lunes, 12 de junio de 2017

Genios y Jinas

Sólo a partir del siglo XVII se aplica el nombre de genio al talento intuitivo o creador de los seres humanos en sus manifestaciones más altas. Pero mucho antes, los llamados «genios» eran otra cosa.

El genius era una divinidad tanto de los griegos como de los romanos, que regía el nacimiento de cada mortal. Vivía unido a él durante el transcurso de su vida, conocía todos sus pensamientos y le guiaba en todas sus acciones. Cada individuo tenía dos genios: uno bueno que lo inclinaba al bien y otro malo que hacia lo propio en el signo contrario. En la antigua Roma, los genios (del latín gignere = engendrar) llegaron a representar las entidades espirituales de cada ser: persona, deidad, lugar o grupo social. Su misión era protectora. Al principio, en cambio, sólo representaban la virilidad en los hombres (las mujeres tenían junos), por eso el lecho nupcial se llamaba lectus genialis, porque el concepto primordial de genio es una fuerza divina que engendra. Aun cuando las funciones del genio fueron ampliándose, uno de ellos siempre velaba por la fertilidad de la pareja. Cada individuo, cada provincia, cada país, cada casa, cada montaña… tenía su propio Genii, y para cada uno existían diferentes símbolos y representaciones. También el pueblo (populus) tenía su genio protector: Genius Populi.

En todos aquellos lugares donde los romanos se asentaron es frecuente encontrar testimonios epigráficos dedicados a las diferentes clases de genios, como ocurre en Asturias y en León.

El culto de los genios tendía a confundirse con el de los dioses lares de origen etrusco, encargados de velar por el recinto doméstico y vigilar las encrucijadas, y también con el de los manes, en su origen genios tutelares de la casa y luego almas de los antepasados. La entidad griega que corresponde en cierto modo al genio romano es el daimon que hablaba a Sócrates. En el cristianismo se corresponde con el Ángel de la Guarda.

En ocultismo, los genios son identificables con espíritus de la naturaleza; son fuerzas dinámicas que animan objetos y producen fenómenos. Se admite que existen genios guardianes de ciertos lugares que no deben ser profanados (el genius loci). El equivalente a los «elementales», o genios de la tradición judeocristiana, serían los jinn o jinas de la tradición musulmana, que es incluso anterior a ella.

Sabemos que casi todas las religiones hunden sus raíces en revelaciones recibidas de entidades no humanas, pero el islam además ha profundizado en el conocimiento de las mismas describiendo, con lujo de detalles en ocasiones, algunas de sus manifestaciones, en concreto de los denominados «jin» o «djinn», palabra que proviene, según Roso de Luna, de la misma raíz de la que procede la palabra «genio», que encontramos en todas las lenguas arias con el significado de «divinidad menor» o «espíritu de la naturaleza».

La mitología musulmana no cree que Adán haya sido el primer ser racional que habitó el mundo, sino que tan sólo lo considera como el padre de los seres humanos. Esto, que a primera vista parece contradictorio, se explica porque ellos piensan que la Tierra estaba poblada anteriormente, unos 2000 años antes, por seres superiores al hombre que eran denominados «genios» o jinas, de los cuales existían dos clases:

1. Los peris, o genios bienhechores.
2. Los devas, o genios maléficos, entre los que destacan los genn o jinas.

Es decir, se trataría de una raza preadámica (anterior al Homo sapiens) que en un momento dado se rebeló contra Dios y fue alejada a lugares distantes. Como puede observarse, estas leyendas tienen puntos en común con las tradiciones escandinavas de las Eddas y con las teorías cabalísticas, en el sentido de que:
  • Todos ellos los consideran una raza anterior al hombre. 
  • Están a mitad de camino entre los ángeles y los hombres. 
  • Se diferencian en dos grupos nítidos. 
  • Tienen un gran poder, pero a la vez son sumamente ingenuos. 
  • Se equiparan a almas de difuntos o con entidades del bajo astral. 
  • La historia sobre su origen mítico es esencialmente la misma. 
Para la mitología árabe, los djinn son demonios o espíritus malignos que pueblan los desiertos árabes, y su existencia, así como su creencia, es muy anterior al islam, siendo respetada esta tradición por Mahoma. Los semitas ya consideraron a los jinas como fantasmas pertenecientes a pueblos derrotados Y desaparecidos.

Según Borges, siguiendo en su exposición a la tradición islámica, Alá hizo a los ángeles con luz, a los jinas con fuego y a los hombres con polvo. Al principio, se muestran como nubes o como altos pilares indefinidos; luego, según su voluntad, asumen la figura de un hombre, de un chacal o de una culebra. Suelen tirar piedras a los hombres, raptan a mujeres hermosas y moran en ruinas, casas deshabitadas, en los ríos y los desiertos. Los egipcios pensaban que son la causa de las trombas de arena. Iblis o Eblis sería su padre y su jefe, considerado además el jina rebelde que se sublevó contra la orden de Alá de postrarse ante Adán.

Cabe preguntarnos, con cierta lógica, si estos genios árabes son exactamente iguales a aquellos ángeles caídos del cristianismo, y la respuesta nos la dan los cabalistas y ocultistas. Para ellos, los genios son otra clase de espíritus inferiores que están a las órdenes de los ángeles (serían los «daemones» de los griegos), y serían aquellos que en la época medieval fueron llamados «elementales», pero sin que puedan identificarse con los ángeles caídos, al menos de una forma absoluta.

Ya hemos visto que es fácil identificar a los genios con los elementales y con las almas de los difuntos, pero tal vez alguien se sorprenda que esta identificación llegue a terrenos estudiados por la ufología. El investigador inglés del fenómeno OVNI Gordon Creighton realizó hace algunos años un profundo estudio sobre estos seres, cuyas conclusiones publicó en su revista Flying Saucer. Nos comunica que los mahometanos creen en dos clases de espíritus: los ángeles y los jinas. Los primeros serían espíritus puros que, como ocurre en el cristianismo, intervienen lo menos posible en la vida de los hombres. Pero los jinas, inferiores en rango, están mucho más cerca de nosotros, entrometiéndose a veces en nuestras vidas. Expone varias características que les son comunes, las cuales ya nos resultan familiares y aplicables por entero a les seres «elementales»:
  • En su estado normal no son visibles para el hombre, aunque son capaces de materializarse y de presentarse en nuestro mundo físico. 
  • Pueden cambiar de tamaño y aparecer con cualquier disfraz, grande o pequeño, o en forma de animales. 
  • Son eternos mentirosos. Les encanta confundir a los humanos con todo tipo de juegos, invenciones y embustes. 
  • Les gusta raptar a algunos humanos y transportados por el aire, devolviéndolos, aturdidos, en lugares distantes. 
  • Les encanta tentar a los humanos en asuntos sexuales con el fin de tener relaciones de este tipo con ellos. 
  • Al parecer, en la jurisprudencia inuslín se admite que una mujer haya podido ser violada por un «jin». También se decía que las jinas o gennias (genios femeninos) nunca perdían la virginidad, la cual se reconstituía al poco rato de haber tenido un contacto carnal con los hombres, lo que no les impedía tener hijos. 
  • Algunos humanos, gracias a un extraño favor, han vivido en armonía con los jinas, obteniendo de ellos algún pacto por el que recibieron poderes y se convirtieron en hombres privilegiados. Creighton pone como ejemplo el caso de un librero parisino, especializado en libros raros y agotados, que tenía una especial amistad con un silfo, el cual le decía dónde podía encontrar los libros que necesitaba. 
  • Tienen un tremendo poder telepático y de encantamiento, bajo el que sucumbe cualquier mortal, pero al mismo tiempo suelen ser ingenuos y caer en los engaños que les tienden los humanos. 
En las traducciones de los cuentos orientales (en concreto de Las mil y una noches), se citan a los jinas como genios. Hay diversas clases de jinas que habitan el aire, la tierra, el mar, los bosques, las aguas dulces y el desierto. Lo que indica que, además de genios buenos y malos (siempre desde el punto de vista humano), existen diversas especies en las dos grandes familias: genios de las entrañas de la tierra (los subterráneos y los gnomos), de los bosques (faunos y hadas), de las aguas (ondinas, napeas, ninfas), de los aires (sílfides), del mar (sirenas), del fuego (salamandras), etcétera.

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