Blanca y Miguel eran un matrimonio aparentemente feliz hasta que ella cayó presa de una gravísima enfermedad que la mantenía en cama sin poder moverse.
Al principio, Miguel se quedaba junto a ella todo el tiempo, pero pronto comenzó a agobiarse y la dejaba sola para irse de fiestas con sus amigos comenzando unos devaneos amorosos mas o menos serios con una prostituta del pueblo.
Varias veces durante sus encuentros la amante había observado que en la ventana, mientras hacían el amor, los observaba fijamente una gata blanca que no dejaba de maullar horriblemente todo el tiempo;
Extrañada, comentó el hecho con Miguel que no le concedió importancia alguna puesto que el callejón estaba siempre lleno de gatos.
Pero la chica, que procedía de un pueblo pequeño y era muy supersticiosa por naturaleza, no veía el hecho tan casual como Miguel y comenzó a observar que la gata aparecía sólo y exclusivamente cuando estaba con Miguel y desaparecía cuando él se iba de la misma misteriosa manera con la que había aparecido, y comenzó a apoderarse de ella un terror sobrenatural que fue contagiando a Miguel, que creía ver al animal por todos lados.
Mientras tanto, Blanca cada vez estaba peor de su enfermedad, frecuentemente sufría de graves dolores y pesadillas, lo que hacia que Miguel tuviese que quedarse junto a ella y no pudiese salir a reunirse con su amante.
Una noche, no aguantando mas la situación decidió salir a pesar de que Blanca no se encontraba bien.
- No deberías salir hoy, esta muy grave - le advirtió la hermana de Blanca.
- Métete en tus asuntos – contestó cortante.- Volveré pronto, llámame al móvil si necesitáis algo.
Sin darle ni siquiera tiempo a contestar salió de la casa con aire decidido. Dispuesto a acabar con aquella tontería del gato para siempre.
Ensimismado en estos y otros pensamientos andaba cuando vio frente a él a la gata.
Durante unos segundos se apoderó de él un terror ciego pero se sobrepuso y apuñaló al animal varias veces a sangre fría para asegurarse de que acababa con él para siempre.
-¡Se acabó!- murmuró mientras se encendía un cigarrillo y se dirigía al prostíbulo a reunirse con su amante.
Si embargo, nunca llego a entrar, no había dado ni dos pasos cuando recibió la aterrorizada llamada de su cuñada anunciándole que Blanca acababa de morir presa de fuertes y espantosos dolores y gritando el nombre de Miguel entre gritos y maullidos.
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