Pero ni era un ángel, ni estaba destinado a ser para esta Demonia.
Me siguió ocultándo tras máscaras de amor, hasta que por fin voló solo y yo lo vi marchar.
Me deslumbró su luz en medio de tanta oscuridad en la que estaba sumergida, pero ya aprendí la lección...
Ahora sólo me dejo iluminar por los ojos en los que puedo ver el alma...
¿Serás tú el dueño de esos ojos? ¿Serás tú ese Ángel?
Abrahel
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