Hace unos años, Russeis Kirk contó una historia interesante a Los Ángeles Times respecto a su búsqueda de una calle perdida.
Según Kirk, descubrió la extraña y antigua calle una noche de 1949, mientras callejeaba por la antigua ciudad de York, a fin de hacer tiempo entre dos trenes. Al regresar a la estación, divisó una calle corta pavimentada con piedras y flanqueada por edificios bellísimos de los siglos XVII y XVIII.
La escasa iluminación ponía una nota de irrealidad y gran encanto a toda la escena.
Kirk, no obstante, tenía que coger el tren y no disponía, por tanto, de tiempo para recorrer aquella calle tan pintoresca. Sin embargo, se prometió volver a York unos meses más tarde y pasearse largamente por dicho lugar.
Kirk aseguró que había vuelto a York una vez cada año desde 1949. Afirmó conocer al dedillo cada calle, cada callejón y cada rincón de York, pero nunca halló la calle que tanto le había encantado. Poco después, en un sector de la ciudad, casi en ruinas, Kirk halló los restos de una calle elegante que se parecía a la que vislumbrara tan brevemente aquella noche de 1949. El barrio se llamaba St. Saviorgate, y un clárigo de la población le contó a Kirk que todo aquel sector había quedado destruido en la guerra de 1914. Las bombas de la Segunda Guerra Mundial habían acabado de arruinar lo poco que aún quedaba en pie.
Kirk se preguntaba qué habría sucedido si en lugar de coger el tren aquella noche, se hubiese quedado a pasear por la extraña calle. ¿Qué habría ocurrido de haber llamado a una de aquellas mansiones? ¿Habría penetrado en otra dimensión cerrando la puerta de su propia época? ¿De su propia dimensión temporal?
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