La mayoría de las personas en la colonia “las Fuentes” y sus
alrededores, estaban conscientes de que no debían poner un pie en
aquella propiedad, pues aparte de tener cientos de letreros de
advertencia por considerarse monumento histórico, la construcción era
ruinosa y deplorable, muy lejano al majestuoso edificio que fue en sus
épocas de gloria, cuando la habitaba una prestigiosa actriz.
La
fachada colonial y ostentosa aún se notaba, sobretodo porque no hacia
juego con el entorno, que había ido progresando con el paso de los años.
Solo los más ancianos recordaban la trágica historia de la joven que
vivió ahí, la cual contrajo matrimonio cuando se encontraba en la cumbre
de su fama, pero ni tiempo tuvo de disfrutar pues su marido se suicidó
durante la luna de miel y ella volvió triste a casa, para iniciar un
encierro total hasta el día de su muerte.
Pero como es bien sabido,
hay personas a quienes las advertencias les parecen retos, sobre todo a
los jóvenes aburridos que rondaban por las cercanías, quienes se
esforzaban por hacer apuestas, desafiándose unos a otros para entrar y
robarse alguno de los carísimos objetos que según contaban aún quedaban
dentro de la mansión.
Carlos era el nuevo chico en la calle, así que
le obligaron a entrar en la antigua casa, a manera de iniciación. Él no
la había pisado jamás, así que le fue fácil perderse, pues en verdad
aquello era un laberinto a punto de venirse abajo en cualquier momento.
Buscaba impaciente la salida, cuando se topó con ella, una hermosa mujer
de piel blanca, con una abundante melena negra brillante que resaltaba
sobre un rojo vestido de gala. Su sonrisa era tan intensa que volvía a
la vida aquellos muros a cada paso que daba, los escombros formaban
maravillas, los pisos relucían, las paredes se llenaban de color,
mientras una dulce tonada de piano sonaba en el fondo.
Tan absorto
estaba el chico en la belleza de aquella joven que se olvidó de la
realidad, solamente caminaba detrás de ella, perdido en sus encantos,
ignorando el grito de sus compañeros, que a través de las ventanas le
pedían regresar. Ellos no podían ver a la hermosa mujer, solo a su nuevo
vecino caminando hechizado entre los escombros, desconectado del mundo…
sabían que algo iba mal, se desagarraban la garganta llamándole, hasta
quedar sin aire en los pulmones, pero era inútil, estaba atrapado en los
recuerdos de aquella torturada alma que no podía descansar en paz,
añorando a su amado, al cual por desgracia, Carlos se parecía demasiado.
Ese era el destino del chico, como si el espectro de la actriz lo
hubiese llamado desde lejos, para venir a sustituir un amor perdido, y
darle vida a lo muerto, pues desde aquel día, los jardines de la mansión
florecieron, se llenaron de rosas, coloridas y hermosas. Las risas de
una pareja feliz inundaron el lugar, aquellos que se atrevieron a mirar,
dijeron haber visto al pobre Carlos consumiéndose en los brazos de
aquel espectro, que le robaba la vida de a poco; pero él siempre sonrió.
Incluso en el momento que la actriz le succionó el espíritu de aquella
defraudada cáscara humana, él parecía muy feliz de haberse liberado de
aquella carga, para poder disfrutar a rienda suelta un romance con la
mujer de rojo, ahora que pertenecía a su mundo.
Ahora las cosas han
cambiado, nadie se acerca a la casa de las rosas porque se habla de una
pareja de espectros, que bailan y ríen a rienda suelta todas las noches.
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