sábado, 26 de diciembre de 2015

Leyenda de El ángel y el demonio

Antes de que el tiempo fuera tiempo, antes que la tierra fuera tierra, existía el paraíso, poblado por ángeles… y regidos por un Dios.

Pero un día, el cosmos niveló la balanza, y así como existía un Dios lleno de bondad, se creó uno lleno de maldad, para crear el equilibrio universal.

La fuerza del bien y del mal, creó un territorio de nadie… la tierra, y mientras el Dios benigno la pobló de humanos, ángeles menores, con capacidad de decidir, el Dios maligno se encargó de crear la tentación, y también su propio ejército, a los cuales llamó Demonios.

Cuenta la leyenda, que el ángel favorito del Dios benigno, un día, custodiando la paz de su territorio, vió al hijo del Dios maligno, el primogénito, el favorito, y se enamoró.

Ambos mantuvieron sus miradas, el mundo, el paraíso, el infierno se extinguieron, sólo estaban ellos dos, y aquel sentimiento que crecía en sus corazones.

El Ángel desarrolló egoísmo, y el Demonio compasión, ambos se entregaron a aquel intenso sentimiento una y otra vez, hasta que al fin, el destino los descubrió.

El Dios benigno entristeció, pues no poseía el egoísmo de querer poseer al ángel, mas el Dios maligno encolerizó, pues no poseía la comprensión del amor.

Mil artimañas del Dios Maligno, y mil consejos del Dios Benigno… nada funcionó para separarlos, hasta que irremediablemente, ya no podían vivir, ni en la tierra ni en el cielo.

El Ángel arrancó sus alas, el Demonio limó sus cuernos, ambos renunciaron a las virtudes y los pecados, al poder y a la gloria para convertirse en simples humanos.

Dice la leyenda que ambos Dioses no podían entender por qué habían renunciado al infierno y al paraíso, al poder, a la gloria, a la sabiduría eterna.

Pero, el ángel ahora mujer, y el demonio, ahora hombre, sabían que no existía paraíso más intenso que el refugio que tenían en el corazón del otro. Y no había poder más grande que el saberse soberano en la vida del otro.

Superaron mil pruebas, mil artimañas, mil gritos coléricos y mil lágrimas de tristeza, mas cada lágrima derramada, cada grito resonando, fortalecieron aquel lazo que nació de la discordia y que superó incluso la propia creación.


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