿Tendríais a bien concederme lo que está bajo el hombro delantero izquierdo del oso?” El rey accedió.
Sus hombres, a todo esto, estaban a punto de desollar al oso; Bera se acercó, desprendió el anillo y se lo guardó, pero nadie vio lo que había cogido ni buscaron nada. El rey le preguntó quién era, y ella dijo un nombre, pero no el verdadero.En el cantar feroe de Finnur hin friði, encontramos los siguientes versos:
»El rey volvió a casa, y Bera fue en su compañía. La reina, muy contenta, la trató bien, y le preguntó quién era; pero Bera respondió como antes.
»A continuación la reina dio una gran fiesta e hizo que cocinaran la carne del oso para el banquete. La hija del campesino estaba en el cenador de la reina, y no podía escabullirse, porque la reina sospechaba quién era. Entonces se acercó inesperadamente a Bera con un plato en el que había carne de oso, y le ordenó que comiera. Bera se negó. “¡Esto sí que es maravilla!”, dijo la reina; “¿rechazas lo que la reina en persona se digna ofrecerte? Cómetelo ahora mismo, o tendrás algo peor”. Dio un bocado ante ella, y comió de él; la reina cortó otro trozo y la miró dentro de la boca; vio que tenía un trocito, pero Bera escupió el resto y dijo que no tomaría más aunque la torturaran y la mataran.
»“Puede que sea suficiente”, dijo la reina, y se echó a reír» (Saga de Hrolf Kraki, caps. 24-27 abreviados).
Cuando este peligroso finés vio que la brujería le había dañado, se transformó en un hombre lobo así que mató a muchos.
Lo que sigue es de la segunda Kviða de Helga Hungdingsbana (estrofa 31):
En todos estos casos lo que cambia es la forma: ahora veamos ejemplos en los que la persona que cambia tiene una forma doble, y el alma anima a una después de otra.
Puede la hoja hincarse, la que blandes
sólo sobre ti mismo, cuando repica sobre tu cabeza.
Entonces será vengada la muerte de Helga, cuando tú, como lobo, vagues por los bosques, sin conocer fortuna
ni placer alguno, sin tener otra carne
que trozos de cadáveres.
La Saga de Ynglinga (cap. 7) dice de Odín que «cambiaba de forma; los cuerpos descansaban como si durmiesen o estuvieran muertos, pero él era un ave o una bestia, un pez o una mujer, e iba en un santiamén a tierras muy lejanas, atendiendo a sus propios asuntos o a los de otras gentes». Del mismo modo, el rey danés Harold envió un brujo a Islandia con la forma de una ballena, mientras su cuerpo permanecía rígido y tieso en casa.
La ya mencionada Saga de HrolfKraki da otro ejemplo, en el que Bövdar Bjarki, con la forma de un enorme oso, lucha desesperadamente con el enemigo, que ha cercado la mansión de su rey, mientras su cuerpo humano descansa embriagado en el interior junto a las brasas.
En la Saga de Vatnsdal hay un curioso relato de tres fineses a los que el jefe noruego Ingimund encerró durante tres noches en una cabaña, y les ordenó que visitasen Islandia y le informasen de la situación del país, en el que quería establecerse. Sus cuerpos se pusieron rígidos y enviaron sus almas a hacer el viaje, y al despertarse al cabo de tres días dieron una fiel descripción de Vatnsdal, donde Ingimund iba a establecerse temporalmente.
Pero la saga no cuenta si estos fineses proyectaron su alma en cuerpos de aves o de bestias.
El tercer modo de transformación mencionado era aquel en el cual el individuo en sí no cambiaba, pero los ojos de los demás estaban embrujados, así que no podían descubrirlo, sino que sólo lo veían bajo una forma determinada. Hay muchos casos de éstos en las sagas; como por ejemplo, en la Saga de Hromundar Greypsonar y en la de Fostbraeðra. Aunque traduciré la más curiosa, que es la de Odd, hijo de Katla, de la Saga de Eyrbyggja (cap. 20):
«Geirrid, ama de casa de Mafvahlid, mandó un mensaje a Bolstad de que había sabido que Odd, hijo de Katla, le había cortado la mano a Aud.
»Cuando Thorarinn y Arnkell oyeron esto, partieron a caballo con doce hombres. Pasaron la noche en Mafvahlid, y prosiguieron a la mañana siguiente hacia Hold: y Odd era el único hombre que había en la casa.
»Katla se sentó en la silla principal a hilar, y ordenó a Odd que se sentara a su lado; también ordenó a sus damas que se sentaran cada una en su sitio y que contuvieran la lengua. “Porque”, dijo, “seré yo quien lo diga todo”. Cuando llegaron Arnkell y su compañía, entraron directamente, y cuando se presentaron en la sala, Katla les dio la bienvenida y les pidió nuevas. Él respondió que no había ninguna, y preguntó por Odd. Katla dijo que se había marchado a Breidavik. “Registraremos la casa”, dijo Arnkell. “Que así sea”; replicó Katla, y ordenó a una niña que les alumbrara y abriera los diversos aposentos de la casa. Todos vieron que Katla estaba hilando frente a su rueca. Registraron la casa pero no encontraron a Odd, así que se fueron.
Pero cuando llegaron a cierta distancia de la verja, Arnkell aún se detuvo y dijo: “¿Cómo sabemos que Katla no nos ha engañado y que la rueca que tenía en la mano no era Odd?” “¡Imposible!”, dijo Thorarinn,
“Regresemos”. Y así lo hicieron; y cuando los que estaban en Holt vieron que volvían, Katla dijo a sus doncellas: “Permaneced en vuestros sitios, Odd y yo vamos a salir”.
»Entonces, según se acercaban a la puerta, fue ella a la entrada y se puso a peinar a su hijo Odd y a cortarle el cabello. Arnkell llegó a la puerta y vio dónde estaba Katla, y que parecía estar acariciando a su cabra, desenredándole la vedija y la barba. Conque él y sus hombres entraron en la casa, pero no encontraron a Odd. La rueca de Katla estaba apoyada en el banco, así que pensaron que quizás no fuera Odd, y salieron. Sin embargo, al llegar al punto donde antes habían dado media vuelta, dijo Arnkell: “¿No creéis que Odd puede haber tomado forma de cabra?” “Puede ser”, contestó Thoraninn, “pero si volvemos le echaremos el guante a Katla”. “Podemos probar suerte de nuevo”, dijo Arnkell, “y ver qué pasa”. Así que regresaron.
»Entonces, al ver que volvían otra vez, Katla ordenó a Odd que la siguiera y lo llevó al montón de ceniza, y le dijo que se echara en él y no se moviera bajo ningún concepto. Cuando Arnkell y sus hombres llegaron a la granja irrumpieron en la sala y vieron a Katla sentada en su sitio hilando. Ella los saludó y les dijo que sus visitas se sucedían muy deprisa. Arnkell contestó que lo que decía era cierto. Sus camaradas agarraron la rueca y la partieron por la mitad. “¡Vaya!”, exclamó Katla, “ahora no podréis decir, a vuestro regreso, que no habéis hecho nada, pues me habéis roto la rueca”. Entonces Arnkell y los demás buscaron a Odd por todas partes, pero no pudieron encontrarlo; por cierto, no vieron ningún ser vivo en todo el lugar, salvo un jabalí bajo el montón de ceniza, así que se marcharon otra vez.
»Pues bien, cuando habían recorrido la mitad del camino a Mafvahlid, salió Geirrid a su encuentro con sus trabajadores. “No han seguido el camino adecuado para buscar a Odd”, dijo, “pero ella los ayudará”. Así que dieron media vuelta otra vez. Geirrid iba cubierta con una capa azul. Entonces, cuando divisaron al grupo e informaron a Katla, y dijeron que eran trece, y que uno llevaba un vestido de color, Katla exclamó: “¡Ha venido ese troll de Geirrid! Ya no podré arrojarles un hechizo a los ojos”. Se levantó de su asiento y alzó el cojín, y descubrió un boquete con una cavidad debajo: introdujo a Odd en él, puso el cojín encima, y se sentó diciendo que se sentía desfallecer.
»Cuando entraron en la habitación, recibieron una pobre bienvenida, Geirrid se quitó la capa y se dirigió hacia Katla, y tomando la bolsa de piel de foca que llevaba en la mano, la hizo girar sobre la cabeza de Katla.
Entonces Geirrid les ordenó que levantaran el asiento. Así lo hicieron y encontraron a Odd. Lo prendieron y lo llevaron a la punta de Budland, donde lo ahorcaron… A Katla la lapidaron al pie del promontorio».