martes, 25 de octubre de 2016

Nunca ha dejado de ser invierno...

Aquella noche se anunciaba fría.
Yo tiritaba,
mas lo provocaba tu sonrisa.
Tu cuerpo me abrigaba,
tu boca sobre mi cuello
de ardor me inundaba,
con tus huellas por mi piel,
más que tibia,
yo ardía.
Y me hiciste tuya,
como el fuego al leño,
para transformarme en incendio.
Ahora pasa el tiempo,
cambian las estaciones,
y sin embargo,
yo, que a diario rozo el infierno,
puedo asegurarte
que desde tu adiós,
nunca ha dejado de ser invierno...

Anaïs Églises

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